Del Everest al Pirineo, el claroscuro del alpinismo en el siglo XXI

Marcos Lorente nos trae una serie de reflexiones en torno a la novela ‘Refugio’ de Pedro Sáez Serrano (Desnivel Ediciones)

Castanesa
Ampliación de la estación de esquí de Cerler por el valle de Castanesa

La novela 'Refugio' de un trayecto, de un recorrido de ida y vuelta: desde un escondido valle pirenaico hasta las cumbres del techo del mundo, pasando a su vez por alpinismos utópicos y crudas realidades de altura.

La obra de Pedro Sáez no es una novela de aventuras ni de montaña al uso, con sus acciones heroicas desmesuradas y sus tragedias de telenovela, sino que se trata más bien de un testimonio, con todo lo que ello tiene de subjetivo, sobre lo que significa, ha significado y significará (o no) la Montaña, con mayúsculas. Se trata de una historia ficticia que nos transporta irremediablemente a escenarios que nos son desgraciadamente cercanos.

Durante sus páginas seguimos los pasos de David Abós, un apasionado y romántico alpinista (un alpinista maldito, al estilo de Rimbaud) que tras años en el Himalaya vuelve a su pueblo natal, en el Pirineo aragonés, para recluirse en un refugio de montaña. Las razones de este retiro las iremos descubriendo en el libro, en el que se relatan los grandes hitos de las cumbres, pero también sus escenarios más oscuros.

Entre olor a libros viejos en zaguanes húmedos, templos budistas a 4.000 metros de altura, ibones helados y sherpas descalzos, a lo largo de toda la novela se nos invita a una reflexión sobre el alpinismo, tanto en un sentido filosófico como material.

¿Para qué escalamos? Se pregunta constantemente David. ¿Para escapar, ser libres (o sentirnos tales)? ¿Huimos de algo? ¿Tan solo queremos superarnos? ¿Es un acto poético, una escalada en verso? O, como diría Ludwig Hohl: ¿Para escapar de la prisión?

David crece como un joven que entiende el alpinismo como una filosofía o como un arte, una actividad extrema que entraña lirismo y belleza intrínseca. El alpinista como símbolo, viajero del romanticismo, talismán de verdades y pureza. La montaña como proyecto de vida consciente, cercano a la poesía y la literatura. Una herramienta, al final, para hacer de la vida literatura.

Pero, junto a él, asistiremos también al desengaño: a la desmitificación de las cumbres y todo el mundo que las rodea. Seremos testigos de cómo el consumismo (inherente a un modelo socioeconómico capitalista mundializado) ha convertido el alpinismo en depredación. Lejos de la sostenibilidad, tenemos la turistificación masiva; lejos de la progresión personal, tenemos la competición más agresiva (más cumbres en menos tiempo, como es moda ahora, olvidado espíritu alpinista y explorador, enajenado del entorno que no es más que un escenario para la creación del yo).

La montaña ha acabado siendo un entretenimiento de consumo rápido más, con todas las consecuencias que esto conlleva. Así, tenemos Asia, lo que los occidentales han decidido que sea Asia: un enorme bazar de gangas metafísicas, cúpulas doradas, monjes budistas, karma tranquilizador, sexo infantil, comida exquisita, esclavos textiles, siervos electrónicos, montañas de deseo.

Pero no nos hace falta irnos al continente vecino para apreciar estas desastrosas consecuencias: tanto en Nepal como en Aragón somos testigos de este proceso. Aquí, sin irnos más lejos, la montaña también está siendo invadida por empresas como Aramón, amenaza constante para valles enteros a golpe de hierro y hormigón, como ocurre en la Canal Roya o en Castanesa, con el telón de fondo de unos Juegos Olímpicos de Invierno utilizados en beneficio del pelotazo urbanístico y el bolsillo de unos pocos.

El viaje vital de David Abós nos pondrá en contacto con estos procesos globales, a los que el alpinista se enfrenta con toda su frustración: entre el abatimiento y la esperanza

En definitiva, lo que se nos presenta en este libro es una dicotomía sobre la que reflexionar, o incluso tomar partido: la montaña como arte o como depredación; como una filosofía de vida cercana al misticismo, como alternativa al mundo que nos ha tocado vivir, o como un brazo más del expolio capitalista al medio natural y a aquellos que lo habitan.

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