El Seminario como síntoma

El 1 de febrero de 2018, el Colectivo Ciudadano de Huesca presentaba en el registro de la DGA una solicitud de declaración como Bien de Interés Cultural para el conjunto del viejo Seminario Conciliar. Junto con el extenso documento histórico y científico que avalaba la petición, se acompañaban más de 1.200 firmas de ciudadanos que bajo el lema de un manifiesto titulado “¡Salvemos el Seminario!” se habían sumado a una demanda de responsabilidad cívica y exigencia de respeto patrimonial. Han transcurrido algo más de tres años y todavía hoy gravita una pregunta central en el largo contencioso generado desde entonces, …

El 1 de febrero de 2018, el Colectivo Ciudadano de Huesca presentaba en el registro de la DGA una solicitud de declaración como Bien de Interés Cultural para el conjunto del viejo Seminario Conciliar. Junto con el extenso documento histórico y científico que avalaba la petición, se acompañaban más de 1.200 firmas de ciudadanos que bajo el lema de un manifiesto titulado “¡Salvemos el Seminario!” se habían sumado a una demanda de responsabilidad cívica y exigencia de respeto patrimonial.

Han transcurrido algo más de tres años y todavía hoy gravita una pregunta central en el largo contencioso generado desde entonces, una pregunta y sus derivadas, a las que el equipo de gobierno municipal no responde y que, sistemáticamente, elude la presidenta de la Comisión de Urbanismo María Rodrigo: ¿Por qué se ha redactado un proyecto que prescinde de un tercio de la edificación, precisamente los inmuebles que conforman los dos patios históricos? ¿Por qué no se ha redactado un proyecto que contemple el conjunto y dé uso a todas las estancias una vez reformadas? ¿Qué misterioso aprovechamiento puede encajarse en un edificio demediado, que no quepa en el inmueble íntegro que se ha construido a lo largo de los siglos? ¿Se esconden intereses inconfesables en la elección de una propuesta urbanística mutiladora? ¿Por qué dilapidar patrimonio cuando se puede conservar sin daño de partes?

Al lector le puede parecer extraño que semejantes preguntas todavía sigan en el aire como un pájaro que nunca llega su nido, pero esa es la realidad, y después de intensa reflexión solo se nos alcanzan dos interpretaciones o conjeturas, a saber, o bien María Rodrigo esconde una carta en la bocamanga donde luce los galones de lideresa de un PSOE municipal desnortado y confundido, o no tiene ninguna explicación. Si es lo primero es feo, trampa de tahúr fullera. Pero pudiera ser, en el segundo caso, y en un alarde de imaginación y generosidad, que la propuesta que fragmenta el inmueble obedezca al capricho de un arquitecto iluminado y pretencioso, un técnico que la ha logrado convencer de que brillará como una rutilante estrella de la política imponiéndose con autoridad y piqueta frente a la historia del monumento y sus valedores. ¿Podría ser?

Durante los tres años recorridos en el ámbito de las administraciones concernidas, el Colectivo Ciudadano primero y la Plataforma para la Defensa del Patrimonio después, hemos realizado algunos avances de relieve logrando la declaración de máxima catalogación en la categoría de monumento para la iglesia de la Santa Cruz, la más antigua de la ciudad, si bien inexplicablemente sin entorno de protección; hemos logrado la declaración como bienes catalogados del patrimonio cultural aragonés para las fachadas adyacentes a la calle General Alsina y a la plaza de la Universidad, así como las pertenecientes al segundo patio porticado. Igualmente, se protege todo el solar que ocupa el Seminario por constituir un yacimiento arqueológico de enorme importancia y potencialidad. Paradójicamente, se ha catalogado lo más moderno, pero se han desprotegido los patios más antiguos.

Con todo, no ha sido fácil salvar estas piezas del conjunto, ya que a lo largo de las múltiples alegaciones, recursos, expedientes, instancias… siempre y en toda ocasión hemos tenido enfrente a los servicios de Urbanismo del Ayuntamiento espoleados por su gobernanta. Han negado de forma sistemática, determinada, torticera y mendaz, como si de una máquina trituradora se tratara, todos y cada uno de los argumentos esgrimidos para poner de relieve el valor artístico, patrimonial e histórico de cualesquiera de los espacios necesitados de protección. El peor y principal enemigo de la conservación monumental ha sido el propio Ayuntamiento.

Dicho de otro modo, para proteger el Seminario hemos tenido que litigar contra el poder municipal que siempre ha albergado una intención aniquiladora y liquidacionista. A título de ejemplo, las conclusiones del penúltimo informe arqueológico, en este caso encargado por Urbanismo, han sido consideradas tan “decepcionantes” por la Dirección General de Patrimonio que ha sido preciso encargar otro peritaje a un arqueólogo independiente. En ninguno de los casos, por otra parte, se justifican los derribos, aunque la presidenta del área, María Rodrigo, sostenga con inverosímil aplomo, que ambos autorizan semejante tropelía. Pero no solo dos, sino hasta tres documentos, sostiene Rodrigo, son los que otorgan carta de naturaleza a su propósito, el tercero, dice, firmado por un “arqueólogo urbanista”, documento ignoto, acerca de cuya existencia y alcance nos permitimos dudar abiertamente.

El Seminario, en suma, es el síntoma de la política del Ayuntamiento de Uesca en materia de patrimonio. Es el síntoma de una actitud abiertamente contraria, cuando no hostil, hacia el conocimiento de la historia, el mantenimiento en condiciones de divulgación de la rica arqueología de la ciudad, el desentendimiento de la obligación de mantener con dignidad y decoro edificios señeros del casco antiguo, la negligente contribución a la acumulación de solares, la negación de valores urbanísticos, materiales, decorativos y sobre todo queridos secularmente por los oscenses.

De cuando en cuando, quizá urgidos por una cierta mala conciencia a la luz de las reiteradas denuncias promovidas por la Plataforma para la Defensa del Patrimonio y a pesar de su falta de iniciativas, dan un golpe en la mesa y acuerdan el inicio de un procedimiento de sustitución de la propiedad como el emprendido en San Pedro y en San Salvador, lustros después de que la constructora Masari se haya dedicado con alevosa impunidad a comprar inmuebles para llevarlos a la ruina. La misma urgencia les ha llevado a convenir con el consejero de Cultura la declaración de BIC para el Círculo Católico, una protección hueca y anacrónica, un lavado de cara que no se llevará la roña de veinte años de abandono. Preterición como la que administran al yacimiento arqueológico de la calle Zarandia, al de Vidania, al solar de Vilas…

Otra manifestación del síntoma es la evidencia del nulo interés por propiciar la participación ciudadana, por escuchar la opinión de asociaciones vecinales y entidades culturales y patrimonialistas cuando los proyectos tienen entidad y enorme alcance social. En ningún momento ha contado este equipo de gobierno y sus comparsas, con incorporar otras opiniones a la mesa de trabajo. Claro, que si son opiniones críticas cuanto más lejos mejor.

¿Cree el Ayuntamiento que tiene suficiente representatividad, criterio y sobre todo autoridad moral para “regenerar” el Seminario tumbando la tercera parte de la edificación? Sin duda lo cree, como también se valieron de la misma soberbia actitud los próceres que acabaron con el cuartel de la Merced, el Temple, el viejo mercado, la casa Carderera, el Teatro Principal, el Aero Club, el antiguo hospital provincial… Alcaldes que en su momento dan nombre a calles de nueva construcción, alcaldes cuya memoria queda asociada a la inanidad, pero en cuya biografía alguien dejará anotada a pie de página su torcida interpretación de la historia de Uesca que sirvió para malbaratar el patrimonio común.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies