El pasado jueves, en Madrid, fue presentado un conglomerado empresarial para formar una multinacional del mundo del toro. Hoy, en pleno siglo XXI, no parece el momento ni el lugar adecuados para que tres empresarios de varias partes del mundo pretendan hacer negocio bajo el argumento de “su amor por la fiesta”, cuando la sociedad hace tiempo que le ha dado la espalda a unas tradiciones casposas que siempre han estado asociadas a tradiciones folclóricas más propias de otra época.
El hombre que capitanea el barco es el magnate mexicano Alberto Bailleres. Su nombre aparece en la lista de la revista Forbes como el segundo hombre más rico de México. Poco más abajo también aparece el Chapo Guzmán. A nadie se le escapa que las finanzas mexicanas no es un buen espejo donde mirarse.
Su compañero de viaje es Simón Casas, empresario de la plaza de toros de la Misericordia de Zaragoza. En la rueda de prensa donde fue presentado el proyecto no se dio ningún dato de las condiciones financieras ni jurídicas de la fusión, aunque un equipo de abogados y economistas está trabajando, según sus palabras, “en beneficio de todos”. ¿En beneficio de quién? ¿De una minoría de nostálgicos que siguen acudiendo a las plazas? El negocio de la tauromaquia está exhausto. Caducado. ¿No será la intención de esta multinacional de una fiesta pasada de moda sacar rédito con dinero público? Porque me temo que los bolsillos de los aficionados al toro, además de ser pocos, no están demasiado boyantes. Como los del resto del país.
En la presentación, además, tuvieron la osadía de arremeter contra formaciones políticas de nuestro país que están en contra de la fiesta. Pobre argumentación. Las razones que han movido a estos señores, la mayoría caciques, para defender sus privilegios han sido siempre despóticas e innegociables. Esperemos que las instituciones estén alerta.
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[Olga García Sanz, Coordinadora del Partido Animalista PACMA en Zaragoza]
