Se da por hecho que el sentimiento religioso existe. Tanto que dicho sentimiento se puede herir, ofender, escarnecer, humillar, ultrajar, afrentar, vejar y zaherir. Así lo contemplan las sentencias de jueces bien adiestrados en el espíritu y la letra de un nacionalcatolicismo que aún pervive. Para esta gente, el sentimiento religioso, no solamente existe, sino que quien se meta con él lo puede pasar muy mal, amenazando de este modo la libertad de expresión, sin la cual, paradójicamente, no sería posible la evolución del mismo sentimiento religioso. Y, aun cuando nadie sepa a ciencia cierta dónde se cobija dicho sentimiento, …