Corría la primavera de 1976 cuando un escalofrío de libertad animaba los ímpetus de los españoles tras la muerte del dictador. Por aquel entonces el presidente del Gobierno era el lloricoso Arias Navarro. Las reacciones ante las peticiones de apertura democrática que se escuchaban por todos los rincones del país eran acalladas o bien la represión -dirigida por el “aperturista” Fraga desde su posición al frente del Ministerio de Gobernación- se encargaba de disolverlas en un recipiente de falsas expectativas. La fórmula que encontró D. Manuel fue la de ofrecer participación política en recompensa a la docilidad y apertura a …