Se cumplen 80 años del bombardeo de Gernika

Después de muchos años, queda muy poca gente que crea en las mentiras fabricadas por el régimen franquista sobre lo ocurrido el 26 de abril en Gernika. Este 2017, se cumplen 80 años de una de los genocidios más famosos de la Guerra Civil que se ha convertido en metáfora de libertad.

Como en tantos otros sucesos, el dictador Francisco Franco, murió sin rendir cuentas del bombardeo de Gernika. Es más, el caudillo negó durante toda su vida la implicación directa del bando sublevado y sus aliados fascistas en la muerte de más de 120 personas -en cálculos muy modestos- el 26 de abril de 1937. La historiografía franquista afirmaba y sigue afirmando que la atrocidad ocurrida en la localidad vasca fue acometida por el ejército rojo que incendió Gernika cuando se retiraba.

80 años después del bombardeo, no queda ninguna duda sobre la autoría de los hechos.

Era día de mercado. De cinco y media a ocho y media de la tarde, la legión área Cóndor de bandera nazi junto con unos pocos aviones italianos, todos ellos aliados con el bando insurrecto, lanzaron numerosas bombas sobre la población de Gernika. A finales de la tarde, la cantidad de humo producido por los incendios era tan elevada, que los aviones fascistas bombardearon a ciegas.

Tiempo más tarde se ha llegado a afirmar que el ataque tenía como objetivo una fábrica de armas y un puente, y que se descontroló por culpa de italianos y alemanes. Lo cierto es que ambas arquitecturas quedaron totalmente intactas. No sucedió lo mismo con tres cuartas partes de la localidad de Euskal Herria. Además resulta del todo imposible que se produjera un ataque de estas magnitudes sin que Franco, el máximo responsable militar de los sublevados, diera la orden directa. Desgraciadamente, numerosos archivos sobre el suceso fueron destruidos tras el 26 de abril, y por ese motivo no podemos saber a ciencia cierta quién es el máximo responsable de lo ocurrido.

El bombardeo de Gernika tuvo distintas intenciones. Además de ser una prueba de las fuerzas fascistas que ya se estaban preparando para la Guerra Mundial, el bombardeo en cuestión y otros muchos que ocurrieron antes y después de la fecha, ponían en práctica una nueva forma de llevar a cabo la guerra: bombardeando a la población civil se conseguía desmoralizar fuertemente al enemigo y, como en el caso de Gernika donde muchos de los que murieron eran refugiados que huían, crear un clima de miedo fundamental para la posterior creación de un estado totalitario como el franquista; huir también era, para la lógica militar del bando fascista, desertar y por lo tanto había que matar a los que se marchaban.

¿Por qué Gernika?

Unos pocos meses más tarde, el 2 de noviembre de 1937, la aviación italiana bombardeó Lleida con igual fin. 250 muertos y 750 heridos con un ominoso ataque a una escuela que dejó sepultados bajo los escombros a 60 alumnos de entre 9 y 13 años. Este ataque, pese a dejar una de las instantáneas más crudas de la Guerra Civil realizada por Agustí Centellas, nunca tuvo el impacto del ocurrido en Gernika.

Unos meses antes, el 8 de febrero de 1937, en la carretera de Málaga a Almería, mientras miles de civiles huían del horror de la guerra, el bando sublevado bombardeó desde aviones y barcos a los indefensos. Se contabilizan las muertes por millares. Tampoco trascendió este horror.

¿Por qué ninguno de esos crímenes ha conseguido arraigar en la memoria colectiva de la forma en que lo hace Gernika? Los motivos son estos.

El primer motivo tiene como protagonista a un artista malagueño exiliado en Francia que ese mismo año pintó un cuadro que se erigiría como una alegoría pictórica del terror derivado de las guerras. Picasso creó su famoso lienzo cubista a encargo del Gobierno republicano para la exposición universal de París que se celebraba entre el 25 de mayo y el 25 de febrero. Con él, el artista quiso poner el foco internacional en el horror español.

El segundo de los motivos fue la cobertura internacional que se dio del bombardeo. Sobre todo es notorio el testimonio del periodista George Steer de The Times, que pudo cerciorar que pese a las mentiras lanzadas desde el bando fascista, el bombardeo había sido un acto genocida en toda regla.

En tercer, el bombardeo de Gernika ha quedado en la memoria porque es también metáfora de la historia de España. Por un lado escenificaba la constante manipulación del régimen franquista, mientras que por otro, en su voluntad de no reconocer el genocidio, habiendo Alemania pedido perdón por el mismo, demuestra la clara voluntad de olvido de los sucesivos gobiernos españoles tras la transición.

Es en cuarto lugar y en resumen, tal y como explica el historiador Iñaki Egaña en un artículo en el diario vasco Gara, un icono universal de la libertad.

«Mila ta bederatzirehun hogeita hamazazpigarren urtea, oroitzapen batzu ez ezik beste urte at, ez besterrik. “Hil ezinak dira hitzak izan arren zaurituak" bere jaioterritik urrun gogora ezak Alberti Moskun. Gernika errea, bonbaketatua».

«El año 1937, un año más si no fuera por algunos recuerdos. "Las palabras aunque heridas no pueden morir". Recuerda a Alberti en Moscú lejos de su tierra como muchos otros. Gernika bombardeada e incendiada».

'Gernika 37-87', Kortatu.

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