Reino de España: sin noticias de Bárcenas

Que el Reino de España no es un país europeo “normal y corriente”, es cosa sobradamente repetida. Y es evidente: en un país europeo normal y corriente no se habría llegado a esto; en Italia o en Francia, pongamos por caso, hace mucho que Bárcenas habría tenido un “accidente”, o se habría “suicidado”, o alguien se habría asegurado de comprar su silencio con una oferta que no pudiera rechazar. Las clases rectoras de los países europeos normales y corrientes no suelen estar para bromas, lo que tiene también su porqué: disponen de una larga y refinada experiencia de mando templada …

ricoypobreQue el Reino de España no es un país europeo “normal y corriente”, es cosa sobradamente repetida. Y es evidente: en un país europeo normal y corriente no se habría llegado a esto; en Italia o en Francia, pongamos por caso, hace mucho que Bárcenas habría tenido un “accidente”, o se habría “suicidado”, o alguien se habría asegurado de comprar su silencio con una oferta que no pudiera rechazar. Las clases rectoras de los países europeos normales y corrientes no suelen estar para bromas, lo que tiene también su porqué: disponen de una larga y refinada experiencia de mando templada históricamente en contextos de opinión pública más o menos robusta y bien articulada. Y de producirse con todo y con eso un “caso Bárcenas”, también sería inconcebible que, por ejemplo, los principales sindicatos obreros del país normal y corriente en cuestión no llamaran inmediatamente a una huelga general con un objetivo político obvio: dimisión del gobierno y convocatoria de elecciones generales. Pero como tantas veces se dice, el Reino de España no es un país europeo “normal y corriente”.

En pocas horas el ex-tesorero del PP, Luis Bárcenas, comparecerá ante el juez Ruz. Tras las revelaciones que ha hecho al director del diario El Mundo, la entrega de una página original de la contabilidad B del PP y la publicación de los mensajes cruzados en los que queda chapucera constancia de que el presidente Rajoy le insta al silencio cuando el tesorero del PP ya estaba imputado, sólo queda por confirmar judicialmente lo que ya nadie ignora, y es a saber: que no puede ponerse la mano en el fuego por Rajoy, porque quema.

En medio de una oleada de incendios veraniegos provocados por un secarral sin precedentes y de tormentas secas en casi todas las zonas no montañosas que cuentan cada noche los rayos por miles, Rajoy se pretende incombustible.

Porque no se puede estar peor y meter más la cabeza en el agujero para no verlo. El propio FMI ha retrasado cualquier salida de la crisis hasta el 2015, en el mejor de los casos, y ha explicado que el desfase con el resto de la zona euro se debe a las políticas de ajuste. Las cifras de paro (27%), desempleo juvenil (52%) y pobreza (26%) son de proporciones ciclópeas. Sigue abierta y agravándose la crisis de financiación y del modelo de estado autonómico, a la espera de que el ejercicio del derecho a decidir se concrete en 2014 en Cataluña y la eleve a otro plano. La familia desestructurada que representa al Estado y ostenta su jefatura es un folletín, pendiente de otra causa judicial, el caso Urdangarín. Y la política, el ejercicio consciente de los ciudadanos de su soberanía, ha sido secuestrada por una mayoría absoluta fosilizada y de menguante legitimidad. Por dos veces ha pedido en lo que va de año el demediado jefe de la demediada oposición (PSOE) la dimisión de Rajoy: en febrero y, otra vez, hoy mismo. Entretanto hubo besitos, entendimiento y pactos fotogénicos. ¿Quién puede tomarse mínimamente en serio al errático zascandil que es ahora Rubalcaba? La crisis de los dos partidos dinásticos de la Segunda Restauración borbónica parece irreversible, como atestiguan todas las encuestas de opinión de los últimos meses.

Las crónicas de estos días bordean un esperpento ni siquiera valleinclanesco, sino mendozino: la historia contada en Sin noticias de Gurb, desgraciado alienígena una y otra vez atropellado por la realidad sin saber por qué, sólo obsesionado con el parte meteorológico marítimo. Algo así pensarán en su día los historiadores de este bobarrón período cuando rebusquen en las hemerotecas –tras suscribirse obligatoriamente a Orbyt— y lean los titulares sobre Bárcenas, los Sanfermines, los informes de Consejo Europeo de junio (¿se acuerdan?: el del “pacto de unidad nacional” Rajoy/Rubalcaba intermediado por Felipe González), la ola de calor y las negociaciones sin objeto entre el PSOE y el PSC.

No ha habido manera hasta la fecha de que el máximo responsable del PP y del Gobierno comparezca para explicar sobres, sobresueldos, financiaciones ilegales, donaciones en dinero negro de empresarios, comisiones de proyectos públicos, etc. Como un don Tancredo cualquiera –el hierático mudito de las corridas bufas—, Mariano Rajoy aguanta. La secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, Dolores de Cospedal, que ha llegado a ingresar en nómina hasta cuatro sueldos mientras despedía a 4.600 enseñantes de su autonomía, puntualiza que ella solo estuvo seis meses conviviendo con Bárcenas en la sede de la calle Génova. Y el portavoz parlamentario del PP, Alfonso Alonso, claramente desbordado por la situación y jaleado desde el burladero por Esperanza Aguirre, regaña tan jaque al resto de los partidos parlamentarios y extraparlamentarios: estarían "adoptando a un delincuente” como Bárcenas.

Ya no es la vida política la que está judicializada; es todo el Reino. Ningún ejemplo mejor que la causa Bárcenas, en la que el PP pretendió ser acusación particular al tiempo pagaba a los abogados del principal imputado. Lo ha dicho muy claramente el nuevo abogado de Bárcenas, Gómez de Liaño: "ahora mando yo".

El PSOE, tras levantar acta de las “tres crisis” del país en su Comité federal con las mismas palabras que Rubalcaba usó en el anterior, añade ahora un parrafito twitero final, sin embargo decisivo: "El tiempo que gana el Sr. Rajoy es exactamente el mismo que pierde España". Pero es incapaz de presentar una moción de censura parlamentaria, porque como le ha recordado el PP, ni es el líder de la oposición, ni tiene programa, ni tiene alternativa. Ni tiene, dígase también, una comprensión mínimamente cabal, un diagnóstico, de lo que está ocurriendo. El “tiempo que gana Rajoy” coincide exactamente, por otra parte, con el tiempo que le queda a Rubalcaba, rehén por propia voluntad del pánfilo ejercicio de una oposición tan “responsable”, que sólo aspiraba a aliarse con un gobierno en descomposición, incapaz hasta de representar los intereses encontrados más críticos de las clases dominantes (como ha puesto de relieve el nuevo decreto sobre las tarifas del sector eléctrico, que ha venido a confirmar de la manera más grosera el desmadre del sector bancario rescatado, una “solución” rápidamente trocada en problema, y de los gordos).

Nunca ha sido tan patente la falta de una alternativa política desde las fuerzas y las organizaciones de la izquierda social y política. Y pocas veces se ha necesitado tanto. Es de temer que, si no responden a la altura de la gravedad de la situación, comiencen muy pronto a sufrir la erosión de esta torrentada que amenaza con arrastrar y aun engullir a todo quisqui.

Todos Tancredos, no queda sino esperar inermes a que no nos pille el toro. A Gurb le pasaban por encima con destacable puntualidad los autobuses metropolitanos en las Ramblas de Barcelona.

Mañana -hoy- declara Bárcenas. No hay precedentes de que se haya imputado en el Tribunal Supremo a ningún presidente del Gobierno del Reino de España. A eso se le llama “ganar tiempo” en este país poco normal y corriente. No es imposible que Rajoy le envíe esta noche un SMS calderoniano: "cuando tan torpe la razón se halla, mejor habla quien mejor calla".

Antoni Domènech, Daniel Raventós y Gustavo Búster -miembros del Comité de Redacción de SinPermiso-

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies