¿Qué crisis es esta? ¿Fin del capitalismo? (parte II)

Este artículo, es la segunda parte del texto base de una conferencia impartida por Pedro Arrojo, profesor de economía y Premio Goldmann de Medio Ambiente, en la Universidad de la plaza, del 15M de Uesca. Puedes leer la primera parte aquí. [Con Firma] Acabar con la opacidad del sistema financiero y  los paraísos fiscales. ¡Piensa global y actúa local y globalmente! (2ª parte) | Cambio de época. Hacia una nueva prosperidad | Por Pedro Arrojo Agudo, profesor del Dpto. de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza. El autor recuerda que éste es un texto en elaboración y por tanto agradecerá críticas …

Este artículo, es la segunda parte del texto base de una conferencia impartida por Pedro Arrojo, profesor de economía y Premio Goldmann de Medio Ambiente, en la Universidad de la plaza, del 15M de Uesca. Puedes leer la primera parte aquí.

[Con Firma] Acabar con la opacidad del sistema financiero y  los paraísos fiscales. ¡Piensa global y actúa local y globalmente! (2ª parte) | Cambio de época. Hacia una nueva prosperidad | Por Pedro Arrojo Agudo, profesor del Dpto. de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza. El autor recuerda que éste es un texto en elaboración y por tanto agradecerá críticas y todo tipo de aportaciones que se pueden dirigir al correo arrojo@unizar.es.

2.- Más allá de una crisis cíclica, un cambio de época

Intuyo que vivimos algo más que una crisis cíclica del capitalismo. Creo que tenemos el privilegio, o la desgracia, de vivir los inicios de un cambio de epoca que implicará superar viejas ideas, como el paradigma renacentista de dominación de la naturaleza, la mitificación individualista del mercado y el crecimiento ilimitado como base del progreso, la discriminación por sexo, raza, cultura o riqueza, o el viejo principio romano de “si quieres la paz, prepara la guerra”…; para sustanciar nuevos paradigmas y principios éticos de sostenibilidad, gobernanza participativa, igualdad en la diferencia y no-violencia que garanticen el respeto efectivo a la vida en la biosfera, los derechos humanos y un nuevo concepto de ciudadanía global como base de la democracia.

Se necesitará tiempo, no sólo para diseñar las nuevas ideas y coherencias, sino sobre todo para madurar esa perplejidad, transformada en indignación social, y construir la necesaria voluntad colectiva de cambio. Una voluntad colectiva que debe permitir modificar pacífica y democráticamente la correlación de poder vigente si queremos desarrollar nuevas coherencias que superen cuestiones como:

  1. El crecimiento en consumo de bienes y recursos como clave de la prosperidad, para asumir de forma efectiva el nuevo paradigma de sostenibilidad.
  2. La visión de corte individualista, que impuso el capitalismo, para abrir espacios de cooperación y solidaridad que permitan superar los problemas de inequidad y pobreza que bloquean el avance efectivo de la democracia global.
  3. La visión machista y de discriminación racista, para asumir definitivamente una visión de igualdad en la diferencia.
  4. La visión de las “Guerras Justas” para desarrollar y asumir el Derecho Humano a la Paz en el ámbito internacional, de igual forma que en el seno de cada país se supo dejar fuera de la ley la violencia como herramienta para dirimir conflictos…

3.- Una nueva visión de “Prosperidad”

Un mundo de 9000 millones de habitantes que aspiren, como de hecho aspiran, a vivir con niveles de consumo similares al de los países de la OCDE necesitaría multiplicar su producción por 15 para 2.050. Dado que actualmente desbordamos ampliamente las capacidades sostenibles de disponibilidad y regeneración de recursos básicos, desde el vigente modelo de desarrollo en el que la prosperidad queda inexorablemente vinculada al consumo, estamos abocados a un futuro inviable.

En rigor,  se debe matizar que el sistema podría hacerse viable por unas décadas más, pero sobre la base de profundizar la inequidad y destruir las bases democráticas en las que dice querer sustentarse. Dicho en otras palabras: el vigente modelo de desarrollo y de prosperidad no es democratizable a nivel global, y por tanto estaría abocado a desarrollar modelos autoritarios que permitan mantener en la miseria a la mayoría de la población mundial.

Aunque nos resulte difícil de aceptar sin sonrojarnos, estas tendencias autoritarias ya están emergiendo de forma clara en los países ricos, en forma de fuertes movimientos xenófobos promovidos por partidos políticos de corte neofascista como el “Tea Party”, en EEUU, el Frente Nacional, en Francia, o el Partido de Auténticos Finlandeses, en Finlandia…

En este contexto, urge reflexionar sobre el concepto de “progreso” y “desarrollo” que hemos promovido, estrictamente vinculado al crecimiento y al correspondiente incremento en el consumo de bienes y recursos.

La emergencia del paradigma de sostenibilidad y la indiscutible limitación de recursos que ofrece el planeta, exigen desacoplar  los concepto de desarrollo y de crecimiento.

3.1.- ¿Desacoplar desarrollo y crecimiento aumentando la eficiencia?

En lo que podría caracterizarse como un enfoque de “desacoplamiento débil”, se viene proponiendo el concepto de “desarrollo sostenible”, sobre la base de incrementar la eficiencia. Desde este enfoque se suelen promover políticas públicas e incentivos de modernización que, en efecto, reducen el consumo de energía, de agua y de recursos en general, por unidad producida de bienes, sobre la base de aplicar nuevas tecnologías. Sin embargo, el resultado final no nos libra de la contradicción que pretendíamos superar. Los datos empíricos derivados de este tipo de estrategias, bautizadas con ligereza como “sostenibles”, demuestran que, aunque en términos relativos se consume menos para producir algo, lo cierto es que acaba creciendo el consumo total y disparándose los problemas de insostenibilidad.

A lo largo de los últimos treinta años, hemos conseguido reducir la energía necesaria para producir una unidad económica en más del 30%; el CO2 emitido ha pasado de 1,4 Kg por euro producido a 1 kg por euro. Sin embargo, globalmente, hemos incrementado la emisión de CO2 en un 40% desde 1990.

Si los 9000 millones de habitantes simplemente aspiraran a un crecimiento de ingresos, en términos reales, del 2% anual (es decir la media europea del pasado inmediato), la intensidad de emisión de CO2 debería disminuir en un 11% anual para estabilizar el clima; es decir 16 veces más rápido de lo que se ha conseguido desde 1990. En 2050 se necesitaría que la emisión fuera de 6 gramos por dólar de producción, es decir 130 veces menor que hoy.

En el campo de la gestión de aguas se llega a resultados similares. En países desarrollados, como España, se han promovido meritorias e interesantes políticas públicas de modernización de redes de riego y urbanas, al tiempo que se ha incentivado la eficiencia en los diversos tipos de uso. Al final, aunque la eficiencia global ha aumentado, también lo ha hecho el nivel de consumo total. En concreto, en apenas una década, la eficiencia del regadío en las zonas modernizadas ha subido entre un 15 y un 20%, al tiempo que se ha incrementado la eficiencia de las redes urbanas entre un 10 y un 20 %. Todo ello llevaría a esperar un descenso total de un 8%; y sin embargo, nos encontramos con un 8%, pero de crecimiento.

Aumentar la eficiencia, sin duda, ofrece un margen que debemos aprovechar, pero para diseñar y promover los cambios necesarios en nuestro modelo de vida y de progreso. La mejora en la eficiencia no resuelve el nudo de la contradicción de insostenibilidad que colapsa nuestras perspectivas de futuro. Dicho en otras palabras: si no cambiamos las claves consumistas que alimentan la lógica de crecimiento del sistema y asumimos de forma efectiva los límites del planeta, promoveremos un colapso más o menos eficiente de la biosfera, desde las más sofisticadas tecnologías disponibles...

Almería era una de las regiones más pobres de España. Con el descubrimiento del acuífero de Dalías, que recoge las aguas del deshielo de Sierra Nevada, se inició una próspera agricultura bajo plástico que permite hoy hacer hasta dos y tres cosechas de productos hortícolas para la exportación. A finales de los 80, con 8.500 ha bajo plástico, es decir unos 16.000 campos de fútbol, se rebasó el nivel de sostenibilidad del acuífero, lo que llevó a declararlo como “sobreexplotado” y prohibir cualquier nuevo pozo… Sin embargo, hoy la superficie de invernaderos se estima en unas 30.000 ha, además de haberse construido miles de chalets con piscinas, cesped y campos de golf … El acuífero no ha parado de bajar y se ha iniciado un proceso de salinización que anuncia tiempos difíciles. Sin embargo, la eficiencia en el uso, particularmente en los invernaderos, es máxima, con riego a goteo controlado por ordenador. Este es un ejemplo de cómo, asumiendo las tecnologías más eficientes podemos quebrar la sostenibilidad de nuestros ecosistemas, cuando ignoramos sus límites…

3.2.- ¿Desacoplar prosperidad y crecimiento valorizando servicios inmateriales?

Más allá de usar las tecnologías más eficientes, la clave debe centrarse en asumir los límites del propio planeta y de sus ecosistemas. Y ello exige inexorablemente poner en cuestión el modelo de “progreso” que hemos asumido, basado en el crecimiento ilimitado en uso y consumo de bienes y recursos materiales.

La Directiva Marco de Aguas ofrece ya un ejemplo a este respecto. Por ley se establece la obligatoriedad, para todos los países de la UE, de estudiar y fijar un régimen mínimo de caudales para cada tramo fluvial que garantice la recuperación y conservación del buen estado ecológico de los correspondientes ecosistemas acuáticos y dependientes. La propia ley especifica que tales caudales no deben siquiera caracterizarse como “demandas ambientales”, a fin de evitar siquiera la tentación de colocarlos en competencia con otras “demandas”. Se establece que tales caudales deben considerarse una “restricción” a todo tipo de usos productivos (con la única excepción del uso de boca en situaciones de emergencia). Hoy, desde las perspectivas de cambio climático en curso, y en aplicación de esta ley, en la práctica totalidad de las cuencas mediterráneas europeas se tiene que ir colgando el cartel de “no va más”. También en California (EEUU), se vienen asumiendo principios y criterios de gestión de aguas que han llevado a frenar el ritmo del crecimiento de la demanda de agua.

Sin duda, en una sociedad en la que cada vez tiene un peso relativo cada vez mayor el sector servicios, se abre la perspectiva de desarrollar y valorizar servicios que no comporten consumo de bienes y recursos materiales, como los servicios de cuidado a los demás o el disfrute del tiempo libre, en la naturaleza, con amigos, familiares etc… Aún con muchas contradicciones y lagunas, se empieza a reconocer el trabajo no remunerado de la casa, del cuidado a los niños, a los enfermos y a las personas mayores…, generalmente realizado por las mujeres. Un ejemplo positivo en este campo es el de la Ley de Dependencia.

Aunque sea complejo medir la felicidad individual y colectiva, desde las más diversas metodologías sociológicas se reitera que, por encima de ciertos niveles de consumo, la clave para conseguir mayores cotas de bienestar no reside en aumentar el nivel de consumo, sino en factores inmateriales y culturales: nivel de relación social, tiempo para las relaciones familiares y de amistad, relación con la naturaleza, nivel de participación política efectiva, nivel cultural y educativo … Valores inmateriales que requieren no sólo de tiempo sino de disposición cultural para saber vivir la vida. En este sentido es y será fundamental promover una nueva filosofía del “bien vivir”, alternativa a la del “consumismo” imperante.

3.3.- Hacia una nueva visión ética de la “prosperidad”

Yendo incluso más allá, deberíamos preguntarnos si esas relaciones humanas, en las que sin duda encontramos más satisfacción y felicidad que en el consumo compulsivo de bienes materiales, deberían pagarse sistemáticamente y mercantilizarse; o si por el contrario, no sería más razonable valorizar socialmente la gratuidad en nuestras relaciones, siguiendo la lógica humana de la solidaridad y del cariño, más allá del intercambio mercantil. Intuyo que la cuestión no está sólo en “desmaterializar el consumo” sino también en “descomercializar el concepto de prosperidad”, “desmitificar la competencia individualista” y “reforzar nuestras capacidades cooperativas”.

Se ha promovido una sociedad de “perdedores” y “ganadores”, mitificando la competencia como clave de progreso y desdeñando o relegando a planos secundarios los valores de la cooperación. Una mitificación que ha llevado a consagrar, no sólo como inevitables, sino como saludables y justas, las más atroces desigualdades. Se ha glorificado la capacidad del mercado para promover el bien común gracias a esa “mano invisible”, que el propio Adam Smith retiraría de su literatura si resucitara y constatara la manipulación descarada que se ha hecho de ella. Superar esa mitificación productivista de la competitividad individualista, para reforzar las componentes sociales y comunitarias del ser humano, intuyo que debe ser uno de los retos filosóficos y éticos a abordar.

Al decir esto, no pretendo defenestrar las relaciones de mercado o la competencia como incentivo para mejorar rendimientos y eficiencias; tan sólo pretendo bajarlas del altar y desmitificarlas, para redimensionar su importancia en un contexto en el que emerjan y se reconozcan los valores de solidaridad, cooperación y responsabilidad colectiva.

Disponemos de un amplísimo espacio de experiencias modernas de vida, alternativas al modelo dominante, que vienen demostrando su eficacia, en coherencia con principios de sostenibilidad, equidad y justicia. Modelos y experiencias de vida que parten de un diseño alternativo del concepto de prosperidad. Modelos basados en la responsabilidad individual y colectiva frente a los retos de la humanidad en el siglo XXI, lo que exige un nuevo orden de prioridades éticas y un nuevo papel de la política, en su sentido aristotélico más noble. Cierto que esas experiencias se nos antojan dispersas y lejanas a consensos efectivos y entusiasmos mayoritarios. Pero ¿acaso los alegatos contra la esclavitud tuvieron mejor suerte durante los largos siglos en los que la vieja y cristiana Europa fomentó el esclavismo por todo el mundo?

Desde ese rico abanico de experiencias alternativas de vida se vienen generando conceptos, propuestas y líneas de pensamiento interesantes que sería preciso valorar, expandir y practicar social y políticamente.

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