Pablo Iglesias, la ciencia y los opinólogos a sueldo

En estos días ha habido muchas reacciones a la reciente solicitud de Pablo Iglesias y Estefanía Torres para que la Comisión Europea reconozca la “hipersensibilidad electromagnética” como enfermedad y para que no ceda a la presión de los lobbies de las telecomunicaciones.

En estos días ha habido muchas reacciones a la reciente solicitud de Pablo Iglesias y Estefanía Torres para que la Comisión Europea reconozca la “hipersensibilidad electromagnética” como enfermedad y para que no ceda a la presión de los lobbies de las telecomunicaciones. Pues bien, lejos de considerarlo una buena noticia (insuficiente aún, pero un paso positivo) una caterva de opinólogos profesionales, que tratan de crear supuestas verdades entre el gran público, ha reaccionado con virulencia. La dimensión que está cobrando el ataque propagandístico genera la obligación ética de contestar y de contrarrestar su discurso único.

Los protagonistas de tan desafortunada reacción escriben desde una supuesta superioridad que les otorga su, de nuevo supuesta, formación científica. Bien, lo primero que hay que aclarar es que si tal formación fuera cierta y/o adecuada habrían investigado algo más, y no exhibirían ese supino desconocimiento de la literatura científica sobre el tema; en el caso de que se trate de ignorancia, claro, y no de una vergonzante adscripción mercenaria a intereses crematísticos. Como decir falsedades, intencionadamente o no, es gratuito, ellos no necesitan mencionar ninguna fuente. Remitimos nosotros a algunas (no muchas para no abrumar al lector) que son bien representativas y que comprendían muchas más:

- en primer lugar, a los resultados del Proyecto Reflex uno de las investigaciones más importantes llevadas a cabo, en la que participaron 12 laboratorios de 7 países. Después de varios años de trabajo, la más impactante y contundente de sus conclusiones fue que determinadas emisiones resultan ser genotóxicas.

- en segundo lugar, a las conclusiones del informe Bioinitiative. En este caso se trata de un estudio secundario, esto es, basado en los datos de más de 1500 estudios, que fueron sintetizados en unos 600 folios y que dieron lugar incluso a una declaración y, en cierto modo, a un posicionamiento, del propio Parlamento Europeo.

- en tercer lugar, a dos textos más breves, accesibles y sencillos que fueron elaborados también para sintetizar algunas informaciones sobre el tema y compendiar los resultados de los estudios, ofreciendo enlaces a algunos de los principales: uno realizado por quien firma y otro el elaborado para la Plataforma Estatal Contra la Contaminación Electromagnética por el colectivo gallego de la APDR (Asociación Para la Defensa de la Ría de Pontevedra), en Octubre de 2010, dirigido especialmente al ámbito educativo pero con validez general. (Se puede consultar en la página escuelasinwifi.org)

En la actualidad contamos con cientos de declaraciones y miles de estudios científicos. Destacamos algunas conferencias y declaraciones de todo el mundo emitidas desde 1998, en la línea del principio ALATA (“tan bajo como la técnica permita”, por sus siglas en inglés), que han llamado a aplicar el principio de precaución con límites y criterios más restrictivos ante la abrumadora evidencia de los efectos no térmicos de la radiación no ionizante en todas las frecuencias: 1998: Viena; 2000: Salzburgo, Roccaraso; 2002: Alcalá de Henares, Catania, Friburgo, 2004: Bamberg, Maintal; 2005: Lichtenfels, Helsinki, Haibacher, Pfarrkirchner, Freienbach, Lichtenfels, Hof; 2006: Benevento; 2007: Londres, Venecia; 2008: Herberman, RNCNIRP (Rusia); 2009: París, PortoAlegre, RNCNIRP (Rusia); 2010: Copenhague.

Lo segundo que hay que apuntar es que quienes presumen de científicos no deberían exhibir la prepotencia de la que hacen gala, (impropia de científicos de verdad), por la cual se permiten decir que tal vez Pablo Iglesias y, por extensión, todos los que denunciamos la existencia de una altísima, y creciente, contaminación electromagnética no estudiamos en el instituto siquiera el espectro electromagnético. Veamos. Quizá los opinólogos desconozcan la cualificación de quienes han elaborado y elaboran los estudios existentes, (que, repetimos, se cuentan por miles), y tal vez deseen informar sobre el espectro electromagnético a investigadores de referencia como Olle Johansson, Profesor de Neurociencias en el Instituto Karolinska (Suecia). O, ya en nuestro país, al doctor Bardasano, director del Instituto de Bioelectromagnetismo "Alonso de Sta. Cruz" e investigador de la Universidad de Alcalá de Henares, cuyos estudios, por cierto, sobre los efectos de determinados campos sobre la glándula pineal (y en particular sobre la secreción de melatonina) son reconocidos en buena parte del mundo, aunque no tanto aquí... Se atreverían incluso a enseñarles a sumar dos más dos, pero me da que no son éstos últimos quienes lo necesitan...

En tercer lugar, el azote de “conspiranoicos” tiene un pequeño problema de cultura política y también de proyección psicológica. No sólo niegan las investigaciones (miles, ¿lo dijimos ya...?) sino que además explican determinadas denuncias en base a espurios intereses de gentes que ofrecen remedios para la electropolución. Cierto que hay aprovechados, como en todos los ramos, que intentan vender dispositivos ridículos; tan cierto como que hay ingenieros y otros especialistas sobre el tema que ofrecen pequeños aparatos bien útiles y sobre todo muy buena información. Pero hacer creer a la gente y, lo que es peor, creerse ellos mismos sagaces descubridores de intereses ocultos por pretender que cuatro tipos que venden pegatinas para ponerle al teléfono móvil son los responsables de este “injustificado alarmismo” es una tomadura de pelo. En fin, esto es todo un insulto a la inteligencia, y supone presentar la realidad invertida. Las todopoderosas empresas de telecomunicaciones, y no los vendedores de pegatinas, sí tienen un enorme poder de coerción, y condicionan sobremanera las políticas comunitarias y particularmente las del Estado Español. De hecho, tal como antes comentábamos, la contundencia del informe Bioinitiative obligó al Parlamento Europeo a sendas declaraciones (Resolución del Parlamento Europeo, 04.09.08  Resolución del Parlamento Europeo, 02.04.09) llamando a respetar el principio de precaución, sistemáticamente violado en este caso, y a imponer medidas más restrictivas a las compañías. Sin embargo, como ocurre en el caso de los transgénicos, España es el paraíso de las corporaciones, que promueven los cambios legislativos a su antojo, de modo que, mientras en Europa se avanza en materia de seguridad en el tema y se promueve la conexión con cable (más segura tanto para la salud como para la protección de datos), en nuestro estado asistimos a un lamentable todo vale.

Por el contrario, hay muchos países que establecieron límites más estrictos de emisión de radiofrecuencias que los de la Recomendación de 1999 de la CE (niveles criticados por la Agencia Europea de Medio Ambiente y el Parlamento Europeo, como obsoletos y no protectores especialmente de los grupos sensibles). Afortunadamente, y pese a que dibujen a Pablo Iglesias con una irónica capa de guerrero intergaláctico, son nuestros “columnistas-divulgadores” los que, dando crédito a las informaciones y a los “estudios” que las propias empresas de telecomunicaciones promueven, nos protegen heroicamente de las histéricas peticiones del político.

Por cierto que la “histeria” a la que aluden los opinólogos también merece un pequeño apunte. No sé en qué mundo, en qué ciudad vive esta gente; es un territorio sin duda curioso. Otros, sin embargo, vivimos en ciudades en las que hay WLAN (que es como se llama realmente el tipo más frecuente de red inalámbrica de área local, y no “Wi-Fi” que, como seguro saben de sobra tales “científicos”, es una marca comercial de WiFi Alliance, simplemente la más conocida de las que emiten en el estándar 802.11) por todas partes: en casi todos los bares, en bibliotecas, en centros educativos, en autobuses y trenes... Vivimos en urbes en las que es difícil que al menos la mitad de la gente del autobús urbano no esté conversando con el móvil o utilizando programas de mensajería; en las que incluso es probable que esa misma gente lo vaya haciendo mientras anda por la calle, casi hipnotizada por su smart phone; en las que grupos de amigos o incluso parejas estén absorbidos por la pantalla de su 4G en lugar de hablar con la gente que les rodea... Ciertamente, nos cuesta ver el “histerismo” al que se refieren...

Hace algunos años, quisimos añadir al término “electrosensible” el de “electroconsciente” para designar a aquellas personas que, incluso siendo menos sensibles o estando menos afectadas que otras, sí identificaban determinados campos como una (evidentemente, la inmensa mayoría de las dolencias tiene un origen multicausal) de las causas de determinados malestares. Por otro lado, quienes jamás han sido informados de una posible influencia causa-efecto de este tipo de contaminación, pueden tener afecciones incluso más graves, pero no ser capaces de actuar conscientemente sobre (uno de) los orígenes.

Debemos aclarar, para acabar, que mantenemos serias diferencias políticas con Pablo Iglesias y su partido. Esto no se trata de una defensa de tal formación, sino de una actuación concreta que, como decimos, nos parece un paso positivo pero insuficiente. Tal como hemos demostrado, en general en Europa se está en un punto más avanzado que en el Estado español, y realmente se queda corto lo que reclama el europarlamentario. La actuación en nuestro propio país, y, en primer lugar, con campañas informativas serias para un uso responsable y consciente de los nuevos dispositivos de comunicación inalámbrica, es muy necesaria y urgente.

Mientras tanto, seguirá habiendo gente que, por ignorancia o por inconsciente desidia, siga sin dormir bien, con afecciones musculares, con arritmias o rodeado de conocidos que hayan desarrollado algún tipo de tumor, pero que no quieran renunciar a utilizar ciertas tecnologías de según qué modo. El uso y el consumo responsable, la conciencia personal y social y la voluntad de conocer serán, como siempre, buenos antídotos contra esa “enfermedad”. Contra la soberbia (y/o el soborno) de los opinólogos, mucho nos tememos, todavía no hay remedio.

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