Oskar Matute: “el Congreso español es un enorme circo”

Entrevistamos al diputado Oskar Matute aprovechando su participación en el coloquio organizado por Rasmia y Purna en la Universidad de Zaragoza bajo el título “La clase obrera y el derecho de autodeterminación”

Oskar Matute. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Oskar Matute (Barakaldo, 1972) se inicia en los movimientos sociales dentro del antimilitarismo y la desobediencia civil por la insumisión al servicio militar obligatorio. Desde entonces ha militado en diferentes partidos políticos, asociaciones y sindicatos. Apostó desde el principio por una salida dialogada y pacífica al conflicto vasco, desde su militancia en Elkarri. A su vez era militante de Ezker Batua, incorporándose a la dirección del partido en representación del colectivo Ekaitza, una corriente partidaria del soberanismo vasco. Participó en la creación de la asociación sociopolítica Alternatiba Eraikitzen que terminó transformándose en partido bajo el nombre de Alternatiba, escindiéndose de Ezker Batua, e integrándose en la coalición EH Bildu, junto a Sortu, Aralar y Eusko Alkartasuna. En la actualidad, Matute es diputado por Bizkaia en el Congreso en representación de EH Bildu.

Nos encontramos con él en la Universidad de Zaragoza, en un ambiente tenso. El independentismo ha hecho resurgir un nacionalismo rancio español que nunca se fue, al que se le une uno de nuevo cuño. Oskar Matute participa de un coloquio organizado por el Colectivo Rasmia y por Purna, que trata de un tema candente, “La clase obrera y el derecho de autodeterminación”, y una discusión abierta en la izquierda, sobre todo, a raíz del denominado procés catalán. La cita está amenazada de ataque por Falange Española, de ahí la tensión.

¿De qué forma pueden convivir autodeterminación y clase obrera?

Yo creo que no puede haber cambio social ni político, no puede haber construcción de algo nuevo, sin la participación de la clase obrera. Para quienes venimos, y nos reivindicamos, de una mentalidad de izquierdas y marxista, la clase obrera es el motor de la historia. En un proceso de cambio, en un proceso de construcción, incluso de un nuevo país, la clase obrera puede tener una oportunidad magnífica para tomar las riendas del proceso por su dimensión, pues es la clase mayoritaria, y porque si está organizada puede hacer que esa construcción de algo nuevo responda a los intereses de la mayoría de la gente, que es la clase trabajadora.

¿Cómo se viven todos los acontecimientos en torno al Procés catalán tanto en Euskal Herria como en EH Bildu?

Con mucho interés siempre. Con cierta envidia, que no se si puede ser sana o no, pero lo dejamos ahí, todo lo que ha sido el proceso que les ha llevado al 1 de octubre; y con expectación lo que pueda deparar hasta el 21D, que son estas elecciones ilegítimas impuestas por un Estado que no sabe practicar la democracia ni quiere desarrollarla.

A partir de ahí, nuestro pueblo es un pueblo con una reivindicación histórica de la que han ido recogiendo el testigo decenas de miles de personas, generación tras generación, y es evidente que aun mirando con expectación y con simpatía lo que pasa en Catalunya, somos muy conscientes de que es Euskal Herria la que tiene que hacer su propio proceso, que tendrá rasgos y características diferentes. Lo queremos democrático, lo queremos pacífico, pero que lo queremos soberano, pleno e independiente. Queremos construir la nación vasca y hacerlo con las clases populares y para las clases populares.

¿En qué momento se encuentra ese proceso?

Por desgracia se encuentra en un punto de ebullición mucho menor del que nos gustaría. Los gobiernos del Partido Nacionalista Vasco y su apuesta colaborativa con los partidos del 155, el PSOE y el PP, han sumido a la sociedad vasca en una especie de letargo que probablemente encuentra buen caldo de cultivo en la propia composición sociológica de las sociedades modernas: en la estabilidad, en la tranquilidad frente al sobresalto, que también calan en la sociedad vasca. Yo creo que el PNV ha aprovechado esa dimensión que se da en todas las sociedades para instalar una especie de letargo, una especie de efecto dormidera en los ciudadanos.

No obstante, y pese a eso, nosotros como segunda fuerza política en nuestro país seguimos intentando, junto con la mayoría sindical vasca, y junto con el tejido asociativo de Euskal Herria, generar una alternativa de respuesta que blinde los derechos sociales y que, a través de la soberanía nacional plena, pueda dotarnos de la dignidad como pueblo y de la dignidad para las personas que lo componen.

La semana pasada se aprobaba en el Congreso el “cupo” vasco, votación en la que te abstuviste. ¿Es el cupo vasco una negociación simplemente económica?

Es un debate complejo. El concierto, es el documento que acredita que dos entidades, en este caso el gobierno vasco y el Estado español, acuerdan establecer un sistema de financiación que permita a los vascos y a las vascas gestionar sus propios recursos y a la par aportar a las arcas generales del Estado una cantidad para que se pueda sostener. El cupo sería la cantidad que Euskadi tiene que aportar al Estado.

Nosotros estamos de acuerdo con el concierto pero no estamos de acuerdo con el cupo. Sí estamos de acuerdo con que los vascos puedan gestionar sus propios recursos para hacer sus propias políticas, pero somos muy críticos con un nivel de autogobierno que cada vez se está atacando más y desde luego con una contribución al cupo que, en parte, está destinada a servicios que ni deseamos, ni demandamos, como la monarquía, el ejército o las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Creemos que a una fuerza de izquierdas lo que le toca es defender la gestión de lo propio, porque eso te permite además ser solidario, cuando tú tienes algo puedes compartirlo, no cuando no lo tienes, y porque creemos además, que el actual Estado español no hace una apuesta sino la del desarrollismo, la de la corrupción y la de la dilapidación de los recursos públicos, o incluso de machacar a los servicios públicos para seguir favoreciendo a las grandes empresas. Por eso nos abstuvimos.

A partir de ahí, nosotros hacemos una reflexión: para alguna gente, léase PSOE, PP y algunas otras formaciones, que el concierto y el cupo son su punto de llegada, de alguna forma el límite hasta el que están dispuestos a transigir esta especificidad, esta diferencia vasca; para nosotros no es más que una etapa intermedia que evidentemente no queremos tirarla por tierra para quedarte sin suelo, pero no es más que una etapa intermedia, una meta volante, porque para nosotros, nuestro objetivo es la soberanía. Otros, como el PNV, dicen que esto es una meta volante pero nunca hacen nada para alcanzar más metas de soberanía. Por tanto esa es nuestra lectura. Defendemos, porque no queremos renunciar a nada de lo que ya tenemos, pero es que lo queremos todo.

En clave económica también, pero dentro de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV), hace unos días que se aprobó la reforma fiscal que evidencia que las políticas que ejerce el PNV son muy de derechas.

Realmente ni se ha aprobado. Han llegado a un acuerdo el Partido Popular con el gobierno vasco, que en la actualidad lo componen PNV y PSE, para que, los retoques fiscales que ya habían realizado por este gobierno, hayan sido nuevamente retocados con la incorporación del PP, que no ha hecho otra cosa que volver a su esencia: dicen que hay que bajar impuestos para toda la gente, pero lo primero que han hecho ha sido rebajar el impuesto de sociedades para las grandes empresas, hasta el punto de que esa rebaja al 24% para el 2019, porque es progresivo, 26% el 2018 y 24% el 2019, van a situar a la CAV, que siempre se ha jactado de prestar más y mejores servicios porque tenía un nivel impositivo mayor, en una tasa inferior a la de la media en el Estado español. Es decir que una empresa en cualquier punto del Estado español, en Aragón mismo, va a pagar más impuestos que una empresa en la CAV. Eso sin contar las bonificaciones que ya existían, porque ya había un poco de trampa. Se decía: 'las empresas en Euskadi pagan mucho más que en Aragón', bueno, pero también tienen bonificaciones mucho mayores que en Aragón, y al final cuando sacas la cuenta de lo que tienes que pagar, menos las deducciones, no era tanta la diferencia.

Creemos que es un impuesto altamente regresivo, que apuntala la supremacía de las clases dominantes, que son las élites empresariales, sobre las clases populares, y creemos que va en contra de los intereses de la ciudadanía que puede acabar pagando en forma de recortes sociales un retoque fiscal hecho a la medida de la Confederación empresarial vasca.

Vivimos en tiempos de crispación política en el Estado español, especialmente con el procés catalán. ¿Cómo se vive en el Congreso?

Es verdad que existe crispación, pero también, el Congreso español es un enorme circo, o teatro, en el que hay más de escenografía, de pose, que de dimensión política. Lo que sí que se ve en la actualidad es un esbozo de ánimo de revancha, de ganas de eso muy arraigado en la identidad española desde los tiempos del colonialismo en América Latina, que es la venganza. Ya no les vale con sentirse ganadores, yo dudo que lo sean mientras alguien decida levantarse para luchar por algo que considera justo, pero, aun considerándose ganadores, ellos quieren arrasar. Es esa especie de soberbia, de ir sobraos, la que en la actualidad se ve más en el Congreso.

Consideras que esa crispación ¿es más un enfrentamiento entre defensores del Régimen del 78 frente a independentistas o un enfrentamiento entre autoridad y procesos democráticos?

El propio Régimen del 78 es autoritarismo. Creo que lo que el independentismo en Catalunya ha hecho, ha sido defender la democracia. El Régimen del 78 tiene que ser derribado por todos los que creemos que existen condiciones y que, sobre todo, existe la necesidad de ser justos con la historia para generar un horizonte de dignidad para nuestras hijas y nuestros hijos, mayor que el que hayamos podido tener nosotros y nosotras.

El Régimen del 78 se ha visto tambalear con el movimiento independentista, porque se tambaleaba su mercado, digamos su plataforma de negocio, que es el Estado español. Nosotros creemos que este es un momento en el que cualquier demócrata tendría que tener muy claro en qué lado de la barricada, en qué lado de la trinchera estar, y es con quien quiere hacer saltar los candados de algo que nos venden como inmutable.

El otro día Rivera –Albert Rivera, líder de Ciudadanos–, en un debate sobre educación blandía la Constitución todo el rato, como si fuera una biblia, de manera constante, para decir que ‘ahí cabía todo’ y ‘que fuera no hay nada’. Yo le decía que a mí me recordaba a un cuento de Eduardo Galeano que decía que los conquistadores españoles cuando llegaron a América y se encontraron a los indígenas, los conquistadores llevaban la biblia y los indígenas tenían la tierra. Los españoles les dijeron a los indios que cerraran los ojos y rezaran, y cuando terminaron de rezar y abrieron los ojos, los indios tenían la biblia y los españoles la tierra. Ese cuento refleja muy bien la situación actual, utilizan la biblia como una especie de leyes sagradas, no para defender a los ciudadanos, sino para esquilmarles.

Esa biblia la blande Albert Rivera, pero también gente que considerábamos en la izquierda ¿Cómo se vive esa reacción nacionalista española en sectores de la izquierda desde una posición independentista?

Este tiempo que nos ha tocado vivir, estos meses a los que Catalunya nos ha invitado a vivir a todos y a todas nos ha enseñado varias cosas, y una es cuáles son los límites de la solidaridad de la izquierda en el Estado español. Hasta dónde llega su apuesta por el derecho a la autodeterminación, hasta dónde llega su convicción porque un pueblo, si así lo quiere la mayoría de los ciudadanos, pueda, libre y democráticamente, determinar hacia dónde quiere ir. El poso español, la dimensión de ‘no tocar la nación’, o el miedo a tocarla, para no ser acusado de traidor por tu propia nación, les han podido.

Pero bueno, tampoco quiero ser especialmente crítico con ellos. Yo creo que lo que toca hacer, lo tenemos que hacer nosotros y nosotras. Si contamos con su apoyo bien, pero si no contamos con su apoyo, eso no va a suponer un desánimo para el pueblo vasco para seguir defendiendo su derecho a ser una nación libre y democrática.

Se podría ser mucho más crítico, sin duda, pero creo que la historia es larga y no es un proceso estático, sino dinámico y ojalá se lo piensen mejor y acaben entendiendo que arrebatar al nacionalismo autoritario español su bandera, no es solo quitarles el símbolo, es combatir su modelo de construcción social y de construcción de pensamiento.

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