Once claves sobre qué necesita hoy el aragonesismo

...hay mucho por pensar y mucho más por hacer. Sé que mucha gente compartirá mi planteamiento pero no siempre es fácil defenderlo o ponerlo en práctica. Invito a todo el mundo a que lo debata y lo haga suyo...

Foto: Daniel Lerin. Religada en Casa Casalera en O Pueyo de Chaca

El aragonesismo está tocado de muerte. Habrá que hablar las cosas ¿no? Después de una cita electoral viene otra y después otra; y más tarde un importante congreso interno de esta sigla o aquella; y después una movilización general en la que tenemos que centrarnos; y luego no se qué más… Y siempre estamos igual. El aragonesismo está no solo en decadencia, está en as tres pedretas; jodido de verdad, pero nadie parece darse cuenta ni querer hablarlo.

Que el mayor partido con influencia aragonesista -Chunta, por si alguien lo dudaba- no haya hecho ni un ápice de autocrítica pese a sacar sus peores resultados desde finales de los 90, no hace presagiar nada bueno. No quiero buscar culpables, quiero encontrar soluciones, pero para eso hace falta que nos planteemos las cosas y no que las escondamos debajo de la alfombra. Así que eso, ya buscaremos extensos análisis para otro rato, por ahora solo unas pocas reflexiones:

1) Abandonar debates ajenos: primero confluencia en la calle y luego lo que surja. Muchas veces tenemos la tendencia a enfrentarnos en debates que no nos corresponden. Uno de nuestros principales enfrentamientos es la cuestión de la unidad y la confluencia electoral ¿en serio creéis que esto le importa a alguien? Nuestro problema no es que vayamos unidos o no a las elecciones. El aragonesismo no está en crisis por eso, tiene problemas mucho más serios que afrontar. Además, ¿cómo íbamos a funcionar electoralmente si no somos capaces de vernos las caras y trabajar conjuntamente en la calle? A veces en política sumar, si los elementos no saben ni quieren sumarse, no provoca el efecto multiplicador deseado.

2) Trabajar juntos y dejar de pelearnos. Sí, debemos dejar de pelearnos entre nosotros por tonterías. Si amas Aragón y crees que nuestro país ha de tener un movimiento político soberanista constituido y fuerte, eres una especie en peligro de extinción. Por eso no hace ningún bien que te pelees por chorradas con quien quiere lo mismo que tú. No es que haya que abandonar el debate, es necesario, lo que hay que abandonar es la inquina y que las riñas de las viejas generaciones dejen de endeudar a las nuevas.

3) Renovemos ya el discurso. El principal problema que enfrenta el aragonesismo es que, simplemente, se ha quedado anticuado. Los tiempos en política son muy caprichosos y el aragonesismo ha envejecido muy mal en la última década. Su retroceso y falta de influencia social se debe, en gran medida, a su incapacidad para ofrecer una explicación propia acerca de los acontecimientos y la situación política que vive nuestro pueblo. Tras la “victoria” del no al trasvase, el aragonesismo ha quedado huérfano de símbolos, anclado en sus tótems identitarios pero dejando que lo nuevo fuera siempre explicado desde fuera de nuestras fronteras. Quizá nos obcecamos demasiado en envolvernos en nuestras estreladas, en cantar el País perdido o sacar el busto de Labordeta, pero hay que entender que la mayor parte de la sociedad aragonesa no comparte ese horizonte simbólico e identitario en el que nos movemos los aragonesistas. El aragonesismo necesita urgentemente una operación quirúrgica que renueve sus órganos vitales para que vuelva a ofrecer (y transmitir eficientemente) un sentido aragonesista de la política a la población de esta tierra.

4) Renovemos también las caras. Las cosas claras: gran parte de la crisis aragonesista se debe a una ruptura generacional que podría ejemplificarse en la –no tan agua pasada- expulsión de Chobenalla de Chunta. En la Izquierda Independentista apenas hay gente mayor y en CHA apenas hay gente joven. La incapacidad, como movimiento colectivo -pero asumiendo diferentes grados de responsabilidad-, para gestionar el relevo generacional ha supuesto un agotamiento de ideas y referencialidades. Hacen falta nuevas caras, hacen falta nuevas personas referentes en el aragonesismo y hace falta una corriente trasformadora que “jubile” los viejos modos. No solo nuevos rostros con nuevos discursos para presentarse ante la sociedad, también para el funcionamiento interno y la gestión de las contradicciones endógenas del movimiento soberanista.

5) Retomemos la ilusión. Estar de capa caída o no tener apenas perspectiva de crecimiento no mola nada. En política se necesita ilusión para la funcionalidad política y sin ella poco se puede hacer. La izquierda depresiva aragonesa nunca ha sido mucho de ilusionarse, pero a lo mejor es hora de empezar. En cualquier caso la ilusión no depende individualmente de cada uno ni de un solo colectivo o partido; hace falta generar las condiciones adecuadas para que se dé. Generar nuevas dinámicas, nuevas marcas, con nuevos discursos y avanzar posiciones es la mejor manera de crear ilusión en nosotros mismos y transmitirla a la sociedad. Para ello, en la línea de lo que decía, nuevas caras, nuevas ideas y nuevos proyectos que se hilen satisfactoriamente con nuestra tradición pero que asuman el reto de actualizarse al nuevo tiempo político.

6) Recompongamos el puzle, hilemos los fragmentos. En todos estos años de declive del aragonesismo, la vieja unidad que una vez creímos tener se ha ido diluyendo y expresándose de múltiples formas. Mucha gente se ha ido a casa, sin más, completamente desilusionada con el rumbo del movimiento soberanista. Sin embargo mucha otra gente ha iniciado otros proyectos o ha tratado de reconstruir el también maltrecho movimiento cultural aragonesista. Las riñas y los enfrentamientos políticos y personales, junto con la poca inteligencia de los actores políticos para intervenir eficientemente sobre esa dispersión aragonesista, nos ha hecho entrar en un estado comatoso y bloquear cualquier tipo de avance. Necesitamos articular todo lo que ahora está desconectado y no tiene relación entre sí. Jamás podremos construir el sujeto colectivo del pueblo aragonés para que conquiste su soberanía si somos incapaces de tejer redes entre los que aspiramos a eso.

7) Buscar los espacios de acercamiento. Si el debate político está muy enconado siempre podemos buscar otros espacios en los que poder trabajar juntos. La penosa situación del movimiento soberanista no se soluciona con cargos, liberados o directores generales, se soluciona con entendimiento y voluntad de construcción colectiva. Si en lo político no ha fructificado -y no tiene pinta de que lo haga- nuestro entendimiento, entonces no hay razón para no trabajar conjuntamente en lo cultural. Somos demasiado pocos como para encima estar separados también en lo que compartimos.

8) Ya basta de tanto zaragozacentrismo. Seguro que si se le pregunta a cualquier aragonesista del territorio tendrá la acertada intuición de que la mayor parte de problemas y enfrentamientos que tenemos se generan y se desarrollan por las dinámicas urbanitas de la capital. En los pueblos las cosas son, a veces, bastante más fáciles y para entendernos no nos hacen falta tantos remilgos.

9) Honestidad para hacer autocrítica. Cada uno su parte, pero en colectivo saber que lo hemos hecho y lo estamos haciendo mal, porque así no podemos estar. No tenemos foro de debate político entre las soberanistas, ni apenas espacios de socialización conjunta ni transmisión de ideas… somos guetos y mundos ajenos, pretendidamente separados. Cuando los demás se convierten en Otros alejados es difícil que hagamos autocrítica porque no entendemos la posición de los demás. Hay que asumir que somos y seremos plurales, solo desde ahí podremos construir algo en el futuro. Hora de pensarnos a nosotros mismos y hacerlo con ayuda de los demás.

10) Abandonar la prepotencia de la identidad política. ¿Qué significa esto? Pues muy sencillo: hay que abandonar ya esa tendencia que ha tenido el aragonesismo a reclamarse dueño de la “verdadera aragonesidad”. El pueblo aragonés es múltiple y diverso, también en su expresión política, por eso no cabe ese pensamiento de que los aragonesistas son los verdaderos aragoneses porque son los que más aman y protegen el país. Eso, además de no ser cierto, aleja al movimiento soberanista de una sociedad que no tolera dicha prepotencia. Sí, hay que asumir que no se es más ni mejor aragonés por estar en la Chunta, Puyalón o EA que por estar en el PSOE, Podemos o Izquierda Unida. Ni más por tocar la gaita que por cantar jotas, tampoco. De hecho, no puedes ir a decirle a un alcalde de un pueblo del PP o del PAR que es un mal aragonés. Así no haces entender tu proyecto, alejas a la gente de él. Por muy españoles que se sientan, todos nuestros compatriotas son tan o más aragoneses que cualquier aragonesista. Ni los partidos estatalistas son per se antiaragoneses, ni la gente por tener una identidad dual mayoritaria es menos aragonesa.

11) Definamos bien nuestro espectro, de una vez por todas. En la línea de lo anterior seguimos cometiendo el error de asumir que aragonesismo es solo de ámbito territorial (partidos de adscripción aragonesa) y de izquierda progresista. Porque sí, porque nosotros lo valemos. No, el aragonesismo es transversal y no entiende de siglas. Los partidos o los colectivos no son aragonesistas, lo son las personas que lo conforman y éstas pueden estar dispersas en muchos lugares. Apreciemos este estado líquido que nos ofrece la hegemonía ideológica y asumámoslo como una regla más del juego que nos puede resultar beneficiosa. Hay aragonesistas también en el PAR, en el PP y el PSOE, como en muchos otros sitios, y no hay nada de malo en reconocerlo siempre y cuando se denuncie la mala práctica –y muchas veces antiaragonesa- de estos partidos. Aragonesista es quien ama y defiende Aragón, pero dentro del aragonesismo se puede ser de muchas maneras: de izquierdas o no, soberanista, independentista, comunista, socialdemócrata… allá cada uno con su ideología y su identidad, pero flaco favor se hace al proyecto del movimiento soberanista si se intenta restringir por motivos electoralistas la idea del aragonesismo.

Pues eso, que hay mucho por pensar y mucho más por hacer. Sé que mucha gente compartirá mi planteamiento pero no siempre es fácil defenderlo o ponerlo en práctica. Invito a todo el mundo a que lo debata y lo haga suyo, porque de verdad es necesario para nuestra supervivencia y futuro como movimiento. No me cansaré de repetirlo, las siglas son solo marcas, lo verdaderamente importante son la gente, las personas, que formamos parte de una misma idea o proyecto. Más tarde o más temprano el Movimiento de Liberación Nacional Aragonés habrá de redefinirse, refundarse o crearse de nuevo, como lo queráis decir. Postergar dicho momento solo dificulta la tarea, a la vista de que las herramientas y las marcas de las que nos hemos dotado pueden tener utilidad pero que desde luego no están sirviendo para construir mayorías e influir en la sociedad aragonesa, que es lo que queremos ¿o no?

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