Nihil novum sub luna

La invisibilidad que acostumbra acompañar a los muertos de hambre es, cada día más, menos evidente. Tras la noche famélica, el desayuno amargo. Una de cada cinco personas, según el INE, se encuentra en situación de pobreza. 2,2 millones de niños pasan hambre en el actual estado español. A la luz de las nuevas ordenanzas de convivencia ciudadana, no queda duda de que perdura cierta obsesión por perseguir y criminalizar la pobreza con el propósito de silenciar esta realidad hambrienta. Sin embargo, “no os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mateo, 6:31). “Porque los gentiles …

Diseño: Revista Turba
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La invisibilidad que acostumbra acompañar a los muertos de hambre es, cada día más, menos evidente. Tras la noche famélica, el desayuno amargo. Una de cada cinco personas, según el INE, se encuentra en situación de pobreza. 2,2 millones de niños pasan hambre en el actual estado español. A la luz de las nuevas ordenanzas de convivencia ciudadana, no queda duda de que perdura cierta obsesión por perseguir y criminalizar la pobreza con el propósito de silenciar esta realidad hambrienta. Sin embargo, “no os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” (Mateo, 6:31). “Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas” (Mateo, 6:32). “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura” (Mateo 6:33).

Pudiera parecer, a nuestros ojos gentiles, que la discusión filosófica acerca de la relación entre lo material y lo espiritual carece de relevancia académica o, simplemente, se halla trasnochada. No obstante, consideramos que la lucha de clases (o como la queramos llamar, da igual la excusa que pongamos) no es sino un conflicto cuyo cometido es la reorganización del entrelazamiento entre lo rudo y lo refinado, una lucha desde y por lo material hacia, desde y por lo espiritual. Esto encierra, entendemos, la Tesis IV de W. Benjamin. Así parece desprenderse de la cita que encabeza dicho fragmento, que no es sino un rezo de Hegel, convertido en oración inversa de Mateo 6:33: “Buscad primero la comida y el vestido, que el reino de Dios se os dará por añadidura”. Independientemente de cómo entendamos el reino de Dios: utopía o desierto.

Lo cierto es que desde la perspectiva de la filosofía de la historia tradicional no hay escapatoria. La anámnesis hegeliana, de origen platónico, impide cualquier posibilidad futura no barajada ya en el devenir humano. El cambio socio-político anhelado, la superación de las condiciones materiales y la eliminación y supresión de la multitud de formas de alienación existentes en nuestra cultura carece, en último término, de un horizonte plausible. No significa esto que estemos abocados a la derrota sino que debemos abandonar la filosofía de la historia como articulación explicativa de la epistemología humana.

La relación entre lo material y lo espiritual ha desencadenado, a lo largo de la historia occidental, una serie de sujetos ilusorios sobre los que, aparentemente, recaía el conjunto del proceso de transformación de la sociedad y, por lo tanto, la hipotética emancipación humana. Así, asistimos a una serie de histriones: el filósofo, el proletariado, el artista, el superhombre, la nación, la raza, la clase, el género, etc. que no hace sino amedrentar la verdadera praxis que acontece al momento histórico que estamos construyendo, deconstruyendo o destruyendo, según qué óptica adoptemos.

Si nuestro objetivo es cambiar el estado de cosas existente, modificar las condiciones materiales o crear algo nuevo debemos pensar, para empezar, qué demonios significa nuestro y, sobre todo, actuar. La acción no sólo es, como diría Arendt, lo específicamente humano –pues de igual modo que existe la banalidad del mal existe la banalidad del bien – sino que es la única fuerza que poseemos (la traslación de nuestra potencia al acto) frente a la potestad renqueante de nuestros enemigos económico-políticos.

Las palabras no aliviarán el hambre.

Sergio Pons Garcés | Publicado por Turba Revista de Filosofía Política

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