La política cangrejo y las leyes de lenguas

Dice la sociología que mientras en épocas de crisis los conflictos de clase se exacerban, en los momentos de mayor estabilidad social y económica toma relevancia la confrontación de grupos en relación a su identidad, derechos, cultura, etc. Pues bien, el gobierno PP-PAR de la DGA ha decidido que, como tantas otras cosas en esta crisis, ha llegado el momento de darle la vuelta a todo lo que pensábamos, y a tal efecto hace unos días presentaba un proyecto de ley que deroga de facto la anterior Ley de Lenguas. En efecto, el día 18 nos desayunábamos con una comparecencia …

Dice la sociología que mientras en épocas de crisis los conflictos de clase se exacerban, en los momentos de mayor estabilidad social y económica toma relevancia la confrontación de grupos en relación a su identidad, derechos, cultura, etc. Pues bien, el gobierno PP-PAR de la DGA ha decidido que, como tantas otras cosas en esta crisis, ha llegado el momento de darle la vuelta a todo lo que pensábamos, y a tal efecto hace unos días presentaba un proyecto de ley que deroga de facto la anterior Ley de Lenguas.

En efecto, el día 18 nos desayunábamos con una comparecencia de Dolores Serrat en la que presentaba un texto que acaba de raíz con la escasa protección que treinta años de movilización social por el aragonés y el catalán de Aragón habían conseguido, y todo ello, con la excusa y la patina, repetida y jaleada por los mass media del país, de la “no imposición”, de la voluntariedad, a la hora de aprender, expresarse, comunicarse, recibir información, relacionarse con las instituciones, etc. Lo primero que habría que plantearse cuando se analiza la nueva ley planteada por PAR-PP es dónde estaba la imposición en aquella Ley de 2009, tan de mínimos que resultaba casi absurdo plantearse una política lingüística articulada en torno a ella, como de hecho ocurrió durante sus apenas dos años de vigencia real. La única obligación que se recogía en la anterior ley era para la Administración, en la medida en que exigía “garantizar” los derechos de los y las hablantes que así lo requirieran. Por supuesto, hasta este punto resultó abusivo para Serrat, para quien las administraciones desde ahora podrán responder, o no, en la lengua de quien les solicite información, los topónimos podrán estar escritos, o no, en la lengua del pueblo donde están, los medios de comunicación podrán expresarse, o no, en el idioma que emplea la gente que los escucha,... Siempre, claro está, que esta lengua sea distinta del castellano.

Esto nos lleva a una segunda duda sobre la imposición, que es donde está el quid de la cuestión: lo que se “imponía” no era el empleo de las lenguas minoritarias, sino su nomenclatura. Lo que escocía, era que fueran aragonés y catalán las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón. En definitiva, lo que dolía al españolísimo y baturrísimo orgullo de postfalangismo pepero y tardotradicionalismo del PAR, era que una ley recogiera e impusiera (concedemos la mayor) las más mínimas nociones científicas en torno a filología y lingüística, y que además actuara en consecuencia, reconociendo directamente la vinculación del catalán de Aragón con el hablado en Catalunya.

Oponerse a esto suponía, en el retorcido imaginario de PAR y PP, batallar por la soberanía aragonesa, mejor la española, o en palabras de la Consejera "evitar las imposiciones que nos vengan de fuera”. Por supuesto, la inclusión de Aragón en “Territorio RAE” no supone una imposición (como, hemos de suponer, no lo fueron tampoco los esfuerzos del Reino de España y la RAE por destruir o someter a su sistema de Academias correspondientes a las instituciones lingüísticas en América Latina), ni ningún menoscabo de las modalidades lingüísticas del castellano habladas en Aragón; tampoco será una imposición el no poder acceder en lengua materna a educación, medios de comunicación, administraciones y en general todo lo que no sea comunicación en el núcleo familiar. No, todo esto no es, para Serrat, imposición. Imposición es a ojos del PP apostar por lo que la comunidad científica y la lógica más elemental defiende, esto es, aceptar que en Aragón existen dos lenguas minoritarias y minorizadas: aragonés y catalán. En cualquier caso, querríamos expresar nuestros mejores deseos a la Consejera en la búsqueda de los nuevos miembros de la refundada Academia Aragonesa de la Lengua, cuyo perfil según la ley ha de ser el de “personas de reconocido prestigio en el ámbito de la filología, literatura y lingüística, preferentemente doctores, y preferentemente nativos hablantes, que cuenten con una larga trayectoria en la práctica y el fomento de los valores lingüísticos y literarios propios de la comunidad aragonesa, y en la que estén representadas las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón”. Creemos que le costará encontrar más de tres personas con ese perfil dispuestas a asegurar que lo que se habla en la Franja oriental del país es algo distinto del catalán. Y no, Héctor Castro no vale.

Y hablando de valer: tampoco vale decir que lo que se habla en el Pirineo es Aragonés septentrional y lo de la Franja es Aragonés oriental. De entrada, porque las lenguas no son una y trino; por más que las planas mayores de PAR y PP estén al corriente de los misterios de la Trinidad, las lenguas son mucho menos misteriosas. Si hay una sola lengua que es el aragonés, díganlo. Si hay 180 lenguas, incluidas chistavín, maellá, fragatí, calatayubí y demás, díganlo. Y si lo que hay es un notable batiburrillo mental, admítanlo. No se lo tendremos en cuenta, no esperábamos más de ustedes. Pero no, el problema no es que no sepan de lo que hablan, ni que se hayan entregado al discurso más reaccionario y fascista al estilo FACAO, cuando apenas en 1999 PP y PAR sí reconocían la existencia del catalán en Aragón. Esto es una cuestión de proyecto político y social.

De hecho, esta nueva ley no puede desligarse de las política de recortes y de cómo, de rondón y a lo somarda, nos llegan nuevos aires centralistas y centrípetos. Su argumento es muy sencillo, y consiste en que si dicen desde el PP/FMI/OCDE/BCE que el gasto público es excesivo, acabarán con las autonomías y su limitada soberanía fiscal y financiera. Por supuesto, la inversión en cultura -competencia autonómica-, habitual refugio de la Anti-España, ha de ser recortada, y los escasos medios de los que disponen las lenguas minoritarias para subsistir son el área preferida para ensayar con la tijera. Así, mucho antes de que se hablara de los recortes en Sanidad, Educación, etc., el departamento de Cultura ya había perdido un 75% de su presupuesto, y al llegar PP y PAR al poder en Aragón se colocó al frente de la Dirección General de Cultura de la DGA a Humberto Vadillo, apologeta de Franco que llegó a comparar el aragonés con el idioma klingon de Star Trek.

De modo que, en efecto, la peor crítica que se le puede hacer a la nueva ley impuesta desde PP y PAR no es sociolingüística, puesto que solo supone vapulear un poco más los derechos de la población aragonesa hablante de aragonés o catalán, derechos que, siendo serios, tampoco salieron muy reforzados de la anterior; ni sería una crítica científica, dado que hace años que vemos como las posturas políticas de PAR y PP se deslizan hacia los terrenos de la extrema derecha, en este caso de la FACAO y su versión anticatalana del milagro de la transformación del catalán en aragonés oriental. No es ni siquiera una crítica económica, puesto que ya sabemos que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá con la defensa de la cultura, de la lengua y del patrimonio en Aragón, donde con lo que costó el Pabellón Puente de la Expo 2008 se hubieran podido mantener 15 años de aplicación de la Ley de Lenguas derogada. La crítica a la derogación de la Ley de Lenguas es política, y lo es porque de una manera descarada y burda la derecha española está aprovechando la política de recortes para ocultar o justificar, dependiendo del caso y del contexto, unos enormes ataques a los derechos de las minorías, sean estas culturales, políticas, sindicales, rurales o sexuales, imponiendo un modelo social y cultural centralista, autoritario y españolista. Ante esto, la mayoría, a quienes el sistema ataca también y cada día con mayor virulencia, ha de tomar conciencia de que las pequeñas luchas tanto o más que las grandes son luchas de todas, de la misma forma que el aragonés y el catalán de la Franja son patrimonio de Aragón y no solo de sus hablantes.

Acorazado Topemkin | Para AraInfo

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