La libertad del lápiz y la propaganda

No seré yo quien defienda a Kim Jong Un, nada más lejos de mis intenciones, pero hoy no es mi objetivo realizar una crítica contra el sistema económico o político de Corea del Norte, ni enfrascarme en una larguísima discusión con quien quiera defenderlo, ahora no me interesa tal discusión. Hoy mi indignación emerge, no solo hacia la Organización de Naciones Unidas (ONU), sino también hacia las ONG Amnistía Internacional y Human Right Watch, además de hacia todos los medios y agencias de comunicación repartidos por el mundo occidental que desde el pasado lunes, vienen aireando, sin conocerlo, parte del …

lapizNo seré yo quien defienda a Kim Jong Un, nada más lejos de mis intenciones, pero hoy no es mi objetivo realizar una crítica contra el sistema económico o político de Corea del Norte, ni enfrascarme en una larguísima discusión con quien quiera defenderlo, ahora no me interesa tal discusión.

Hoy mi indignación emerge, no solo hacia la Organización de Naciones Unidas (ONU), sino también hacia las ONG Amnistía Internacional y Human Right Watch, además de hacia todos los medios y agencias de comunicación repartidos por el mundo occidental que desde el pasado lunes, vienen aireando, sin conocerlo, parte del contenido de un extenso informe de más de 400 páginas, que el organismo internacional ha hecho público, y en el que se ha puesto especial empeño, pues, según el reportero de BBC en Ginebra, Imogen Foulkes, nos encontramos ante uno de los informes “más detallados y devastadores” publicado por la ONU. No es mi intención entrar a cuestionar la veracidad de dicho informe, pues no lo he leído y comentan quienes lo han visto, es minucioso, y contiene 80 entrevistas a presos políticos y testigos de los crímenes contra los Derechos Humanos que en él se narran, hasta el Gobierno de Estados Unidos ha rehusado opinar hasta haberlo examinado totalmente. Me limitaré a criticar las formas.

Según la ONU nos encontramos ante un compendio de atrocidades que no tienen “precedentes en el mundo contemporáneo”, y esta afirmación, como poco, parece mucho decir. Desde su sede de Ginebra, se ha emitido el exhaustivo informe, y no sólo eso, si no que se han pedido enérgicamente acciones internacionales inmediatas, instando a las naciones a llevar el asunto a la Corte Penal Internacional (CPI). Afirmar que no hay “precedentes” es una frivolidad, y más, cuando se trata de información de difícil contraste, sobre la que el propio régimen de Pyongyang, miembro de la ONU, ha rehusado pronunciarse. Semejante aseveración dejaría en segundo plano, por citar algún ejemplo, genocidios como los cometidos en los años 90 en Ruanda o Bosnia, ambos realizados con los cascos azules presentes en ambas naciones, o las continuas vulneraciones del Derecho Internacional cometidas por los Estados Unidos o Israel en cuanto a crímenes de agresión, guerra y lesa humanidad.

Pero lo realmente indignante, es que la mayoría de los medios de comunicación internacionales han dado una gran cobertura a la publicación de dicho informe, lo que parece normal, pues relata crímenes contra la humanidad, a través de la inanición y el exterminio, los abortos forzados y secuestros o detenciones ilegales por parte de las fuerzas norcoreanas; también puntualiza que el régimen de Pyongyang utiliza la pena de muerte por motivos ideológicos, y apunta a un máximo responsable de todos estos crímenes, Kim Jong Un. Toda esta información ha sido emitida y escrita, sin haber leído el informe, del que lo único que conocemos son las conclusiones de los responsables de la ONU. Las fuentes del documento, son entrevistas realizadas en Londres, Seúl, Tokio y Washington, capitales de los países con mayor animadversión hacia al régimen norcoreano, a supuestos presos políticos liberados, sí, digo supuestos, pues no hay contraste a dichas informaciones, ni existen evidencias de lo narrado por los entrevistados, no existe un mero documento de ingreso en una prisión, ni un trámite de juicio, o por lo menos, no se han mostrado. De existir esas evidencias, sin duda habrían sido expuestas en los medios de comunicación. No hay imágenes de los campos de concentración en los que estarían confinados decenas de miles de presos políticos.

Pero eso a los medios de comunicación les da igual, ya hace tiempo que les da igual, de hecho, por poner un ejemplo, el 60% de las noticias publicadas en el Estado español en 2006, procedían de una sola fuente, sin contraste alguno, según el informe La Responsabilidad Social Corporativa en la Prensa Española. En el caso del informe sobre los crímenes contra los Derechos Humanos del gobierno norcoreano, la ausencia de pruebas parece evidente, por eso la información publicada por los grandes medios ha sido apoyada gráficamente por los dibujos realizados por uno de los presos liberados, que narran atrocidades, “sin precedentes en el mundo contemporáneo”, pero que no dejan de ser nada más que dibujos. Una irrealidad, una representación, pues si algo tiene el lápiz, es que es libre, como lo es la pluma, y también la imaginación. Aún así, los medios de comunicación occidentales no han dudado en aseverar que las atrocidades detalladas en dichas ilustraciones son ciertas, aun por inverosímiles que pudieran parecer, y es que todo vale cuando lo que se necesita es desprestigiar al enemigo. Éste es el problema. Los medios de comunicación se han convertido durante el siglo XX, en voceros de Estados y lobbies, y trabajan con constancia en propagar mensajes que influyan en la opinión pública en determinado sentido. Para esta puesta en escena, algunos medios montaron videos espectaculares con los dibujos, otros avisaron de la dureza de las imágenes antes de mostrarlos, y algunos, como TVE, incluso organizaron la información de tal forma que a la noticia sobre el informe de la ONU sobre Corea del Norte, le seguía una amplia cobertura sobre la situación en Venezuela, intentando establecer un vínculo entre ambos gobiernos. A la memoria me vienen las torturas en Abu Ghraib, la cárcel de Guantánamo, las fosas comunes de Srebrenica, las el millón de muertos en la guerra de Ruanda, las de las viviendas arrasadas por bulldozers en Gaza, las guerras de Irak o Afganistán, los inmigrantes a la deriva en Lampedusa o disparados mientras nadan en Ceuta, estos y algunos otros escenarios de crímenes contra los Derechos Humanos “sin precedentes en el mundo contemporáneo” que han sido presentados a la opinión pública con eufemismos como misiones de paz que realizan intervenciones humanitarias y que en ocasiones producen daños colaterales. Pura propaganda.

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[Miguel Ángel Conejos Montalar, es colaborador de AraInfo / @maconejos]

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