La contaminación electromagnética [primera parte]

Javier Sánchez colaborador habitual de AraInfo, autor de los artículos sobre drogas e informador desde Caracas de la actualidad venezolana, comparte con nosotros y nosotras un amplio análisis sobre la contaminación electromagnética, un tema que ya tratamos en uno de nuestros Espacios de reflexión. Este analisis, debido a su amplitud lo publicaremos en dos partes. Hoy presentamos la primera. La contaminación electromagnética: uno de los principales problemas de salud pública en nuestra sociedad Este es un documento muy básico que pretende impulsar un debate que se puede considerar, a lo sumo, todavía incipiente en nuestra sociedad. La discusión sobre el …

contaminación electromagnéticaJavier Sánchez colaborador habitual de AraInfo, autor de los artículos sobre drogas e informador desde Caracas de la actualidad venezolana, comparte con nosotros y nosotras un amplio análisis sobre la contaminación electromagnética, un tema que ya tratamos en uno de nuestros Espacios de reflexión. Este analisis, debido a su amplitud lo publicaremos en dos partes. Hoy presentamos la primera.

La contaminación electromagnética: uno de los principales problemas de salud pública en nuestra sociedad

Este es un documento muy básico que pretende impulsar un debate que se puede considerar, a lo sumo, todavía incipiente en nuestra sociedad. La discusión sobre el complejo, y gravísimo, asunto de la contaminación electromagnética sigue siendo ajena a la conciencia general y, lo que es más preocupante, prácticamente inexistente en el seno de los movimientos ciudadanos. Existen, desde luego, colectivos e incluso plataformas que trabajan el tema de las antenas de telefonía móvil desde hace años, si bien el problema es hoy muchísimo más amplio y preocupante. También hay organizaciones que se ocupan de este asunto en toda su amplitud, aunque desgraciadamente todavía con poco eco social. [1] En absoluto pues se pretende con la aseveración inicial minusvalorar sus esfuerzos y su trabajo sino apoyarlo, y sobre todo llamar la atención sobre el hecho de que los enormes daños a la salud provocados por este tipo de contaminación son mucho más preocupantes por el hecho de que exista un desconocimiento generalizado del problema.

El documento debía ser necesariamente muy sintético para resultar “legible” por la mayoría. Sin embargo, ante un hecho que necesita de la suficiente fundamentación científica para contrarrestar la desinformación inducida es necesario incluir una serie de conclusiones de algunos estudios y también de tablas con datos que sustenten lo expuesto. Por ello, se va a proponer una estructura tripartita del texto completo; a saber:

En primer lugar, una breve síntesis del tema, con una, entiendo, necesaria introducción política y, por tanto, con elementos que vinculen el tema, así sea mínimamente, con los patrones sociales y “económicos” generales [2]. También se pretende que esta parte sirva de introducción en la que se establezca un mínimo marco comprensivo del problema, y en la que se ofrezcan algunas variables para su análisis. [3]

En segundo lugar, una parte más extensa con las conclusiones científicas más relevantes y con los enlaces necesarios para consultar tanto los estudios que las avalan como otros documentos de interés (incluidos los de las declaraciones del propio Parlamento Europeo) [4]

En último término, se presentan una serie de cuadros y tablas que incluyen tanto la legislación vigente en el Estado Español como algunos datos técnicos necesarios para la consideración precisa de la incidencia de los campos electromagnéticos (en adelante, CEM).

Los tres documentos suman, por tanto, 9 (7+2), 23 y 8 páginas y pueden, así, ser consultadas en todo o en parte en función del interés de quienes se acerquen al tema. Confiamos en que resulten de utilidad. Evidentemente, el presente documento (o cualquiera de sus fragmentos) está pensado para su difusión libre, y, de hecho, se agradece la misma en todos los ámbitos posibles, como en el caso de los centros educativos o de los departamentos de oncología de los centros hospitalarios, por citar sólo algunos ejemplos [5]

Un acercamiento a la cuestión de los CEM: el caso de la telefonía móvil y los dispositivos WI-FI [6]

Como en otros muchos aspectos, en el caso de la tecnología inalámbrica se ha avanzado a ciegas. La lógica del beneficio capitalista y la fe inquebrantable en un determinado concepto de “progreso” [7] que forma parte de su imaginario explican este proceso. En esencia, éste se debe a la “rueda de ratón” que supone la dinámica del capital y en la que resulta imposible detenerse a pensar acerca de las consecuencias de determinado modo de entender la evolución social. [8] No hay tiempo para pensar en efectos indeseados (para la mayoría, claro), que además son sistemáticamente ocultados por los beneficiarios mientras les resulta posible. Además, bajo condiciones capitalistas se trata de mantener en el mínimo posible la capacidad de la ciudadanía, tanto por la falta de formación como por la de espacio de participación, para decidir políticamente a qué se deben destinar los recursos y el trabajo. La política en sí misma ha sido suplantada por el espectáculo (lamentable, por cierto) que distrae del espacio por donde circula el poder económico-crematístico.

Volviendo a ese avance a ciegas, es evidente que éste conlleva a menudo serios perjuicios para la salud de la población, y esto implica la violación sistemática del principio de precaución. [9] Ya no es la industria correspondiente la que debe demostrar que los productos que pone a la venta son inocuos para la salud sino las y los afectados los que deben demostrar que son dañinos. En este caso se pone en circulación, por supuesto no sólo de modo experimental sino de forma masiva, una tecnología de la que se “desconocen” los efectos; o, más bien, dispositivos cuyas consecuencias se quieren ignorar, puesto que existen desde hace décadas estudios que documentan la incidencia sobre la salud de las radiaciones electromagnéticas. En efecto, el daño generado por la exposición a determinados CEM se conoce al menos desde los años 50 del siglo pasado, si bien es cierto que el aumento exponencial del número de estudios ha sido muy reciente, apenas algo más de una década, puesto que se trata de una tecnología cuya proliferación masiva es igualmente joven. A día de hoy ya contamos con miles de trabajos que demuestran la elevada toxicidad de determinado tipo de ondas. Aclararemos que, tal como se indicó en el título de este apartado, las consideraciones aquí vertidas se van a circunscribir al caso de la telefonía móvil y a los dispositivos W-LAN. El tema de las CEM es amplísimo y muy complejo, y parece apropiado centrar la atención en las emisiones de las tecnologías que más se han difundido en los últimos años y cuyo volumen todavía sigue incrementándose.

Por supuesto, también existen “estudios” financiados por las propias empresas de telecomunicaciones que “demuestran” la inocuidad de las radiaciones. Además, claro, se dan casos de “puertas giratorias” en cargos relevantes, como ocurrió con algunos nombramientos en la OMS. [10] Cuando los efectos dañinos y, a raíz de ellos, los estudios reales se multiplican y demuestran lo que las y los propios afectados ya saben, estas informaciones tienden a silenciarse. Esto ha sucedido en mucha mayor medida en el Estado Español que en el resto de Europa, como se verá en los documentos siguientes. A principios de este siglo se impulsaron importantes grupos de estudio con financiación europea, de los cuáles, el más relevante fue el que realizó el Proyecto Reflex, en el que participaron 12 laboratorios de 7 países. Después de varios años de trabajo, la más impactante y contundente de sus conclusiones fue que determinadas emisiones resultan ser genotóxicas.

Otro trabajo de referencia, sin duda, es el importante informe Bioinitiative. En este caso se trata de un estudio secundario, esto es, basado en las conclusiones de más de 1500 estudios, que fueron sintetizadas en unos 600 folios y que dieron lugar incluso a una declaración y, en cierto modo, a un posicionamiento del propio Parlamento Europeo. [11]

Tras esta breve mención a los estudios existentes, pasaremos a apuntar algunos elementos para acercarnos a una primera valoración del impacto de ciertos tipos de radiación.

En primer lugar, alguna indicación acerca de los CEM. No parece necesario incluir aquí una explicación, por lo demás bastante simple y de sobra conocida, sobre el espectro electromagnético, desde las ondas de radio a las de la luz visible [12], pasando por los rayos X, etc… Pero sí diremos (de modo necesariamente algo simplificado, claro) que la incidencia de una onda depende de su longitud y, por tanto, de su frecuencia, y también de la inversa del cuadrado de la distancia al foco emisor. [13] Es decir: la energía de una onda es mayor cuanto más alta es su frecuencia, pero su impacto se atenúa muy rápidamente cuando nos alejamos del foco que la emite.

En principio, y ciñéndonos al tema que nos ocupa, las emitidas por los teléfonos móviles, dada la combinación de factores de su frecuencia de emisión con la distancia desde el foco al cerebro, son especialmente nocivas, pero siempre consideradas por unidad de tiempo de exposición. Este último apunte es esencial. Un móvil puede llegar a emitir a un pico de potencia que ronda los 2 W (la potencia media es sensiblemente inferior, de unas 8 veces menor como valor típico); esto ocurre en mayor medida cuanta menor sea la cobertura, para poder establecer la conexión. [14] Por su parte, las antenas de los dispositivos W-LAN emiten con una potencia aproximada de 100 mW y la distancia a la antena es habitualmente mucho mayor. [15] Sin embargo, una conversación de móvil dura apenas unos minutos mientras que la irradiación de los dispositivos que emiten en Wi-Fi está a menudo presente las 24 horas, además de que, por supuesto, no se trata en general de una sola fuente de radiación sino de decenas de ellas. Algunos estudios han estimado que el cerebro de un niño tras sólo dos minutos de conversación por móvil puede tardar una hora en recuperar su actividad eléctrica normal. Esto es alarmante, sin duda; pero todavía lo es más el hecho de que haya tal cantidad de CEM continuos que no permitan al cuerpo siquiera recuperar esa normalidad. En los últimos años, los dispositivos que emiten ondas Wi-Fi se han generalizado rapidísimamente. La incorporación de este tipo de emisiones a los teléfonos móviles provoca que la superposición se multiplique exponencialmente, y que se generalice también la exposición a las ondas Wi-Fi a muy corta distancia del cerebro. En el caso de las aulas, además, en las que podemos contar con 15 ó 20 ordenadores con dispositivos W-LAN, ni la suma de las ondas emitidas ni la distancia entre los focos y las cabezas de los y las niñas invitan a cosa distinta que a una gran preocupación. [16] Si a esto añadimos el hecho de que la frecuencia de estas ondas es de 2´4 gigahertzios, es decir, la misma a la que emiten los hornos microondas porque ésta es la frecuencia de resonancia de la molécula de agua (es decir, de lo que nos constituye), podemos empezar a intuir la gravedad del problema.

Además, hoy en el Estado Español asistimos a una gravísima proliferación, vista también como positiva, de los dispositivos W-LAN domésticos. En resumen: mientras en muchos países de Europa [17] están desinstalando las antenas de los centros públicos, en particular de los educativos, y recomendando la conexión por cable, en el Estado Español se está siguiendo el camino inverso. [18] En particular, el uso masivo en los centros educativos fomenta una mayor proliferación y uso de dispositivos réplica de W-LAN en los hogares, dada la desinformación del público en general sobre la electrocontaminación que producen los sistemas inalámbricos. Estas instalaciones individuales se hacen sin control alguno (nadie regula potencias ni el número de usuarios “on-line”), siendo más caótico aún su despliegue que el de las antenas de telefonía. Además, cualquiera puede manipular su potencia, y también adquirir por internet actualizaciones que duplican la misma, o amplificadores a 5W. Incluso las compañías utilizan como reclamo de venta el hecho de que los routers W-LAN tengan ahora un alcance de 200 metros en lugar de los 50 que eran más habituales hasta ahora, generando así un espectacular aumento de la radiación y de la contaminación cruzada en cualquier núcleo urbano.

Volviendo a las consecuencias de determinadas ondas, podemos constatar que evidentemente, el impacto de ellas sobre la salud no depende sólo de la cantidad de energía que transporta sino de cómo interactúan éstas con nuestro propio sistema eléctrico, en función fundamentalmente de su frecuencia. Lo primero implicaría “sólo” (aunque de nuevo esto es una simplificación…) la generación de efectos térmicos sobre el organismo; es decir: un excesivo calentamiento de los tejidos, como en el caso de los lóbulos cerebrales cuando hablamos por el móvil, por ejemplo. Sin embargo, se cuentan por millares los trabajos que demuestran que los CEM no sólo son potencialmente dañinos, ni siquiera fundamentalmente, por generar efectos térmicos, tal como pretenden seguir manteniendo las empresas y algunos cargos públicos, sino que existe una gran cantidad de efectos no térmicos resultantes de la interacción que comentábamos. Miríadas de datos avalan ya esas otras incidencias, como el aumento de la permeabilidad de la barrera hematoencefálica o el mencionado efecto tóxico-destructivo de las cadenas proteínicas de ADN y ARN (genotóxico). Además, estos mismos estudios indican que algunos efectos son bioacumulativos.

Como ya hemos mencionado repetidamente, los extractos de estudios que avalan estas afirmaciones se encuentran en la segunda parte del documento, así como también la descripción de los efectos probados. Citaré aquí tan solo, a modo de síntesis, lo que declara el Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de la Universidad de Valencia. Éste describe como efectos no térmicos asociados a los Campos Electromagnéticos de radiofrecuencias y microondas (telefonía sin hilos, Wi-Fi,...): “Transformaciones celulares, cromosómicas y genéticas, efectos sobre el sistema hematopoyético, cambios en el ritmo cardíaco y de la tensión arterial, alteraciones endócrinas y neuroendocrinas, efectos sobre la audición, variaciones en el comportamiento, alteraciones electroencefalográficas, etc…”

Éstos habría que concretarlos y completarlos con los descritos en cientos de estudios científicos en la amplia bibliografía médica que describen efectos potenciales de exposición a corto plazo (déficit de atención,hiperactividad, irritabilidad, alteraciones de concentración y memoria, molestias oculares, dermatitis, dolores musculares, cefalea, insomnio, …), y a largo plazo cuando la exposición se mantiene en el tiempo (electrohipersensibilidad, síndrome de fatiga crónica, depresión, fibromialgia, arritmias, alteraciones cardíacas, epilepsia, autismo, Alzheimer, Párkinson, infertilidad, alteraciones hormonales, leucemia y diversos cánceres). Estos efectos no térmicos son descritos en la literatura científica en valores muchos más bajos establecidos en la normativa estatal, basada exclusivamente en los efectos térmicos.

En países que reconocen hace ya tiempo el impacto sobre la salud de los CEM, existen estimaciones del porcentaje de población que sufre de EHS (síndrome de hipersensibilidad electromagnética): en Suecia pasó del 0,63% de la población en 1995 al 9% en 2004 y en Austria del 1,5% en 1995 al 13.3% en 2003.Según los científicos suecos Örjan Hallberg y el austríaco Gerd Oberfeld, si el crecimiento de la EHS continúa al ritmo actual, en 2017 lo sufrirá, con mayor o menor intensidad, la mitad de la población mundial.

Son datos alarmantes, sin duda, que además invitan a hacer algunas reflexiones. En primer lugar, que se trata países que, como decimos, reconocen la existencia de este síndrome y, por tanto, en los que existen datos que no tenemos en el Estado Español, lo cual no implica que aquí no fueran incluso más preocupantes, dado además el menor control y la mayor contaminación existente. [19] Evidentemente, aquí se dan muchas dolencias cada vez más frecuentes, pero que no se asocian a este tipo de contaminación (en general, por desinformación): el “simple” insomnio, una mayor irritabilidad y/o inquietud, molestias musculares o, en el peor de los casos, procesos tumorales incluso en gente muy joven.
En segundo lugar, que la gente que siente los efectos dañinos y realiza ya la asociación causal es tratada con un escepticismo que raya, (cuando no supera), la falta de respeto.

En lenguaje propio de la biología, se habla de “indicadores mariposa” para referirse a los organismos que detectan los cambios en un ecosistema que ponen en peligro el equilibrio de éste. Pues bien, algunos de los científicos que estudian el tema afirman que de algún modo estas personas con EHS son los “indicadores mariposa sociales” que señalan estos cambios pero que todavía son sistemática, e interesadamente, ignorados. A ello añadiríamos, creemos que tiene su utilidad, el concepto de electroconsciente, puesto que en algunos casos, parece que no (sólo) se trata de mayor sensibilidad y/o fragilidad ante esta contaminación sino de ser consciente de su incidencia o, por supuesto, de ambas cosas a la vez. Efectivamente, parece razonable pensar que muchas personas afectadas no saben que, al menos en parte, el origen de sus dolencias puede provenir de la exposición a determinados niveles de CEM, y que incluso el grado de su problema sea mayor que el de quienes sí lo saben y así lo perciben.

Acabaremos esta parte del documento con una, podríamos decir, aclaración. El texto está escrito desde y, en parte, hacia los movimientos político-sociales transformadores. Creemos imprescindible tomar conciencia, o hacerlo en mayor grado, de la magnitud del problema. Es obvio que no estamos fuera de este manicomio, [20] y que aún existe entre nosotros cierto modo de contemplar el progreso tecnológico. Se da el caso, además, de que la proliferación de dispositivos W-LAN y otros todavía es considerada por la mayoría como positiva. Se ve como indiscutible, como bueno e incluso como “democratizador” (palabra fetiche, lamentablemente malversada) que cada local o centro social tenga “Wi-Fi”. Lo evidente es, pues, que este tema no se conoce apenas y que, cuando menos, se dan entre nosotras y nosotros muchas reticencias o incluso descalificaciones. Permitidnos que pongamos un ejemplo.

Tenemos muy presente el tema de los transgénicos, caso en el que también han conseguido invertir el principio de precaución (en el caso estadounidense, no en Europa…y tampoco legalmente todavía en España, aunque sí de facto).Respecto a este asunto, todas y todos en los movimientos de allá lo tenemos muy claro. Sin embargo esto no sucede con la contaminación electromagnética. Puede parecer que el de los transgénicos es un caso más evidente, sin ninguna ventaja; y es cierto que las tecnologías de telecomunicaciones tienen ciertas utilidades, algo de positivo y de potencialmente interesante. Pero de ahí a ignorar cualquier desventaja o efecto nocivo o, peor aún, a descalificar a compañeros de otras luchas tachándolos de “alucinados”, evidentemente va un mundo… Efectivamente “alucinadas” hay muchas, sí, como “ilusas” somos todas y todos los que estamos a la izquierda del PSOE. Ya se sabe que todos y todas las rojas o las rojinegras somos enfermas mentales… Más allá de la ironía, confiamos en que la amplia documentación presentada rompa definitivamente con algunos prejuicios.

Esperamos, pues, que con los documentos que aportamos se pueda aumentar el nivel de consciencia sobre lo que implica la contaminación electromagnética. En segunda derivada, la idea es que pueda reforzar el impulso lanzado por otras gentes para provocar un posicionamiento de los colectivos sociales y de las organizaciones políticas y sindicales transformadoras. En general, y más allá de las medidas que se pueden y deben tomar para la protección de los grupos más vulnerables (en colegios e institutos, en hospitales, etc…) el problema tiene tal dimensión y características que sólo con una toma de conciencia ciudadana general y un cambio en las políticas públicas se puede lograr cierta mejoría apreciable, necesaria y cada vez más urgente.

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[1] Tal es el caso de ASIDES, por poner un ejemplo de la comunidad autónoma aragonesa. Un abordaje más general del problema está siendo llevado a cabo, entre otras organizaciones, por la federación de Ecologistas en Acción.

[2] Respecto al concepto de “política” en América Latina, afortunadamente, manejan dos palabras y así no hay confusión: “política”, para lo que realmente significa, y “politiquería”, para hablar del juego circense de mediático-electoral, de supuestos “parlamentos” (este último nombre es inadecuado, falso también...) que existe bajo condiciones capitalistas de producción. Utilizaremos aquí el término en su sentido real, claro. En lo que se refiere a la palabra “economía” lo utilizaremos sin embargo según el significado manejado habitualmente, aunque en realidad, como sabemos, bajo el dominio del capital el término se mantiene pero no la función. Ese “oiko nomos”, las normas de gestión de la casa y, por extensión, de la sociedad, se convierten en buena medida en “crematística”, “el arte de acumular riquezas”. Bajo condiciones capitalistas hablamos, por tanto, de un poco de “economía” y un mucho de “crematística”.

[3] Las numerosas citas al pie, en ocasiones algo extensas, tratarán de aclarar algunos términos pero en absoluto son imprescindibles para el seguimiento del texto.

[4] Esta parte del documento ha sido elaborada a partir de la extraordinaria síntesis previa que realizó para la Plataforma Estatal Contra la Contaminación Electromagnética el colectivo gallego de la APDR (Asociación Para la Defensa de la Ría de Pontevedra), en Octubre de 2010, dirigida al ámbito educativo pero con validez general. Asímismo, se han añadido una serie de datos y textos extraídos de un documento resumen realizado por el compañero M. Á. Martín, a partir de su propia investigación, y también de su experiencia en la medición de las emisiones de los aparatos domésticos en una cámara semianecoica.

[5] En cualquier caso, la “versión” preparada para este último tipo de centros puede no ser ésta exactamente, sino quizá una algo “rebajada” en su tono político, por motivos puramente tácticos. Esta versión se hará llegar a quien lo requiera.

[6] Para ser precisos, aclararemos que Wi-Fi es una marca de WiFi Alliance, una organización comercial para la certificación de equipos que cumplen unos estándares determinados (802.11). Wimax y ZigBee son similares pero para otros estándares. Sin embargo, WLAN se refiere en general a la red inalámbrica de área local y es el estándar 802.11. Hay otras redes de telecomunicación sin cables como WPAN (área personal) o WMAN (área metropolitana) que siguen otros estándares. Es decir, el estándar de comunicación es el WLAN y Wi-Fi es una marca que certifica que se cumple ese estándar. Todos los nodos de una red con marca Wi-Fi comparten un canal alrededor de los 2,4 GHz, pero también el Bluetooth funciona a esa frecuencia, por lo que no significa que Wi-Fi haga referencia a una frecuencia determinada, tan sólo es una certificación muy extendida. Precisamente por ser tan conocida esta denominación, la utilizaremos indistintamente con el término WLAN, casi como sinónimos aunque estrictamente no lo sean.

[7] Evidentemente, no nos oponemos aquí al “progreso” entendido de otro modo, pero sí a su versión depredadora, inconsciente y basada en el crecimiento por el crecimiento. Esta visión, amparada en los delirios de autosuficiencia propios del individualismo metodológico consustancial al sistema capitalista, se amalgama con la pretensión del homo aeconomicus de ser un ente separado de la naturaleza a la que sistemáticamente destruye, y conduce a un suicidio colectivo sin precedentes. Por supuesto, esta práctica suicida incluye, como en el caso que aquí nos ocupa, la generación de efectos perversos para la salud a nivel masivo sin reparar en ellos; más aún, convirtiéndolos en algo funcional al sistema: en primer lugar, en tanto que estrategia de control, puesto que éste no sólo se incrementa mediante dispositivos avanzados de seguimiento sino también porque es esencialmente más sencillo controlar a una población enferma que a una plena de facultades; en segundo lugar, como “nicho de mercado”, dado que la enfermedad, en especial si es crónica, es más rentable que la salud. No es éste, sin embargo, el lugar adecuado para una reflexión extensa acerca de algunos de los problemas que genera el “progreso” entendido de cierto modo, ni siquiera sobre el concepto mismo; sus orígenes, las tradiciones filosóficas que lo sustentan…. Más incluso: las cosmovisiones que lo encumbran y que de él se retroalimentan, así como los grupos sociales interesados en mantenerlas, etc…

[8] Por ello también, desde este punto de vista puede entenderse el socialismo como “un freno de emergencia”, según la expresión de Walter Benjamín.

[9] Esto no nos debe sorprender; sucedió en el pasado en numerosas ocasiones, por ejemplo con medicamentos de los que se desconocían peligrosos efectos secundarios que fueron tristemente comprobados más tarde. Sólo la alarma social hizo que por fin fueran retirados del mercado…algunos de ellos.

[10] Ver el “caso Repacholi” en el segundo de los documentos presentados, pp 20-21. En otros casos, sospechosamente las posiciones se suavizan, aunque mantienen una advertencia que ni siquiera existe en nuestro país. Ver: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Consejo/Europa/matiza/oposicion/moviles/escuela/elpepusoc/20110527elpepusoc_9/Tes

[11] La información sobre REFLEX y las conclusiones y recomendaciones de Bioinitiative están mínimamente desarrolladas en la segunda parte. En ella también se encuentran los enlaces a las declaraciones de dicho Parlamento.

[12] En realidad, tus ojos son antenas…, lo cual, no da para un verso de Neruda pero es estrictamente cierto.

[13] La longitud de onda y la frecuencia están relacionadas según la fórmula: donde es la longitud de onda, c la velocidad de la luz (299 x 106 m/s), y la frecuencia.

[14] Por este mismo motivo, por cierto, debe evitarse especialmente mantener el teléfono pegado a la cabeza mientras se espera la conexión, o hablar desde lugares con baja cobertura. En general, y si la llamada es imprescindible, es recomendable hacerla con auriculares. También es importante evitar hablar desde vehículos en marcha, donde la emisión es mayor por el efecto de enlace continuo a la antena general, y donde la contaminación pasiva en su entorno se ve además incrementada por el efecto horno de microondas generado por las paredes del vehículo. Sería, por ello, incluso deseable que en un futuro próximo fuera prohibida la conexión en el caso de los vehículos públicos.

[15] Evidentemente, no estamos considerando la incidencia de las antenas fijas de telefonía móvil, ni otros muchos elementos; tan sólo dar las indicaciones generales que son posibles en unas pocas líneas.

[16] Ver el estudio realizado por en el Reino Unido y referido en la página 22 de la segunda parte del documento.

[17] Tal es el caso de Alemania, Francia, Suiza, Bélgica o Austria, por citar algunos. Incluso, como decíamos más arriba, es el propio Parlamento Europeo quien ha secundado tales recomendaciones. Cierto que dentro del Estado Español, hay comunidades donde, al menos en la mayoría de los institutos, existe conexión por cable, como en el caso de Navarra. Allí, no por casualidad, claro, existen más grupos denunciando la contaminación electromagnética existente.

[18] Se considera el cable de fibra óptica el modo de conexión más fiable. Desde luego, y en primer lugar de importancia, para la salud, pero también incluso desde el punto de vista de la velocidad de conexión y de la seguridad en la transferencia de datos.

[19] Tampoco estaba reconocido hace tiempo el síndrome de hipersensibilidad química y, sin embargo, debido a la cantidad de personas que lo sufren hoy, al menos, éstas ya no son tachadas de hipocondriacas o de algo peor.…

[20] Como afirmaba hace algunos años un compañero, las gentes que resisten “condensan la dignidad perdida por las mayorías silenciosas de los regímenes parlamentarios de mercado, mal llamados “democracias”. Su carácter “real” les lleva a partir de lo que hay, es decir, a afirmarlo. Pero su ética les lleva a intentar cambiarlo, a ir más allá de una realidad a menudo brutal, es decir, a negarlo. Por afirmar y negar el mundo, son y no son, habitan en los márgenes. Pero en los márgenes, en la frontera, es el único lugar donde está la vida”. En Morán, A. (coord.), El movimiento antiglobalización en su laberinto. Entre la “nube de mosquitos” y la izquierda parlamentaria, Ed. Catarata, Madrid, 2003.

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[Javier Sánchez es corresponsal de AraInfo en América Latina]

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