Karkubi, ungawa, unga, burundanga

Bueno... Si hace poquito proponíamos un decálogo de buenas prácticas periodísticas (ver aquí), algunos medios nos vuelven a deleitar con su dosis de sensacionalismo contraproducente al tratar el tema de las drogas. En estos días hemos observado decenas de reproducciones de noticias de agencias referidas al desmantelamiento de una red de tráfico de benzodiacepinas, en el que fueron detenidas 18 personas. El negocio consistía en reunir apreciables cantidades de cajas de esta gama de fármacos, mediante la expedición de recetas falsas, para después hacerlas llegar a Marruecos, donde se han generado, casualidades de la vida, bastantes problemas entre la juventud …

Bueno... Si hace poquito proponíamos un decálogo de buenas prácticas periodísticas (ver aquí), algunos medios nos vuelven a deleitar con su dosis de sensacionalismo contraproducente al tratar el tema de las drogas.

En estos días hemos observado decenas de reproducciones de noticias de agencias referidas al desmantelamiento de una red de tráfico de benzodiacepinas, en el que fueron detenidas 18 personas. El negocio consistía en reunir apreciables cantidades de cajas de esta gama de fármacos, mediante la expedición de recetas falsas, para después hacerlas llegar a Marruecos, donde se han generado, casualidades de la vida, bastantes problemas entre la juventud por el consumo inapropiado. Pero claro, esto, dicho así, como noticia no vende tanto, ni tampoco es de recibo enredarse en farragosos razonamientos sobre las claves económicas y sociopolíticas de determinados patrones de consumo. Una cosa es ofrecer una noticia en más de 140 caracteres, lo que ya roza el exceso, y otra ponerse a razonar así, sin ton ni son; cosa ya inaceptable.

De modo que, como íbamos diciendo, es mucho más resultón, y hasta más divertido, oye, marcarse unos titulares utilizando palabras que nos resulten exóticas para denominar a las benzodiacepinas de toda la vida y, de paso, para pretender que se trate de una “novedosa droga”, de una “terrible amenaza” y para tenernos a todas y todos asustados ante semejante impacto. Leamos algunos pasajes de tan interesantes noticias, llenas de precisión, seriedad y sensatez:

“Qué es el ‘karkubi': la droga que te hace alucinar e, incluso, automutilarte” He aquí el titular de Gonzo.com (ver) de una ¿noticia? subtitulada así: “Las fuerzas de seguridad han desmantelado una red de falsificación de recetas para crear esta potente y adictiva sustancia” Así continúa el texto: “Es una droga que se consume en enormes cantidades en los barrios más desfavorecidos de las principales ciudades de Marruecos. No se suele tomar sola, sino que habitualmente se mezcla con otras sustancias como alcohol o hachís. Los efectos que genera esta mezcla pueden llegar a ser demoledores. Lo más habitual es que produzcan amnesia, alucinaciones y actitudes dantescas que lleven incluso a las automutilaciones, las cuales a veces se llevan al extremo. Otro efecto como consecuencia es que resultan complicadas las operaciones quirúrgicas en las personas adictas a esta droga porque resulta bastante complicado anestesiarlos debido a la tolerancia desarrollada. Se toma en forma de pequeños comprimidos”.

Veamos también, por ejemplo, la web de Canal Sur: “(compraban) en España benzodiacepinas, un medicamento, que vendían después en Marruecos, cuyo principio activo se utiliza para elaborar una droga conocida como "karkubi (…) Esta sustancia estupefaciente, consumida en los estratos sociales más desfavorecidos de Marruecos, provoca alucinaciones y conductas psicopáticas, informan ambos cuerpos en un comunicado.” En el diario 20 Minutos también se reproducía exactamente este último párrafo de la noticia de agencia.

También en Eldiario.es, (con algo más de elaboración en la noticia, eso sí), reproducían las desinformaciones, aunque en este caso con la inestimable ayuda de “preventólogos”: “Medicamentos como el Rivotril o el Gardenal, que utilizados bajo prescripción médica no presentan riesgos, son consumidos en este país en grandes dosis y mezclados con hachís, alcohol o pegamento, lo que puede llegar a provocar alucinaciones y conductas psicópatas. (...) La bomba de relojería estalla cuando el karkubi se añade al "maajun", una popular masa de harina mezclada con hachís en polvo: un viaje directo a un "paraíso" con peligrosos efectos secundarios. “Los consumidores de psicotrópicos pueden sumergirse en efectos secundarios que conducen a la amnesia, la automutilación e ideas suicidas e incluso asesinas", apunta el doctor Abdelá en un informe del Centro Especializado en Adicción de Casablanca (…) Consumidos también entre los jóvenes para estar "a tono" en las gradas de los estadios durante los partidos de fútbol -donde suelen ser frecuentes los actos de vandalismo- las asociaciones advierten que los traficantes también suministran el karkubi a sus perros pitbull para aumentar su agresividad (…) Como ocurre con todas las drogas, dice Laabudi, sus efectos difieren dependiendo del estado psíquico de la persona, pero lo que "está claro es que se ha convertido en un problema social".

Como contraposición, veamos y agradezcamos las explicaciones dadas en el blog Eupsike (artículo completo aquí): “La noticia presenta como si esto, fuera algo novedoso y de reciente factura. Nada de eso; el periódico Él País, ya había editado un artículo hace más de 10 años, hablando de la corrupción carcelaria en Marruecos, y la irrupción del Karkubi (ver) ¿Qué es el Karkubi?, pues ni más ni menos que una benzodiacepina (…) que los adolescentes y jóvenes marroquís consumen, como “anestésico de conciencia” y como signo de elevación de estatus, al estar por encima de los esnifadores de pegamento o gasolinas. El más solicitado, sencillamente para estar dormidos o alelados, es el principio activo clonazepam, por si alguien pensara o llegara a pensar, que bajo el nombre exótico de Karkubi, iba a aparecer una droga fetén y guay del Paraguay. Es decir, una chorrada, magnificada por los medios de desinformación”.

Qué decir ante todo esto… Nos embarga la emoción y, más aún, nos paraliza el miedo ante la posibilidad de que estos habituales habitantes de nuestros botiquines (aunque les aseguramos que no es nuestro caso) cobren vida propia y se conviertan en maléficos brebajes alucinógenos que desquicien a la sociedad… un poco más, incluso…

Ironías aparte, sí diremos que el clonazepam que, al parecer, es la benzodiacepina más utilizada por las y los chavales marroquíes (dense una vuelta, por cierto, por algunos de nuestros barrios y pregunten a las y los chiquillos por los “trankis”, es decir, por el Trankimazin) tiene, como todos los fármacos de su familia (y como todas las drogas en general) unos determinados riesgos. Exactamente igual que los tiene el diazepam, el lorazepam o el tetrazepam; Valium, Orfidal o Myolastán, para las y los amigos.

Y los riesgos son algo mayores en el caso que nos ocupa dado que su dosis activa es muy baja (y, por tanto, su dosificación más delicada) y que su vida media en el organismo es bastante alta (entre 18 y 50 horas). Por eso, entre otras razones, es una medida inteligente que, ya que existe y que tiene algún tipo de aplicación concreta, esta sustancia sea legal, esté prescrita por alguien que nos dé indicaciones de uso y que cuente con un prospecto; ese papel que casi nadie lee, eso sí, o no considerarían admisible arriesgarse a los efectos secundarios adversos, que son lo único que se nos cuenta de otras sustancias.

Por supuesto que no es buena idea mezclar ésta ni cualquier otra benzo con hachís o con alcohol, ni tampoco aspirar pegamento, mezclado o no. Evidentemente el consumo de un sedante fuerte de modo continuado puede crear tolerancia cruzada con fármacos anestésicos. Bien explicado, también se puede entender que cierto grado de anulación de la conciencia (como ocurre también con una mundana borrachera alcohólica, sin ir más lejos) puede hacer que un sedante favorezca en el contexto “adecuado” conductas agresivas. Y sí, se toma en pequeños comprimidos, claro. De ahí a presentar, como si de una mutación alquímica se tratase, la conversión de un inocuo “medicamento sin riesgos” en “una poderosa droga adictiva”, cuando se trata en realidad de la misma sustancia, hay un mundo, e implica básicamente tomarnos el pelo. La distinción entre “medicamento” y “droga” es legal, no química, y conviene no creer que una benzodiazepina (droga legal, fármaco, medicamento; llámenla como quieran) no tiene riesgos, lógicamente minimizados si se consume de modo adecuado e informado. El consumo continuado de sustancias de esta familia, en concreto, genera tolerancia y su síndrome de abstinencia llega en algunos casos a ser peor que el de la heroína. En dosis inadecuadas y con mezclas desaconsejables, nuestros familiares medicamentos pueden desatar trastornos psiquiátricos, pero descuiden que ni un estimulante potente les va a convertir en caníbales (ver aquí “El misterioso caso de la flakka caníbal”) ni un sedante en asesinos o en obsesos de la automutilación. Habría que analizar con cuidado y rigor las condiciones sociales y, por tanto, personales, en las que vive mucha gente y que condicionan (aunque no determinan) algunas conductas y también algunos patrones de consumo.

Pero, como comentábamos más arriba, todo esto resulta farragoso, feo y hasta algo soso en una noticia, que no ocasionaría de este modo tantos “pinchazos” en la red. Luego, eso sí, se nos tratará de convencer de que esto de las drogas es un tema muy serio. Saben, parece que entre otros efectos desinformativos perniciosos, el hecho de que ahora mismo haya decenas de miles de adolescentes de todo el país preguntándose qué es eso del karkubi y pensando en si son capaces de conseguir un poco para probar algo de nombre tan atrayente, debemos agradecérselo a un periodismo tan responsable. Quizá incluso haya progenitores a quienes un nuevo y desconocido demonio les haya quitado el sueño. Y que se tomen un karkubi para dormir más tranquilos.

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