Gràcia, la dignidad de un barrio

El referéndum catalán ha mostrado la cara más valiente de un barrio con un gran tejido social que está acostumbrado a la represión, de los Mossos d'Esquadra, y no ha sufrido la de las fuerzas del Estado español

Foto: Miguel Ángel Conejos (AraInfo).

Poco más tarde de las cinco de la mañana alrededor de doscientas personas permanecían en la puerta del colegio Pau Casals en el Carrer Providència de Barcelona. La imagen se replicaba en los distintos colegios de Gràcia, que se mostraba como un barrio concienciado con una consulta que desde el Estado español nunca se ha querido reconocer como legal, porque desde los púlpitos de Madrid siempre se ha temido.

Como ha ocurrido en otros colegios electorales cada paso adelante del referéndum era celebrado por una multitud que con el paso de los minutos crecía. La llegada a escondidas de las urnas, la visita de los Mossos d'Esquadra sin orden judicial, la salida de quienes habían pasado la noche dentro... cualquier avance arrancaba los aplausos de los cientos de personas que ocupaban la calle.

Una hora antes de la fijada para la apertura del Pau Casals hasta mil personas esperaban la apertura de puertas del colegio electoral. La lluvia obligaba al refugio, no a la retirada. La calle se llenaba de paraguas y la comunicación parecía básica para mantener la calma. Pero en la calle no cabía más dignidad. Solidaridad con las personas más mayores, a las que se les sacaba sillas desde el interior del colegio, que con orgullo estaban determinadas a cambiar el sino de la historia que les impidió vivir en una República Catalana.

Pasaban de las nueve de la mañana, y los continuos ataques a la web censal desde el Estado español, retrasaban la apertura del colegio. Pero los ánimos permanecían intactos y la lección de civismo y valentía era ejemplar. Las puertas se abrían para las personas más mayores, que llevaban muchos minutos, incluso horas, esperando bajo la lluvia. Las jóvenes les abrían el paso entre una multitud.

La emoción se reflejaba en sus rostros. También, aunque en menor medida, la impaciencia por poder ejercer un derecho a decidir siempre negado. Eran casi las diez de la mañana cuando se abrían las urnas y los sentimientos afloraban a ambos lados de las mesas de votación. La primera votante del colegio Pau Casals lo hacía ante una mesa en la que su presidenta y ambos vocales no podían reprimir la emoción y tenían que enjugarse las lágrimas.

Mientras las más mayores votaban, fuera la gente más joven, muchas familias completas, permanecían pacientes ante una lluvia intermitente. Las primeras noticias de cargas policiales en otros colegios propagaban desasosiego, pero nada que pudiera tumbar la decisión de seguir adelante con una jornada que prometía ser larga.

Pero lejos de lo que todavía se vende como locura independentista fuera de Catalunya, en la calle no todo era independentismo. No pocas eran las personas que dudaban qué votar. Sin que los partidos que deberían haber hecho campaña por el No hayan participado, no son pocos los votos nulos, en blanco y noes que se han recontado en la mayoría de los colegios de Gràcia, un feudo independentista. Participar también se convertía en gesto de protesta ante un Estado español que continúa mostrando sin complejos ceguera ante sus problemas territoriales, y que este domingo mostraba sin pudor su cara más represiva en contra del derecho a decidir.

La violencia ejercida ha supuesto una mayor movilización. Mientras la táctica represiva fracasaba, dejando tras de sí más de 800 personas heridas, en las calles continuaban creciendo las concentraciones ante los colegios electorales. La tarde se convertía en muchos puntos en un momento de fiesta y protesta. El cierre de los colegios se celebraba como un triunfo y como el final del camino. El Votarem! Votarem! se convertía en Hem votat! Hem votat! y mientras dentro de los colegios se realizaba el recuento, en las se calles cantaban l'Estaca y Els Segadors, apludían, celebraban y reclamaban esas calles que les pertenecen.

Después vendrían las reacciones de los políticos de oficio. Pero el pueblo catalán ya ha dado una lección de coraje. Ahora el pulso político retorna al pueblo con una huelga general que debería suponer el final del procés.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies