¿Qué Europa celebramos? Una radiografía de los países que participan en la Eurocopa

¿Qué Europa Celebramos? Con esta pregunta nos proponemos lo que en realidad es una tarea colosal: analizar política y socialmente los distintos países que participan en el torneo de futbol por selecciones que se está celebrando a día de hoy en Francia

Probablemente nos encontremos en uno de los momentos más convulsos de la historia del viejo continente. A la crisis económica se suman la crisis social, la crisis política y la más infame de todas, la crisis de los refugiados. Y a todo ello hay que sumarle las especificidades de cada país.

Ante esos retos ¿están las respuestas a la altura de la situación? ¿Europa plantea remedios que eviten el conflicto y beneficien a la gran mayoría? ¿Son soluciones que trascienden el partidismo o los intereses particulares de cada uno de los países? Lo cierto es que pese a que nos gustaría responder de forma afirmativa, es difícil ser optimistas.

Grupo A: Inglaterra, Irlanda, Irlanda del Norte y País de Gales

Podemos conjeturar que si Margaret Thatcher levantara la cabeza quedaría profundamente satisfecha de la deriva que en los últimos tiempos ha tomado el país del que fue primera ministra. Pese a que en el año 1975 defendió la unión entre el Reino Unido y la Comunidad Económica Europea en un referéndum que ganó el europeísmo por más de 30 puntos porcentuales, la "Dama de hierro" se encargó durante todo su mandato de que la Europa económica y la Europa social nunca fueran de la mano. No resulta demasiado aventurado afirmar que en el Brexit que se celebrará el próximo 23 de junio, Thatcher hubiese dado su apoyo a los partidarios de abandonar la Unión Europea.

Lejos del terreno de la historia ficción nos encontramos con una situación compleja que tiene a la izquierda británica fuertemente maniatada. Mientras que los que defienden la desvinculación con respecto a Europa son miembros del ala más derechosa del Partido Conservador y del UKIP (United Kingdom Independence Party), partido que no esconde su simpatía por Margaret Thatcher, en el lado opuesto, es decir en el de las voces fuertes que defienden que el Reino Unido continúe en la Unión Europea, se encuentran el FMI, el OCDE o Angela Merkel entre otros. Ambos espacios políticos son malos compañeros de viaje para el líder laborista, Jeremy Corbyn, que ha sido tachado de tibio en la defensa de la unidad de Europa. Entre la derecha patria y las políticas neoliberales austericidas, así es son los márgenes entre los que se mueve Corbyn.

El laborismo se despierta tarde en este debate, y no ha sido hasta hace escasos días que el ex-primer ministro Gordon Brown, como ya hiciera en el referéndum de independencia de Escocia, ha publicado un vídeo emocional en el que bajo el lema de "Lead not Leave" defiende un Reino Unido liderando a Europa. Algo así como un chovinismo de izquierdas.

El Brexit, más allá de la salida del país de la comunidad continental, es la entrega de la Unión Europea  a la derecha alemana y será, en caso de producirse (parece que así sucederá dados los últimos sondeos), el triunfo del discurso xenófobo defendido desde el UKIP. Ideas como las de Migration Watch, Think Tank antiinmigración, han calado hondo en la población. Para éste, el Brexit es la única forma de detener los 250.000 migrantes que llegarán anualmente al Reino Unido desde ahora hasta 2026.

El Brexit por otro lado, también está generando divisiones internas entre las distintas naciones que conforman el Reino. Ni Gales, ni Irlanda del Norte, ni Escocia son partidarias, por diferentes razones, de escindirse. Parece pues que el referéndum está impulsado desde Inglaterra, más concretamente y como si siguiera funcionando la lógica colonial, desde la metrópolis, Londres. En una pregunta dirimida entre un sí y un no, los 53 millones de votantes ingleses, se impondrían sobre los ciudadanos del resto de naciones que no llegan a superar por separado los 6 millones.

En los casos de Gales e Irlanda del Norte su postura en contra del Brexit es bastante similar y tiene que ver con el aspecto económico. Ambas son receptoras netas de fondos europeos y desde siempre se han sentido menospreciadas por Londres. En el segundo de los casos, el rechazo a la separación tiene dos argumentos más: por un lado, Irlanda del Norte envía a Irlanda el 34 por ciento de sus exportaciones y, por otro lado, de separarse el Reino Unido de Europa, volverían las fronteras entre Irlanda e Irlanda del Norte. Pese a que muy pocos creen que eso signifique un regreso a la violencia más o menos terminadas en 1998, todos los ciudadanos irlandeses saben que en cierto modo, se podrían reavivar las tensiones de un conflicto todavía no terminado.

Así, no resulta extraño que el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, haya pedido a los irlandeses residentes en el Reino Unido, los únicos europeos con derecho a voto, que voten por seguir en la Unión.

Y cuando estamos escribiendo esto, una noticia aterradora: una política laborista es asesinada por un extremista británico que podría pertenecer al UKIP. Los medios dirán que era un loco, sin embargo es una evidencia más de que el fascismo europeo sigue ganando adeptos.

Grupo B: Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría

En la Eurocopa participan los cuatro países que forman la alianza Visegrad 4: Polonia, Eslovaquia, República Checa y Hungría. No obstante las diferencias políticas entre ellos, se trata de un grupo fuertemente unido, y muy activo en el rechazo de las políticas europeas de gestión de la crisis migratoria. En particular se oponen a las cuotas obligatorias de redistribución de refugiados por país, y a las multas que se derivarían de no respetar dichas cuotas. Tales políticas, afirma el V4, tendrían el efecto de atraer a más migrantes hacia Europa reforzando las divisiones entre los países miembros. Si en algunos momentos estas “reflexiones” han sido acompañadas de las clásicas y vacías retóricas de “ayudémosles en sus casas” (o, al menos, en países cercanos como Turquía), son cada vez más duros y frecuentes los discursos directamente xenófobos e islamófobos. No les falta razón al V4 al afirmar que sus posiciones, antes minoritarias, se están convirtiendo son ahora más frecuentes en Europa.

Los líderes de la alianza ganan consenso en sus países mostrando su resistencia a los “poderes fuertes” europeos (Bruselas, Alemania, el concepto varía en función del momento). Al mismo tiempo otros líderes europeos ganan para cierta opinón pública respetabilidad, moralidad mostrando su rechazo a las retóricas llanamente fascistas del V4.  Es un discurso políticamente correcto, que en sus posiciones a nivel práctico es muy parecido. Tanto unos como otros quieren parar a los migrantes, posiblemente antes de que lleguen a Europa; todos se preocupan de no pagar más que otros para alcanzar este objetivo.

Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, va más allá y declara serenamente: “aunque parezca raro, lo siento mucho: el Islam no tiene sitio en Eslovaquia”. A Eslovaquia le tocará la presidencia de Europa a partir de julio.

Por otro lado, en su última reunión el V4, además de reafirmar su posición con respecto a los migrantes, expresó la esperanza de que el Reino Unido se quedara en Europa, porque “tenemos muchos difíciles desafíos por delante y creemos que afrontarlos será más fácil con el Reino Unido dentro de Europa”. Algunos podrían pensar que no sea del todo irrelevante el hecho de que los polacos, por ejemplo, representan la segunda comunidad migrante en el Reino Unido.

Y una última nota de… “folklore”: parece que República Checa quiera un nombre nuevo, Czechia. El otro, opinan algunos, no se vende bien. Czechia es más… catchy (pegadizo) Viene a la cabeza el futuro imaginado por el escritor Michel Houellebecq en El mapa y el territorio, en el que Francia (y así la mayoría de los países europeos) se queda reducida a poco más que un bonito sitio de vacaciones para extranjeros procedentes de las nuevas economías dominantes. Italia, España, Francia… ya son verdaderas “marcas”. Nos “defendemos” de los que tenemos por debajo de nosotros mientras nos preparamos para atraer a los que están (o estarán) por encima.

Grupo C: Italia, España y Portugal

El único de los países que conforman los llamados PIGS que no participa en la Eurocopa, es Grecia. Con todo, el acrónimo con intención ofensiva, si quitamos la nación gobernada por Tsipras, sigue funcionando: Portugal, Italia y España (PIS) como naciones excrementales de Europa que para Alemania significan todos los males del Viejo Continente.

La situación en los PIS sigue siendo terriblemente complicada. Más cuando con el Brexit, parece que muchos los PIGS podrían sufrir verdaderas catástrofes económicas que las bolsas ya han empezado a vaticinar. Sorprende que con la salida de Gran Bretaña de Europa, Alemania sería quien más se beneficiaría, convirtiéndose en la única alternativa de mercado de la Unión.

Las cifras confirman que la crisis económica sigue instaurada en los tres países. La deuda pública (dinero que deben los estados y por ende los ciudadanos en comparación con el PIB) es insostenible, y el déficit público (la relación entre ingresos y pérdidas de un país) es muy elevado.

Más allá de los indicadores macroeconómicos los tres países también están experimentando una convulsa situación política y social con elementos similares. El denominador común en los tres casos es un alto paro (20% en España, 12% en Portugal y 11% en Italia), una precarización laboral que se traduce en un fuerte malestar social y unas instituciones que han pasado demasiados años inmersas en las lógicas de la corrupción. El binomio PP-PSOE en España, los democristianos, la mafia y Berlusconi en Italia, y los escándalos del Partido Social Demócrata y el Partido Socialista en Portugal, son ejemplos de dicha forma endémica de gobierno.

Ante esta situación han nacido en los tres países alternativas de poder que se expresan de distinto modo. En España Unidos Podemos y el independentismo catalán pretenden romper (en un caso social y en otro nacional) con el viejo régimen surgido de la Transición mientras que Ciudadanos es la reforma de 360 grados que demanda el establishment. En Portugal la coalición de izquierdas formada tras las elecciones parlamentarias de 2015 estuvo a punto de fracasar cuando el presidente del país, Cavaco Silva, quiso investir de forma autoritaria a Passos Coelho del partido conservador Portugal a Frente. Por su parte Italia con un primer ministro (el tercero seguido que ha llegado a su posición sin pasar por elecciones) que ha sucumbido a todas las exigencias de Bruselas y es pretendidamente progresista, Matteo Renzi, tiene por alternativa al movimiento 5 Estrellas. Creado por el humorista Beppe Grillo, lo más sorprendente de este movimiento, que se considera a sí mismo como la renovación para el país de la bota, es que forma parte en el Europarlamento del Grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa, es decir, el mismo en el que se encuentran Alternativa para Alemania (AfD) o el UKIP.

Quizás tendremos que buscar en la historia de estos tres países el verdadero motor que los une: Reconciliaciones con el pasado dictatorial muy pobres que han hecho que muchas inercias pretéritas fascistas se mantuvieran en gobiernos pretendidamente democráticos.

Grupo D: Rusia y Ucrania

Aunque haya perdido protagonismo en los medios de comunicación, el conflicto en el este de Ucrania está todo menos que acabado. Cinco soldados y dos separatistas perdieron la vida el 29 de mayo, sumándose a las casi 10.000 víctimas y más de 20.000 heridos (según fuentes OTAN) desde que el conflicto empezó en el abril de 2014. Lo que empezó como una disputa sobre un tratado comercial (de Ucrania con la UE que hizo que el entonces presidente Yanukovich salió de las negociaciones por la oposición de Rusia) se convirtió en el peor conflicto europeo desde la guerra de los Balcanes. No hay señales de que vaya a acabar pronto.

Mientras tanto, la corrupción gubernamental de Ucrania, uno de los principales motivos que hizo levantar a los ciudadanos de Kiev, no parece para nada erradicada. El gobierno del presidente Poroshenko sigue estando regido por relaciones de amiguismo y clientelismo.

Como elemento más de la nueva “guerra fría” de la que el país es uno de los teatros principales, hay que mentar un fondo de 40.000 millones de dólares que había sido establecido (por el FMI y gobiernos occidentales). Sin embargo este invierno el FMI suspendió los pagos, en frente de evidencias de que el dinero se “perdía” antes de llegar a ser utilizado por el pueblo ucraniano.

A su vez, Kiev empezó una segunda guerra, esta contra los periodistas, creando una lista negra con nombres e información de más de 4.000 periodistas (freelancers, BBC, NYTimes, Reuters, entre muchos otros) que fueron acusados de ser “colaboradores de los terroristas”, por el hecho de haber cubierto el conflicto y haber sido acreditados en zonas controladas por los separatistas. En Ucrania como en Rusia se habla de “guerra de información”, con tonos siempre más parecidos a los de la guerra fría; ni Eurovisión se salvó de la polémica, con la victoria de Ucrania sobre la favorita Rusia.

Entre todas estas noticias existen notas de esperanza pues el domingo pasado por primera vez pudo celebrarse el GayPride en el centro de la capital.

Pasando al otro bando del conflicto debemos afirmar que resumir la situación de Rusia requeriría un artículo aún más largo. Recordemos simplemente que a nivel político, a partir del año 1999, el concepto de alternancia al poder se entiende en Rusia como esa cosa que impone Putín al ostentar unos años la presidencia y jugar a ser primer ministro en otros.

Enfoquémonos aquí (siempre de forma limitada) en el tenso momento que están viviendo las relaciones entre Rusia y la OTAN y que precisamente, lleva a algunos a hablar de una nueva guerra fría. Particularmente amenazados por Rusia se sienten los países que componen el flanco oriental de la OTAN, Polonia, Rumanía y Turquía, que tuvieron momentos de  particular tensión con el país más extenso del mundo, cuando se abatió un caza ruso que habría violado su espacio aéreo, en la frontera con Siria. La asamblea de la OTAN ha expresado en numerosas ocasiones y de muchas formas su preocupación por la actitud de Moscú en el territorio, sobre todo desde la anexión de Crimea.

En este clima, hay juegos más apropiados que el fútbol: estos día se están llevando a cabo en el este Europa, las maniobras militares más grandes desde el fin de la (otra) guerra fría. La llamada operación marítima Baltops 16 y Anakonda supone el despliegue de  31.000 soldados (12.000 polacos), 3.000 vehículos, 105 aeronaves y 12 buques. Acabados los “juegos”, en julio la OTAN debería aprobar la presencia permanente de 3 o 4 batallones en el área. Mientras tanto Rusia responde con una nueva base cerca de la frontera ucraniana y fortaleciendo su poder marítimo. La militarización de la zona aumenta y aunque se presenten siempre como operaciones disuasorias, cada uno de los bandos percibe los movimiento del rival como una provocación. La apuesta va en aumento: la clásica, simple y peligrosa lógica de la escalation militar.

Grupo E: Alemania y Austria

Según un estudio de la Universidad de Leipzig, la mitad de los alemanes se consideran extranjeros en su propio país, un 41% piensa que debería prohibirse la entrada a los musulmanes, un 60% considera que la mayoría de personas que piden asilo en realidad no sufren persecución de ningún tipo en sus patria de origen. Aún hay más cifras: un 20 por ciento afirma estar dispuesto al uso de la violencia contra extranjeros y un 28% dice que pese a que no recurriría a la violencia, aprueba las agresiones a migrantes como forma de "poner orden".

Estas terribles cifras podrían perfectamente aplicarse en menor o mayor medida a Austria. La única diferencia entre ambos países es el peso que la opciones de ultraderecha tienen en los parlamentos respectivos. De este modo, mientras Alternativa por Alemania (AfD) tiene un apoyo popular del 15%, en el caso austriaco y como vimos en las pasadas elecciones, la simpatía hacia el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ) de Norbert Hofer fue del 36,7% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales.

Pese a la diferencia cuantitativa entre ambos partidos debemos tener en cuenta que hace un año AfD contaba con tan solo un 5% de apoyo y que su expansión se ha producido después de virar hacia la derecha; concretamente y aunque el AfD se entesta en negarlo, acercándose al movimiento neofascista Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente).

Se trata de la nueva extrema derecha nacida en Europa que tiene como bases ideológicas el neoliberalismo y la xenofobia.

Los números, ya sea de porcentajes electorales o de encuestas de opinión, en realidad esconden una grave situación que los refugiados están viviendo día tras día en sus propias carnes. Recientemente un racista alemán hería a una niña de origen macedonia y a un joven de origen sirio con un rifle de aire comprimido en la ciudad de Lingen; a principios de mes, se producía un incendio intencionado en un centro para la acogida de refugiados en la localidad de Altenfelden.

Mientras eso sucede, en contra de todo pronóstico, los viejos partidos políticos de ambos países, instaurados en una lógica de supervivencia, han radicalizado sus discursos hacia la derecha y han aplicado medidas cada vez más xenófobas como controlar sus fronteras, contraviniendo el acuerdo Schengen.

Austria ha sido el primer aviso serio de hasta dónde puede llegar la nueva extrema derecha. Veremos en los próximos meses si ese demonio que recorre Europa consigue hacerse con el poder de los estados miembros.

Grupo F: Suecia y Islandia

Pese a que se trata de dos países con diferencia muy importantes entre ambos, son lo que podríamos denominar la periferia norte de Europa. Con frecuencia se observan con devoción desde latitudes más meridionales y son puestos como ejemplo de democracias transparentes y sociedades realmente del bienestar. Sin embargo no todo lo que brilla es oro.

En 2015, Suecia fue el país europeo que más refugiados por habitante acogió. Es un país tradicionalmente acogedor, y en los últimos diez años los números han crecido mucho: en 2015, 163.000 personas pidieron asilo, en un país con una población de menos de diez millones de habitantes (el 16% de los cuales ha nacido en el exterior). Pero las cosas están cambiando: desde noviembre del año pasado, el gobierno (una coalición entre el Partido Socialdemócrata y los Verdes) anunció una serie de medidas mucho más restrictivas, adoptando, de hecho, los estándares mínimos europeos, y llevando a cabo controles de identidad en todos los medios de transporte y limitaciones a las reunificaciones familiares. Las medidas han sido presentadas como una “terrible necesidad” (la primer viceministro lloró al anunciarlas), pero aunque sea cierto que la fuerte afluencia supuso un notable desafío para un país tan pequeño, según muchos, la verdadera razón hay que buscarla en el sorprendente crecimiento de Sweden Democrats, un partido de extrema derecha que logró entrar en parlamento en 2010 y que representa hoy, con el 20% del apoyo del electorado, el tercer partido de Suecia.

Muchos observadores europeos están ahora aprovechando el ejemplo de Suecia para “demostrar” que las políticas de puertas abiertas están destinadas al fracaso, y además acaban por reforzar a la extrema derecha (Sweden Democrats bajó un poco en los últimos sondeos, desde que se aprobaron las restricciones). También podríamos darle la vuelta y ver como los partidos más xenófobos ganan no solo cuando suben en los sondeos, sino cuando los demás partidos empiezan a acercarse a sus posiciones para no perder electores.

Islandia, con sus aproximadamente 330.000 habitantes, es el país más pequeño que participa en la fase final de una Eurocopa.

No es un país que suela aparecer en las primeras páginas, pero tuvo su momento con el estallido de la crisis en 2008 y con el movimiento de protesta que surgió entonces. Mientras otros países invertían dinero público para salvar los mismos bancos que había arruinado a sus propios ciudadanos, los islandeses pusieron los banqueros en la cárcel, rechazaron rescatar a los bancos, escribieron colectivamente una nueva constitución y tuvieron un referéndum nacional sobre la deuda pública. Todas estas medidas que no tuvieron mucha atención en su día, generaron mucha expectativas en las izquierdas radicales europeas.

Hoy, mirando hacia atrás, la sensación es la de una posibilidad en gran parte desaprovechada: el Partido Progresista ha gobernado hasta ahora, y los partidos nuevos que más éxito han tenido, Best Party/Bright Future y The Pirate Party, herederos de las protestas de 2008-2010, pese a que contienen elementos interesantes y progresistas, comparten también muchos otros ítems con partidos como 5 Estrellas en Italia (crítica de la política mainstream, ciberespacio como tierra de libertad y reforma y gestión tecnocrática del estado).

La situación ahora es muy abierta: el primer ministro Gunnlaugsson tuvo que dimitir por su implicación en los papeles de Panamá, y en poco más de una semana se celebrarán elecciones, con el historiador independiente Jóhannesson como súper favorito.

Grupo G: Turquía

Al este de Turquía, el conflicto con los insurgentes kurdos (del PKK pero también de muchos otros grupos) volvió a explotar con fuerza en verano de 2015, después de dos años y medio de infructuosas negociaciones de paz. La crisis tiene sus raíces en la llegada durante los meses anteriores, de refugiados kurdo sirios, que huían del asedio de Kobane perpetrado por el ISIS. Muchos de los que abandonaban sus hogares dieron testimonio del apoyo por parte del gobierno turco a los islamo-fascistas del Estado Islámico.

A las revueltas en territorio kurdo (con docenas de muertos) siguió el bombardeo de Suruc, atribuido a afiliados turcos del  ISIS. A partir de entonces, una serie de atentados que el gobierno turco atribuye siempre al PKK pero que este afirma que se trata en muchos casos de obra de grupos independientes, y de choques en la frontera entre militares turcos y milicianos del EI, llevó al anuncio de Ankara de la operación Martir Yalcin. Ésta suponía un ataque contra PKK y ISIS en el Kurdistán Iraquí y en la Rojava Siria y contra los insurgentes kurdos en Turquía.

Según muchos, la de Turquía es de hecho una guerra contra los kurdos que, recordemos, son los más eficaces opositores del ISIS y que, inspirados por el confederalismo democrático de Ocalan, están impulsando formas de autogobierno laico con elementos de progresismo político y social sin parangón en la zona. Por poner tan solo un ejemplo, el rol de las mujeres en la sociedad y en el conflicto mismo.

Con bombardeos de ciudades enteras por parte del ejército turco y atentados por parte de grupos kurdos resulta extraño que esta guerra con todas las letras no aparezca en los medios europeos. Conocer el número de víctimas no es fácil, pero las estimaciones más bajas de observadores independientes hablan de 1.300 muertes entre julio 2015 y abril 2016 (al menos 330 civiles, según HRW), y de 350.000 personas desplazadas. Cuando escribimos, siguen los bombardeos al este del país.

Mientras tanto, el presidente Erdogan se aprovecha de la situación, aprobando leyes y reformas que le están permitiendo reforzar su posición en un país que es cada vez más difícil calificar de democrático; un país donde se cierran periódicos y se amenazan periodistas, mientras el presidente insta a las mujeres a dejar la universidad y a “hacer” más hijos.

El último golpe a la oposición (y a la causa del pueblo kurdo) llegó el mes pasado, con una reforma constitucional que retira la inmunidad a los 138 parlamentarios kurdos del HDP, todos con acusaciones pendientes de apoyo al PKK, o sea de apoyo al terrorismo.

Con todo esto parece cada vez más lejano el ingreso de Turquía en la UE, o incluso la remoción del visado para viajar de Turquía a Europa.  Pero la misma Europa que declara preocupaciones por la involución autoritaria de Turquía, y por su falta de respeto hacia los derechos humanos, decidió destinar 6.000 millones de euro al gobierno turco para gestionar la “crisis” migratoria.

El acuerdo UE-Turquía, en vigor desde el 20 marzo, prevé un esfuerzo de Turquía para frenar el flujo de llegada, y prevé también que todos los inmigrantes “ilegales” que lleguen a las islas griegas sean devueltos a Turquía, incluyendo los solicitantes de asilo (el 90% llega de los 10 países que más refugiados “producen”, solo de Syria el 56%). El acuerdo parece destinado al fracaso por muchas razones: Turquía no se puede considerar un safe third country (país tercero seguro), y varios migrantes ya ganaron recursos en tribunales griegos por este motivo; la situación de Grecia es ya ingestionable, con 50.000 migrantes bloqueados desde que se cerró la ruta balcánica y con los campos en las islas convertidos en prisiones de facto: condiciones degradantes y revueltas diarias (MSF se ha ido del campo de Moria en protesta). Cualquier medida intente aplicar Europa, no conseguirá parar ni reducir el flujo de gente, que en su grandísima mayoría no son “migrantes económicos” sino personas que escapan de países en guerra.

Lo que sí conseguirá el acuerdo (que ya está consiguiendo) será enriquecer ulteriormente a los traficantes y sobre todo hacer menos viables las rutas más seguras. Esto se traduce directamente en un aumento espantoso de muertes en el mar.

Así que quizás sí, llegaran menos migrantes, porque muchos más se quedarán en el camino.

Grupo H: Francia y Bélgica

Si algo une a Francia y a Bélgica es la percepción generalizada (probablemente falsa) de que ambos países son los que han recibido un mayor impacto del llamado terrorista islámico. Las masacres en Bruselas y París han conseguido militarizar a dos países que viven cada día bajo la amenaza y el miedo de que se produzca un nuevo ataque terrorista.  Con todo, los atentados de Bataclán y el aeropuerto de la capital belga son la punta de iceberg de toda una problemática social que se visualiza a nivel mediático solamente cuando suceden esos conatos de gran violencia, pero que lleva muchos años operando en ambos países.

Actualmente la población musulmana representa el 4% en Bélgica y el 6% en Francia. En la mayoría de los casos ambas minorías no se definen únicamente por su adscripción a una religión determinada. Ha quedado perfectamente demostrado que el problema surge cuando dicha población queda totalmente excluida de la vida económica, política e institucional de estos dos países. Solo hace falta recordar que los autores de los atentados antes mencionados tenían en su mayoría la nacionalidad francesa y belga.

Ante esta problemática social, la respuesta política tanto en Bélgica como en Francia está siendo similar. Mientras en el  primero de los casos, la coalición nacionalista flamenca de ultraderecha ostenta el poder, en el segundo caso el Frente Nacional de Marie Le Pen cada vez está ocupando más parcelas de poder, consiguiendo introducir su discurso xenófobo en la dialéctica pública.

¿Queda espacio para la esperanza? El movimiento Nuit Debout en Francia contra la reforma laboral El Khomri y su puesta en escena en la calles, es hoy por hoy una de las resistencia más férrea al modelo europeo de neofascismo y neoliberalismo. Como algunos analistas consideran, uno de los mayores obstáculos del movimiento que aúna a jóvenes y a sindicatos es conectar con las verdaderas víctimas de la crisis: las franceses de las banlieures. Por su parte Bélgica parece demasiada sumida en esta dualidad (cabe recordar que Bruselas es la capital de la Europa austericida) para generar una respuesta clara y definida pese a que a finales del mes pasado, el país vivía una huelga general en sus servicios públicos.

A esto cabe sumarle la reacción represiva hacia cualquier disidencia social adoptada por el gobierno francés en las últimas semanas. La izquierda francesa reprimiendo manifestaciones y protestas, y pareciéndose cada vez más a su propia oposición.

Grupo I: Suiza

La nación helvética, pese a no formar parte de la Unión Europea, es de facto un país miembro. La afirmación se sustenta en el hecho de que muchas grandes fortunas políticas o empresariales de la Comunidad del Viejo Continente, han estado o están allí guardadas.

Contra lo que la mayoría de la opinión pública piensa, Suiza ya no es un paraíso fiscal para España pues en el año 2015 firmó un acuerdo de colaboración con las instituciones españolas. Algo que aunque sobre papel es del todo cierto, deja lugar a suspicacias y preguntas: ¿Puede un país dejar de ser escondite de dinero no declarado cuando los mayores evasores fiscales forman parte del gobierno que ha creado el acuerdo?

Pese a esta y otras salvedades, en realidad Suiza sigue siendo el mayor paraíso fiscal del mundo según informes de la red internacional para la justicia fiscal, Tax Justice. Es más, en los últimos tiempos el país ha endurecido la legislación hasta entre 3 y 5 años de pena, para los que violen el secreto bancario. La explicación que el gobierno da a esta modificación legal es la siguiente argüida por Daniel Saameli de la oficina de prensa del Departamento Federal de Finanzas suizo, en declaraciones a BBC Mundo: "Esta ley no busca endurecer las penas contra los que denuncien irregularidades sino contra los que venden estos secretos".

Pese a esto, parece ser que tras el acuerdo de intercambio de información bancaria entre los países de la OCDE de 2014, a partir de 2017 se creará un sistema común de intercambio de información. Es por este motivo que muchas de las grandes fortunas opacas están empezando a migrar hacia los Estados Unido, estado que por otro lado siempre había sido muy crítico con Suiza.

Veremos qué sucede un país sustentado tradicionalmente y en parte por la economía financiera. Según el presidente de la Plaza Financiera de Ginebra, Ivan Pictet, el PIB del país podría caer en un 6%, se perderían un 10% de los empleos de Ginebra y la banca privada Helvética sufriría una reducción  del 30%. Quizás el financiero tenga razón, sin embargo, en un estado en el que el PIB per cápita es de 72.705 euros anuales (el español es de 23.300 euros y el griego de 16.200), debemos preguntarnos hasta qué punto el enriquecimiento suizo no es consecuencia directa del empobrecimiento del resto de países del mundo.

Grupo J: Albania, Rumanía y Croacia

En esta especial radiografía política de la Eurocopa que hemos llevado a cabo, nos quedan sólo tres países para tratar. Pese a que hemos agrupados el resto de naciones de un modo más o menos orgánico, en este caso, nos encontramos con tres estados que a priori no tienen demasiada relación.

Algunos datos estadísticos pueden hacernos ver ciertas analogías. Rumanía, Albania y Croacia son tres de los diez países de Europa donde los ciudadanos tienen menos capacidad adquisitiva, tres de los diez con menos PIB per cápita y tres de los diez con el Índice de Desarrollo Humano más bajo del continente. Es lo que en términos clásicos denominaríamos países pobres. Sin embargo en otras cifras como el coeficiente gini (dato que mide las desigualdades entre los más ricos y los más pobres) nos encontramos que todos ellos están mejor posicionados que España.

Existe otro elemento que nos hace posible la relación. Si bien es cierto que Albania no ha entrado en la Unión Europea pese a haber iniciado reformas judiciales para conseguirlo, tanto Croacia como Rumania son miembros relativamente nuevos. Mientras el primero ingresó en 2013, el segundo lo hizo en 2007.

Hasta aquí llegan las similitudes. Aunque tienen situaciones materiales que se parecen, estos tres países tienen una índole política muy distinta.

En Albania gobierna actualmente el Partido Socialista de Edi Rama. Siendo como es un país en el que los musulmanes son mayoría (un 62,4%), Albania no es un referente para el terrorismo yihadista. De este modo se desmiente un tópico clásico: pese a que los atentados acaecidos en Europa tienen un pelaje islamista, la violencia que se produce en el continente enraíza profundamente en la discriminación social de la minorías. Además de esto, el país es un enclave importante en la crisis de refugiados que vive Europa (deberíamos empezar a decir que la crisis de refugiados es vivida por los refugiados). Su voluntad de entrar en la UE hace que Albania acepte con acriticismo las disposiciones llegadas desde Bruselas. Así, en caso de encontrar migrantes ilegales dentro de sus fronteras los devuelve sin remisión a Grecia.

Como reza la expresión popular, más sabe el diablo por viejo que por sabio. Rumania es el primero de los tres países que entró en la Unión Europea y es ahora cuando empieza a ver los problemas que un club como éste conlleva. Recientemente la nación del este continental ha establecido una normativa por la cual los supermercados deberán vender al menos un 51 por ciento de producto local. Esta legislación, aquí explicada de forma muy endeble, demuestra una vez más que Europa no ha sabido en ningún momento proteger los intereses particulares de los países. El TTIP es el último de los ejemplos: un tratado que con toda seguridad, a no ser que la historia cambie mucho, acabará siendo aprobado de forma unilateral, es decir, Bruselas unilateralmente lo aprobará sin contar con la ciudadanía. Además de esto, el país al que nos referimos (un país periférico de Europa) está demandando a la OTAN más presencia militar de los Estados Unidos para protegerse de las injerencias de Rusia en Ucrania. Todo esto sucede en una Rumanía en la que los socialdemócratas acaban de obtener la victoria electoral.

Por último tenemos a Croacia, una nación que se encuentra entre los peores países por registro de paro de Europa. Con un desempleo del 14,6 por ciento, la estabilidad del país se encuentra en entredicho por la más que posible censura que llevará a cabo la oposición mayoritaria conservadora. El gobierno de centroderechas del tecnócrata Tihomir Oreskovic, que solamente lleva 6 meses en el poder, podría caer por haber llevado a cabo ciertas irregularidades y corruptelas.

Por otro lado, la crisis de los refugiados ha reavivado en el país balcánico el discurso fascista. Actualmente, se sabe que el recientemente nombrado ministro de cultura, Zlatko Hasanbegović, tiene vínculos y simpatías con el movimiento nazi ustaša.

Coda: ¿Qué Europa celebramos?

Sin duda la Europa que celebramos no es la Europa de la Eurocopa donde miles de seguidores dan palizas a otros miles de hinchas, ni la que aparece en este extenso artículo. La Europa que celebramos quizás no exista o tal vez esté muy alejada de las noticias que aparecen en la prensa diaria.

La Europa que celebramos quizás es futura. Sea como sea, en la Europa donde queremos celebrar, no hay refugiados sino acogidos, no hay venta de armas a Siria, no hay fascistas que vuelven, no hay terrorismo, no hay desigualdad social, no hay dictadura de los mercados, no hay corrupción.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies