Es el averno, amigo

Hacía varias décadas que en España no se notaba tanto semejante esencia impregnada de sí misma, nacionalista, entre reaccionaria y liberal pero, por encima de todo, borbónica. Como si de pronto todos los decibelios de las canciones de Manolo Escobar se hubieran conjurado en hacernos la vida imposible...

Hacía varias décadas que en España no se notaba tanto semejante esencia impregnada de sí misma, nacionalista, entre reaccionaria y liberal pero, por encima de todo, borbónica. Como si de pronto todos los decibelios de las canciones de Manolo Escobar se hubieran conjurado en hacernos la vida imposible, la peor caspa asoma en demasiadas solapas. De toda índole social, además. Y, quién lo iba a decir, la cosa tiene demasiado aroma a forofismo. A cánticos y tardes de fútbol. A lo peor de nosotros o de ellos mismos. Forofismo de forocochismo, machismo o garrulismo. Podríamos seguir con un carrusel de nombres que adjetivan al cuñado gritón que ahora abunda más que antes. ¿Dónde estaban entonces, cuando tanto los echábamos de más?

Lo cierto es que la aventura catalana se lo ha puesto todo más fácil. Semejante movimiento político de crecimiento fulgurante, que de pronto se pretende apropiar del significante “república” a la vez que nos quiere dar lecciones de compromiso político ha contribuido a sacar de la caverna a un gran número de manolos del bombo. De acuerdo, la crisis catalana ha podido ser el detonante para que muchos buenos españoles hayan corrido a comprarse su flamante bandera rojigualda y colocarla en el balcón, pero la semilla estaba plantada desde mucho antes.

Vuelve ese hit llamado “que vivan las cadenas”, aunque suene a remake. Hoy todo ese universo de la España clasista en blanco y negro está cambiando y la derecha, que no pierde el tiempo, también: por eso, dejando al margen al electorado de un PP cuyo futuro empieza a ser algo incierto, florecen ejemplos boyantes como Ciudadanos, Forocoches o el más reciente de Tabarnia. Pero si rascamos un poco en sus argumentos, sus eslóganes y su testosterona encontramos los mismos genes de antaño. Se trata del mito del respetable señorito burgués y digo señorito a conciencia, porque este mundo es esencialmente masculino y machista, aunque seduzca a no pocas mujeres. A nada que uno sea observador no tarda en darse cuenta del tufo paternal, heteronormativo y de orden que subyace a cada elemento de estos. Por mucho que se traten de subir al carro de los derechos de los gays o que se clame contra hipotéticas nuevas fronteras (nunca, eso sí, contra las muy reales vallas de Ceuta y Melilla), al final se trata de esa unidad de destino en lo universal, maternidad subrogada, contrato único, competitividad, coworking, proactividad, sinergias y el mercado, amigo, el mercado.

El fenómeno de esta plausible tríada Ciudadanos-Forocoches-Tabarnia posee toneladas de marketing, españolismo rojigualda, una oda permanente al apoliticismo y a una difusa regeneración de la clase política que trascienda ideologías (concepto cada día más demonizado, sobre todo si estas son anticapitalistas) y, en el caso del partido naranja y de esa iniciativa juglaresca tan 'espontánea', un inevitable común denominador: el apoyo tácito y más o menos evidente de una élite económica que, como siempre en la Historia, nunca abandona a sus soldados.

Su discurso no va a decir jamás que beben del poder implacable de un Estado con limitadísima calidad democrática; de hecho, incluso antifranquistas de pro se han puesto a liderar la bufonada de Tabarnia igual que socialistas convencidos se colocaron tras las pancartas de Societat Civil Catalana. No son imbéciles, quieren hegemonizar la cultura y la forma de pensar de mucha gente y no van mal encaminados.

De paso, eso sí, tienen a toda la ‘alt-right’, la derecha más extrema, como apéndice ejecutor y entusiasta. Desde los neofascistas que dicen no ser de izquierdas ni de derechas camuflados de folclóricos casual en los campos de fútbol donde se alaban conductas racistas, xenófobas, machistas y homófobas hasta decenas de miles de seguidores con complejo de Pelayo bramando a diario en las redes sociales.

Es el averno, amigo, el averno.

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