Este domingo 24 de septiembre la ciudadanía alemana decidirá quiénes son las 630 diputadas y diputados del Bundestag, y quién ocupará la Cancillería de la república.
Según los últimos sondeos electorales, tras las elecciones federales alemanas el panorama político del país va a ser parecido al que se conformó después de los comicios de 2013. La CDU, el partido de Angela Merkel, volverá a erigirse vencedor y ella será por cuarta vez consecutiva -16 años-, cancillera. Se espera que el partido conservador aglutine el 39% de los votos, dos puntos porcentuales menos que en las pasadas elecciones. Los socialistas del SPD con el expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz a la cabeza reeditarán la segunda posición, obteniendo unos resultados parecidos -al entorno del 24%- a los de 2013. Con esas dos fuerzas en las primeras posiciones quedará por dirimir cómo se fraguan las alianzas de gobierno para alcanzar mayorías. O bien nuevamente pactan el SPD y la CDU en lo que ya ha sido denominado como la gran coalición, o el FDP, el partido liberal de Alemania, obtiene unos buenos resultados y la formación de Merkel no necesita de los socialistas para ser cancillera.
Podrían parecer unas elecciones al más viejo estilo del turnismo, sin embargo, un elemento perturba los sondeos: la extrema derecha. En 2013 Alternativa por Alemania (AfD) se quedó a las puertas de entrar en el Bundestag al no alcanzar el 5% mínimo de los votos que se necesitan para obtener representación en la cámara. Cuatro años después, en abril de 2017, todos los sondeos auguraban que la formación de ultraderecha neonazi obtendría unos resultados sin parangón. Con la lideresa Frauke Petry al mando, la resaca post Trump y el efecto Le Pen, el AfD llegó a amenazar con llevarse el 15% de los votos. Algo pasó. En el congreso del partido en primavera, los “radicales” acabaron imponiendo sus tesis y Petry se retiró de la carrera por liderar el partido en las elecciones de septiembre. Finalmente, el AfD prefirió presentarse con una candidatura colegiada en la que los líderes son Alexander Gauland y Alice Weidel.
El movimiento táctico supuso un declive en los sondeos, pero como podemos comprobar en las últimas encuestas, la ultraderecha alemana con expectativas de llevarse el 12% de los votos está recuperando músculo en el último mes. Este repunte se debe al atentado en Barcelona que ha vuelto a hacer sobrevolar con fuerza la xenofobia en el debate de campaña alemán.
La pregunta que inquieta a la mayoría es si el AfD tiene posibilidades de aumentar su horizonte de expectativas. ¿Ha tocado techo la ultraderecha alemana? Sus bolsas de votantes se encuentran en cuatro grupos: la extrema derecha donde prácticamente no puede obtener más votos; los euroescépticos que cada vez aumentan en Alemania, pero cuyo voto el AfD se disputa con Die Linke -la izquierda alemana con un 10% en intención de voto-, los antimerkel que detestan a la cancillera por sus políticas con las personas refugiadas; y las clases más vulnerables. Es en este último grupo que comúnmente se abstiene que el AfD tiene su mayor reto para expandirse.
¿Y la izquierda?
Resulta curioso que en la mayoría de análisis de las elecciones alemanas no se haga ninguna mención a los partidos de izquierda. Como diría la expresión, haberlos haylos, de todos modos, su papel en la política gubernamental es casi nula. Más si tenemos en cuenta que el partido socialista se presentó a estas elecciones bajo la bandera del “no cambio”; algo así como Susana Díaz. Cuando Martin Schulz hizo pública su candidatura como líder del SPD, el partido experimentó un repunte en los sondeos increíble. En menos de dos meses, pasó de una intención de voto del 20% a una intención de voto por encima del 30%. El efecto Schulz fue decayendo por culpa de esa campaña que tenía como lema la estabilidad y que no ilusionó a nadie.
En resumidas cuentas, Alemania se ha convertido en un feudo de la derecha en el que la extrema derecha cada vez tiene más cotas de poder.