El referéndum llega vivo al 1-O

La jornada previa a la de reflexión se cerró entre la fiesta del acto de final de campaña por el Sí y la movilización de barrios completos que organizan comités y ocupan los colegios con decenas de actividades que los mantendrán abiertos hasta el 1-O

Sorpresa. El acto de final de campaña por el Sí en el referéndum de Catalunya, lejos de ser un golpe de Estado, como algunos cavernarios llevan bramando meses, era una fiesta. Un festival musical, que terminaría en acto político, ante decenas de miles de personas convencidas de que la República catalana está al caer.

Una representación lo suficientemente transversal para comprender a viejos y jóvenes. A izquierdistas, progres y liberales pro-independencia. Una auténtica amalgama como las que se pueden vivir en los actos de las fiestas patronales de cualquier ciudad. Eso sí, fuertemente vigilada y con una gran cobertura mediática.

Sin embargo, en esa transversalidad es donde se encuentra la fuerza del enésimo y quien sabe si último desafío catalán al Estado español. Alejándonos del pulso entre políticos de oficio, la fractura actual entre el viejo Estado que envía miles de policías y gran parte de la sociedad catalana, deseosa de crear una nueva República, ha pasado de ser una grieta a convertirse en un abismo que se antoja insalvable.

Personalmente nunca habría pensado ver bailar a la derecha catalana al ritmo de Obrint Pas, y eso ayer sucedía ante mis ojos. Como no habría pensado en volver a escuchar a Lluís Llach cantando L'Estaca, y menos en el mismo escenario que minutos después aparecería Carles Puigdemont. Y es que si el desafío del referéndum era llegar vivo al 1 de octubre, este está muy vivo, y bien merecía una celebración. Una tan trasversal como la fiesta de un pueblo.

Mientras se bailaba en la Avinguda Reina María Cristina los barrios de Barcelona se movilizaban, para mi desgracia personal, pues no pude ver en directo a Los Manolos. Muchos colegios barceloneses celebran la fiesta de otoño este fin de semana, con una programación tan extensa que permitirá que no estén cerrados en todo el fin de semana. En otros, sin programación, padres, vecinas y profesores acampan en el interior, vigilando que este referéndum pueda ser. Comités de seguridad. Comités de vigilancia, los barrios son la fuerza de una ciudad que se organiza contra la represión que representan aquellos cuerpos que duermen en cruceros en el puerto.

El ingenio desborda. Hay colegios que han llevado las puertas a pintar este fin de semana. En otros se han celebrado plenos municipales. Improvisados partidos de padres contra alumnos llenan los patios. Comidas y cenas populares, poesía, teatro, arte... "contra mentes cerradas, puertas abiertas" es el lema del fin de semana. Y funciona. En la ciudad de Barcelona son muchos los colegios que no han podido ser custodiados por los Mossos d'Esquadra, y en muchos de los que lo han hecho ha sido por la petición explícita de sus directores y directoras, ante la protesta de madres y profesores.

La guerra y la violencia que durante días se nos ha vendido en el Estado español desde esos medios de comunicación poseedores de mentes cerradas, es mínima. Casi inexistente. Tan solo hay que lamentar que un loco disparara con un arma de balines a quienes acampaban en el colegio Puig-Agut de Manlleu produciendo heridas leves a quienes recibieron los impactos.

Por lo demás la vida sigue su curso, al menos en Barcelona. No tengo claro que estará pasando en el Estado español. La sensación aquí lleva a pensar que el referéndum se celebrará sin incidentes graves, si a ningún otro loco, insitucional o solitario, le da por usar la violencia en contra de un pueblo que en gran parte se muestra decidido a romper con el Estado español. Mal que les pese a algunos, mañana será 1-O y Catalunya está dispuesta a votar.

Votarem! Votarem! resuena en el aire.

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