El claroscuro griego

Muchos disfrutamos contemplando ante una pantalla los resultados que arrojaban los sondeos a pie de urna en Grecia que convertían a Alexis Tsipras en primer ministro heleno. Sin embargo, ¿es la victoria electoral sinónimo del triunfo político? La labor asignada al gobierno de Syriza no es otra que la encomendada por un programa electoral social y cercano a las miserias que la Troika ha obligado la ciudadanía griega.

Alexis Tsipras, Primer Ministro Griego.
Alexis Tsipras, Primer Ministro Griego.
Alexis Tsipras, Primer Ministro Griego.

Muchos disfrutamos contemplando ante una pantalla los resultados que arrojaban los sondeos a pie de urna en Grecia que convertían a Alexis Tsipras en primer ministro heleno. Sin embargo, ¿es la victoria electoral sinónimo del triunfo político? La labor asignada al gobierno de Syriza no es otra que la encomendada por un programa electoral social y cercano a las miserias que la Troika ha obligado la ciudadanía griega.

Los sondeos electorales helenos llegaron a alegrarnos hasta niveles que no esperábamos. A algunos nos reconciliaron por unos instantes con el ambiente político que nos impregna, en ocasiones de un hedor insoportable, y nos empujaron a volver a creer en la posibilidad de un triunfo con sus reglas, dentro de un sistema que se tambalea.

A la mañana siguiente Syriza firmaba un acuerdo para la formación de Gobierno con el partido Griegos Independientes (ANEL), algo que ya se rumoreaba desde la noche electoral. ¿Por qué una Coalición de Izquierda Radical (ese es el significado de Syriza) pacta su gobierno con un partido nacionalista de derechas, con alguna pincelada de centro, que pretende entre otras lindezas reducir la inmigración? A algunos se nos apagaba un poquito la ilusión esa mañana.

Pensábamos que la coalición lógica era con el Partido Comunista de Grecia (KKE), sin embargo, ANEL compartía con Syriza dos puntos programáticos prioritarios para el partido de Tsipras. La negociación de la deuda y la devolución del salario base y las pensiones a niveles dignos. Pero, ¿acaso no está el KKE de acuerdo con estos puntos programáticos? Evidentemente, pero su negociación de la deuda pasa por no pagarla, además de estar en contra de la institución Unión Europea (UE) y abogar por la salida de la misma, algo que no entra en el programa de Syriza.

En una entrevista concedida a ElDiario.es horas antes de celebrarse las elecciones en Grecia, Kostas Papadakis, europarlamentario del KKE aseguraba que su partido estará en la calle contra el gobierno de Tsipras “desde el primer día”. Desde el KKE se aseguraba que Syriza sólo desea maquillar la cara de la UE. “El cambio de Gobierno no cambiará aspectos cruciales, como que el país seguirá en la UE, que el pacto de estabilidad y el memorándum no desaparecerán, seguirá esta agenda de la UE”, aseveraba Papadakis en esa entrevista.

Iremos viendo, aunque ya vamos atisbando.

Primer gobierno Syriza

Después llegaba la formación de gobierno. Como hemos dicho el líder de ANEL se quedaba con la cartera de Defensa. Le acompañarán once ministros más. Ministros varones. Ni una sola mujer ocupaba cartera en el gobierno de un partido que pretende cambiarlo todo. No soy partidario de la discriminación positiva, ni de los cupos, pero ¿de verdad no hay mujeres preparadas en Grecia? Evidentemente las hay, pero por algún motivo en el gobierno de Tsipras no. Tan solo tres viceministras. Partidarios de Syriza argumentaban que no había tradición en Grecia de ministras, algo que contrasta con las cinco ministras que tuvo el gobierno de Papandreu nieto, último primer ministro del Pasok. Alguien les podía haber instado a los señores de Syriza a crear un gabinete mixto, en beneficio de algo tan básico como la igualdad.

No hay mujeres en el gabinete e Tsipras, pero veamos que hombres hay en el esperanzador Gobierno Syriza. El ministro estrella, pues le ha tocado el papel de negociar con la Unión Europea, Es Yanis Varoufakis, experto economista, analista, bloguero, profesor de universidades como Cambridge o Sídney y antiguo asesor económico del gobierno socialdemócrata de Papandreu, gobierno al que posteriormente ha criticado sin limitaciones. Sus análisis sobre la crisis financiera de 2008 son realmente acertados. Es un euro crédulo convencido, que no parece el paradigma de revolucionario que deban temer en Bruselas o Estrasburgo.

Mucho más radical puede parecer el perfil del viceprimer ministro, Giannis Dragasakis, miembro del Partido Comunista, hasta 1991, partido que abandonó por la coalición de izquierdas Synaspismos, más moderada. Es parlamentario desde 1974. Todo un profesional de la política.

Ellos dos son una muestra básica, pero muy descriptiva, de cómo es el gabinete de Alexis Tsipras. Un gobierno a caballo entre lo tecnócrata y los nuevos aires de izquierda conciliadores, representados por viejos políticos. Bastante lejos del “radical” apellido de la Coalición Syriza.

La praxis política

Los primeros días han hecho saltar las alarmas de algunos neoliberales de media Europa en torno al gobierno Tsipras. Sin embargo, vamos a analizar algunas de las medidas tomadas, para comprender hasta qué punto son revolucionarias.

Restructuración de la deuda. Los primeros pasos del Gobierno de Syriza han consistido en diversos contactos internacionales que podemos resumir en la efectista comparecencia de Varoufakis con el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, en la que anunció que el gobierno griego no reconocía a la Troika, compuesta por el Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y la Comisión Europea, como interlocutor. ¿Qué significa esto? De momento, esta y otras reuniones han terminado asesinando a la Troika, lo que se podría asumir como una noticia positiva para las y los griegos, sin embargo, la caída de la Troika no elimina una deuda que asciende al 175% del PIB heleno, un volumen de débito a todas luces impagable.

La solución que plantea el Gobierno Syriza no es para nada radical, el termino quita desaparece de su vocabulario, se renegocia la deuda y se hace de la forma más tecnocrática posible. El gobierno griego basa el pago de la deuda en el crecimiento económico, mediante la creación de unos bonos ligados al crecimiento del PIB, que seguirían dejando a Grecia en una situación económica lamentable. Asumir el pago de la deuda puede alargar el sufrimiento quizá a unas décadas.

La restitución del salario base a los 751 euros, un nivel en el que ya estuvo, no será realmente efectiva. Un trabajador o trabajadora a tiempo parcial en Grecia, como lo son muchos desde 2008, cobrará lo que quiera pagarle su jefe. El mercado laboral griego no es ni por asomo el mismo que se dejó tras la crisis, y hoy el trabajador heleno se enfrenta a trabajos precarios, sin derechos y con salarios inferiores al mínimo. Así, el salario mínimo volverá a los 751 euros, sólo bajo convenio y en jornadas de ocho horas, una situación laboral que no es la de la mayoría de los trabajadores.

Otro caso paralelo es el de los más de 600.000 funcionarios de los que la tercera parte cobra un sueldo de 450 euros que depende directamente de programas comunitarios de la UE.

Pensiones. Syriza ha prometido el salario mínimo de 750 euros, ahora en 683, prohibir los desahucios y otorgar 13 pagas a los pensionistas. En 2007 los pensionistas griegos cobraban catorce pagas, con el memorándum cayeron a 12 y el gobierno de Tsipras las devuelve a 13; Una subida en las pensiones que equivale a 1,20 euros diarios.

Luz gratis. Syriza ha prometido una ley que permitirá que unos 300.000 hogares, que viven por debajo del umbral de la pobreza, reciban electricidad gratuita. Una medida ejemplar.

Carga fiscal. El gabinete de Tsipras ha prometido abolir el impuesto de propiedad a los griegos más pobres y sustituirá esos ingresos con la creación de un impuesto que grabará en mayor medida, a las grandes fortunas griegas, compuestas sobre todo por grandes armadores. Actualmente lo hace en un 43%.

Sin embargo, la creación de un impuesto para ricos, no rebaja las subidas de impuestos al consumo que han pasado del 19% al 23% en el caso del IVA.

Las medidas programáticas de Syriza son muchas más, pero muy poco el tiempo para aplicarlas. No olvidemos que Syriza ha prometido en campaña algunas cuestiones tan poco modestas como estas: salir de la OTAN, nacionalizar hospitales privatizados, disolver los cuerpos de antidisturbios, someter a referéndum los acuerdos con la Unión Europea, igualdad salarial para hombres y mujeres, nacionalización de los bancos, ayudas de hasta el 30% de sus ingresos para las familias que no pueden afrontar sus hipotecas, subir el impuesto de la renta al 75% para todos los ingresos por encima del medio millón de euros anuales abolir los privilegios fiscales de los que disfruta la iglesia y los armadores de barcos… Así hasta un total de cuarenta puntos, que aplicar puede ser una tarea dura o convertirse en imposible.

Por el momento las reuniones de Tsipras  no han causado el vendaval esperado en las instituciones europeas. El presidente de la Eurocámara Martin Schulz se mostraba “optimista” para encontrar un “entendimiento común sobre las bases del programa para Grecia en los próximos años”. “Encontraremos vías de compromiso", comentaba el presidente, que ha alabado la gira europea de Tsipras tras su elección y de quien ha asegurado “es un primer ministro que lucha por la cooperación europea, en vez de por la separación griega”, lo que es una “buena señal”.

O muy radical esperaban en Europa al líder de Syriza o poco contundentes han sido las primeras negociaciones de Tsipras y Vanoufakis. Tras las palmadas en la espalda de las instituciones europeas, tocaba ver la reacción de las instituciones financieras. El BCE se ha encargado de amargar la fiesta electoral a Tsipras cerrando el grifo de la liquidez pues no ve claro “que el programa se cierre de forma satisfactoria”. Veremos cual es el siguiente movimiento del ejecutivo de Tsipras. Pero tengo la sensación de que nada bueno le espera en futuras negociaciones, y sin liquidez, pocas de las cuarenta medidas del programa de Syriza van a poder ser tomadas.

Por mi parte, hubiera preferido ver a un Martin Schulz realmente indignado desde el primer momento. A un Jean Claude Juncker que no sonriera. A un François Hollande que apoyara en menor medida las políticas de Syriza.

Hubieran sido unas buenas señales políticas con el mismo resultado de sanción económica.

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