El adiós de un mediocre y la llegada de un fascista

El pasado 11 de enero Donald Trump compareció en rueda de prensa para demostrar una vez más que es lo que es: un fascista. Por su parte Obama, el mismo día, se despidió de sus fieles tal y como se ha mostrado durante sus dos legislaturas: un presidente mediocre. Viene un futuro incierto en el que con una profunda desilusión, al menos sabemos cómo es nuestro enemigo.

Donald Trump y Barack Obama en un encuentro en noviembre de 2016. Foto: Jesusemen Oni / VOA.

"Es imposible que gane", "si gana cambiará de discurso el día después de las elecciones", "relajará su sus formas", "no puede cumplir todo lo que promete". Estos eran el tipo de argumentos exhortados desde las mesas de debate televisivas españolas cuando hablaban del Donald Trump candidato. Una demostración más de que los analista tienen menos capacidad adivinatoria que el Pulpo Pol, y lo que es aún peor: sigue esta enorme farsa en la que todo el mundo sabe que programas electorales y gobernanza son cosas distintas, conceptos que la vieja política tiene miedo de casar.

El pasado 11 de enero, el presidente electo de los Estados Unidos apareció en rueda de prensa para confirmar lo que en un artículo de Íñigo Sáez de Ugarte se sentencia de forma cristalina: "Trump sigue siendo Trump". Por eso entro otras, ganó en noviembre cuando pocas encuestas le daban como vencedor: sus electores creen que está suficientemente trastornado como para llevar a cabo lo que dice que va hacer.

Esta fue su primera comparecencia pública controlada por periodistas desde el 27 de julio de 2016 y en ella Trump demostró que su personaje sigue intacto. Contradictorio: si en un momento afirmó que pensaba que Rusia podría estar detrás del escándalo del hackeo electoral, minutos después consideró que también podrían ser otros los responsables. Despótico: no dejó preguntar a un periodista de la CNN porque su cadena fue la primera en publicar que los rusos podrían tener información que comprometería a Trump. Despachó el asunto acusando a la CNN de mentir. Turbio: no consiguió alejar la sombra de la sospecha ¿se aprovechará el presidente electo de su posición para mejorar la situación de sus negocios o realmente pasará el testigo de su imperio hijos? Parece que no tiene mucha intención de actuar bajo la separación de poderes, pues en el lado opuesto ya ha colocado a su hija y al marido de ésta en la Casa Blanca. Simplista: las relaciones internacionales con Donald son cosa de niños, todo se reduce a sentarse y charlar. A la postre, tal y como afirma Mariano Aguirre en un artículo para esGlobal, Donald Trump tiene importantes retos que resolver en el terreno global, difícilmente despachables al modo maniqueo de buenos y malos (los Estados Unidos son los buenísimos) al que nos tiene acostumbrados el magnate.

Ese mismo día, el presidente saliente, Barack Obama, congregaba a una multitud para despedirse en un acto lacrimógeno lleno de forma y hueco de fondo. Donald Trump, por oposición, ha conseguido que el primer presidente negro de los Estados Unidos parezca un magnífico político. Muy lejos de la realidad, la administración Obama deja un reguero de promesas incumplidas y como afirma Cornel West en un artículo del The Guardian traducido en eldiaro.es, Obama no creó a Trump, pero lo ha propiciado. Entre los pecados más perentorios del presidente demócrata se encuentra el de rescatar Wall Street en marzo de 2009, negar los ataques a civiles mediante drones en Oriente Medio, deportar a 2,5 millones de personas, fomentar una política educativa segregadora o mantenerse callado ante las protestas sociales de la causa "Black Lives Matters".

Obama ha pasado del "Yes, we can" al "Yes, we did". Sin embargo, el único aspecto donde ha medio cumplido sus promesas es en la reforma del sistema sanitario. 25 millones de ciudadanos que hace 8 años no tenían asistencia médica, hoy día gozan de amparo sanitario. Con todo, aún quedan 20 millones de personas fuera de un sistema de salud mercantilizado.

Este ha sido el presidente de las formas, del marketing. Un político que ha usado en exceso la palabra para no tener que responder por sus incumplimientos programáticos.

Obama, un neoliberal que se puso la máscara de la centroizquierda, nos deja un mundo en crisis y a un fascista en la cúspide del poder.

La peor de la situación: la desilusión de una oportunidad perdida. Lo mejor: si atendemos a los puntos que definen a todo buen fascista según Umberto Eco glosada por Mar Abad en Yorokobu, sabemos a qué nos enfrentamos. El culto a la tradición, el rechazo de la modernidad, el culto a la acción por acción, la disensión como traición, el miedo a la diferencia, la apelación a la frustración social, la obsesión por las tramas conspirativas, el desprecio por los débiles, la educación como herramienta para convertirse en un héroe, el machismo y belicismo, el populismo selectivo, y el vocabulario empobrecido y la sintaxis elemental para limitar los instrumentos de razonamiento complejo y crítico. Donald Trump no lleva careta es más claro que el agua.

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