¿Dónde está el poder (hacer)?

En la autoorganización de las de abajo. En la unión de la izquierda. En un frente popular. En el pueblo. Abajo y a la izquierda. En el asalto a las instituciones. En la organización de los individuos. ¿Dónde está el poder (hacer)? En unas pocas líneas y en los primeros días de esto otoño de 2014, quiero compartir una aportación más en ese caminar que nos une a diversas personas de colectivos y procesos municipalistas. Entiendo la autoorganización de las de abajo como un ejercicio cotidiano. Como en el cuento del colibrí, cada cual hace su parte. Donde puede y …

ganaremosEn la autoorganización de las de abajo. En la unión de la izquierda. En un frente popular. En el pueblo. Abajo y a la izquierda. En el asalto a las instituciones. En la organización de los individuos.

¿Dónde está el poder (hacer)?

En unas pocas líneas y en los primeros días de esto otoño de 2014, quiero compartir una aportación más en ese caminar que nos une a diversas personas de colectivos y procesos municipalistas.

Entiendo la autoorganización de las de abajo como un ejercicio cotidiano. Como en el cuento del colibrí, cada cual hace su parte. Donde puede y se siente más cómoda. Habitualmente tras un análisis previo. Y otras veces por intuición, sin pensar demasiado. Así, cada persona nos encontramos en un espacio concreto (o varios) desde el que tratamos de transformar la realidad, en función nuestras distintas vidas y sensibilidades, también ideologías y formas de entender el mundo.

Hay luchas por mejorar las escuelas públicas, por llevar mejores comidas a los menús escolares, por el libre aprendizaje en espacios autogestionados. Hay quienes, con bata o sin ella, reivindican la marea blanca en defensa de la sanidad pública, o quienes practican formas alternativas de cuidar la salud de su familia. Hay personas que trabajan o inciden en la cultura y el arte, como idóneos vehículos de agitación y pensamiento crítico, desde las políticas institucionales o desde la independencia. Como todas precisamos de cuidados, todos somos vulnerables, especialmente en nuestros primeros y últimos años de vida o si estamos enfermas o necesitadas, el apoyo mutuo y la solidaridad es un frente recurrente desde el que nos encontramos: algunas en oenegés o espacios asistenciales, otras en la búsqueda de iniciativas de empoderamiento. La defensa de nuestros derechos laborales, la necesidad de preservar nuestros puestos de trabajo y el inciso en una economía al servicio de las personas y no de los bancos, es una trinchera enorme en esta época de emergencia social. Sin olvidar la importancia de proteger la casa común, la madre tierra, de todos los ataques que recibe en pos de un capitalismo al que poco le importa la naturaleza, si no es para aprovecharla hacia el lucro de unos pocos.

La lista de frentes de actuación sería innumerable. Afortunadamente, nuestros mundos están permanentemente interrelacionados. El agricultor y las consumidoras, el paciente y la médica, la maestra y los niños, el conductor de autobús y las vecinas, los parados y las funcionarias del INAEM, los empleados de banca y las desahuciadas,.... nos encontramos en los barrios y pueblos en que vivimos.

La coordinación de las luchas es algo que nos cuesta más concretarlo. En los últimos años, aquí y allá, son innumerables las iniciativas que buscaban y buscan una mejor comunicación entre las personas, de alguna manera, involucradas en algún proyecto transformador.

En los últimos meses, el asalto a las instituciones es un runrún que va de boca oreja por las ciudades y pueblos del estado español. En el 15M, las ágoras en las plazas gritaban “No nos representan”; las mareas y escraches clamaban “Sí se puede”; Podemos emergió en las europeas e hizo temblar a las de las televisiones e ilusionar a muchas de abajo; las Marchas por la Dignidad incidieron en algunas cuestiones básicas para exigir un cambio que no puede demorarse más.

Ante las próximas elecciones municipales y autonómicas, han sido variopintas las personas que hemos comenzado a reflexionar, conspirar y debatir en torno a lo electoral. Y muchas ya estamos reuniéndonos en asambleas de Podemos y Ganemos para tratar de dar forma a iniciativas que intuimos como posibles y válidas para favorecer un gran cambio como el que precisamos. En este momento, en el que ya hemos leído bastante, y participado activamente en varias asambleas y actividades de Podemos y Ganemos, quería aportar mi granito de arena, en la definición del sentir que me mueve a apostar, también, por esta vía de lucha.

1. Las revoluciones se construyen desde abajo

Queremos llegar a la institución, sí. Pero no para sentarnos en las mismas poltronas en las que hoy se acomodan otros. Se trata de llegar ahí, con las reglas del juego que nos dejan en esta democracia, para sacar las butacas a la calle y vaciar los despachos de los ayuntamientos de corrupción e interés personalista. Las políticas que podemos acometer las definiremos en las calles, entre muchas personas (todas las que quieran), para decidir qué queremos. Y opinaremos de todo. Algunas cuestiones las podremos articular sin complicaciones. En otros casos, tendremos que desobedecer dictados neoliberales y dar un paso al frente como pueblo que quiere cambios importantes.

2. Mandar obedeciendo

Para llegar a los ayuntamientos, requerimos de aspirantes a alcaldesas y concejales. Y de equipos de gobierno. Tendremos que hacer una campaña electoral y aspirar a ganar las elecciones. Pero la idea no es elegir a unos representantes y delegar en ellos, aunque provengan de procesos con unas primarias abiertas. No queremos que nos representen aquellos que han estado hasta ahora, pero tampoco los nuestros. Necesitamos una red tupida y transparente, abierta a una intervención real por parte de cualquier persona que quiera, para que las decisiones las tomemos entre todas. Tendremos que dotarnos de una estructura dinámica y ágil, que nos permita que cualquier idea de cualquier persona sea tenida en cuenta y, al mismo tiempo, podamos acometer acciones concretas para mejorar las vidas de todas.

3. ¿Cómo nos autogobernamos?

Cada persona tendrá que saber qué quiere dar para el bien común. Qué puede aportar y qué es capaz de ofrecer a la comunidad. A partir de ahí, la ciudad (es decir, sus ciudadanos) sabrá qué necesita y de qué recursos (especialmente humanos) dispone para mejorar las cosas.

4. Y las luchas populares, ¿dónde quedan?

Desde las instituciones (especialmente, desde los ayuntamientos), no podremos hacer tanto. La política hace tiempo que está secuestrada a favor de una economía neoliberal que nos ahoga y exprime. Nos estamos atreviendo a asaltar democráticamente las casas consistoriales. Y una vez dentro, si ganamos, podremos lograr que la institución no haga política contra nosotras, e incluso que haga política con nosotras. Dicho de otro modo. Hasta ahora, cualquier movimiento social que reivindica espacios autogestionados, una movilidad sostenible o una educación universal y de calidad, se encuentra tarde o temprano con una institución que impide sus demandas, que bloquea la vía transformadora e incluso que reprime a las que luchan. Si ganamos las instituciones (empezando por los ayuntamientos y sin límites hacia las autonomías y los gobiernos centrales), podríamos dar pie, simplemente respetar, o apoyar, iniciativas transformadoras que surjan desde los movimientos sociales. En ese sentido, es imprescindible una amplia movilización social, en colectivos y experiencias autónomas de las instituciones, que revolucionen las ciudades y pueblos como ha sido hasta ahora e “in crescendo”.

Podemos y debemos ganar en lo institucional, en lo político, en lo social y en lo personal.

¡Vamos, sin miedo, Sí se puede!

Nacho Escartín Lasierra | La enredadera de Radio Topo

Autor/Autora

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