Los gurús de la vieja Europa colonial se empeñan en querer explicar a los activistas de los movimientos Occupy, Indignados, LGTBi y postporno que no podremos hacer la revolución porque no tenemos una ideología.
Se refieren a “ideología” como mi madre hablaba de “marido”. No necesitamos ninguna de las dos cosas. Las nuevas feministas no necesitamos al segundo porque no somos mujeres, de la misma forma que nos sobra la primera porque no somos un pueblo. Ni comunismo ni liberalismo ni la vieja cantinela católico-musulmano-judía.
Usamos distintos lenguajes. Cuando ellos hablan de representación, nosotras decimos experimentación. Ellos dicen identidad, nosotras multitud. Quieren domesticar la banlieue, nosotras queremos una ciudad mestiza. Hablan de deuda y nosotras queremos cooperación sexual e interdependencia somática. Hablan de capital humano y nosotros deseamos la alianza entre especies. Nos sirven carne de caballo en nuestra mesa y nosotras apostamos por cabalgar juntos para escapar del matadero global.
Hablan de poder. Queremos puissance. Desean la integración y queremos el código abierto. Hablan de dicotomías: hombre-mujer, blanco-negro, humano-animal, homosexual-heterosexual, Israel-Palestina y nosotras te hacemos ver que tu construcción de la realidad ya no sirve…
¿Cuántos Galileos nos harán falta esta vez para que nosotras mismas seamos capaces de darle un nuevo nombre a las cosas? Nos hacen la guerra económica a golpe de machete digital neoliberal. Pero no vamos a apenarnos por el fin del Estado-providencia porque también era el psiquiátrico, el centro de inserción de discapacitados, la prisión, la escuela patriarcal, colonial y heterocéntrica. Es el momento de pasar a Foucault por el tamiz queer y decretar la muerte de la clínica. Llegó la hora de invitar a Marx a un taller eco-sexual. No vamos a apostar por el Estado disciplinario contra el mercado neoliberal. Ambos han llegado a un acuerdo: en la nueva Europa el mercado es la única razón de gobierno y el estado se convierte en el brazo punitivo cuya única misión será la de recrear la ficción de la identidad nacional mediante el terror securitario. No queremos definirnos ni como trabajadores cognitivos ni como consumidores farmacopornográficos. No somos Facebook, ni Shell, ni Nestlé, ni Pfizer-Wyeth.
No queremos reproducir lo francés ni tampoco lo europeo. No queremos producir. Somos la dinámica red descentralizada. Rechazamos una ciudadanía basada en nuestra fuerza de producción o de reproducción. Queremos una ciudadanía total-global que se base en compartir las técnicas, los fluidos, el semen-las semillas, el agua, los saberes, … Pronostican que la nueva guerra “limpia” estará protagonizada por los aviones no tripulados. Nosotras queremos hacer el amor con los drones. Nuestra rebelión es la paz, el afecto total. Dicen crisis. Nosotras hablamos de revolución.
Beatriz Preciado en Femminismo a Sud | traducido por JR López en A Zofra