De Martí a Suárez

"Cuando uno sale del aeropuerto 'José Martí' y aterriza en el 'Adolfo Suárez' entra en un estado que amalgama la mala leche con la depresión profunda. Siempre que se sea de izquierdas, claro", señala el autor.

Cartel en La Habana. Foto: Katapim
Cartel en La Habana. Foto: Katapim
Cartel en La Habana. Foto: Katapim

Cuando uno sale del aeropuerto “José Martí” y aterriza en el “Adolfo Suárez” entra en un estado que amalgama la mala leche con la depresión profunda. Siempre que se sea de izquierdas, claro. El pasaje entre el liberador de Cuba y de la humanidad y el mediocre falangista convertido en héroe nacional cañí no se queda en mero simbolismo. Éste es bien revelador de lo que se encuentra allá y de lo que, por más que se quisiera momentaneamente olvidar, está esperando a la vuelta en el país en el que triunfó el fascismo en lugar de la revolución.

La mentada mala leche no desaparecerá, y tampoco se trata de eso sino, como se sabe, de educar y canalizar la rabia para convertirla en rebelión legítima. La depresión, por el contrario, durará poco si se vuelve, como se debe, a la lucha honesta por cambiar el calamitoso estado del mundo. El retorno a la militancia anticapitalista no sólo es obligación sino a veces bálsamo, en tanto que única actitud verdadera frente a la barbarie, y salvaguarda frente al cinismo y la neurosis.

Así, en el momento de retomar el deber martiano casi se agradecen oportunidades como las que ofrece el neogusano Pablo Milanés con unas declaraciones casi vargasllosianas. El virado declara en esta ocasión, entre otras cosas, que con las nuevas relaciones con los EEUU el gobierno cubano no quiere un cambio real en su política, sino “sólo maquillarse”.[1] Y lo dice justo antes de volver a actuar con Víctor Manuel, otro de esos “intelectuales de la ceja” que junto a su inseparable diva, recordemos, incluso se atrevió a cambiar la letra de Hasta Siempre Comandante para no cantar el “con Fidel te decimos” de la original. Tal vez luego se irán de copas con el paradigma de la venta, un tal Sabina, a quien ya dedicamos unas líneas hace un tiempo.[2]

En realidad debo disculparme por llamarle(s) virado(s), ya que creo que es un error conceptual. El azucarado cantor, como tantos y tantas otras, dedicaba interesadas loas a la Revolución mientras otro pequeño (gran) trovador (muchísimo más talentoso además, dónde vamos a parar...) se la jugaba haciendo críticas valientes; dentro de la Revolución, por supuesto, como afirmaba el Comandante en el precioso discurso “Palabras a los intelectuales” de 1961; siempre contra las y los usurpadores y no contra las y los honestos. Hace ya años, la historia puso a cada cual en su lugar, por eso dijimos que el viraje no es tal. Comparto con Pepe Mujica la certeza de que el poder no cambia a las personas, sino que “simplemente” demuestra quiénes son. Del mismo modo, tampoco creo que un o una revolucionaria pueda dejar de serlo, y sí que el ahora reaccionario nunca lo fue. Andar acríticamente a favor de corrientes dominantes en un determinado momento y lugar, por vanidad, comodidad y/o por moda, es un hecho que anticipa una posición ética que suele acabar sucumbiendo a la prueba de fuego del tiempo o del soborno.

Milanés departiría alegre, suponemos, con tantas y tantos “pijos de La Habana”, magistralmente retratados por Carlos Tena hace ya años, que hoy, cuando todavía disponen de más “dólares” (CUC), aumentan sus lloros sobre la necesidad de un cambio en el “asfixiante régimen”. Evidentemente, lo de ellas y ellos es puro egoísmo contrarrevolucionario y no tanto ingenuidad o ignorancia, seguras como están de que ante un cambio en la isla ellas y ellos se quedarían en la hipotéticamente escindida parte privilegiada. Sólo se puede considerar lo suyo ignorancia en el más profundo sentido, pues: la que supone no (querer) entender el papel del socialismo y de una revolución como la cubana en la historia de la humanidad; la que implica apostar por un sistema que además de criminal es suicida, como es el capital.

Frente a éstas personas se sitúan una miríada de cubanas y cubanos dignos que, conscientes, aún cansados, resisten en la Isla Infinita; esa que no es un país sino una trinchera.[3] Allí, hasta en la queja injustificada, tantas y tantos revelan que en su ADN ético hay algo diferente al de quienes fuimos construidos (en parte) por el capitalismo, que en nosotras y nosotros forma un sustrato que tanto nos esforzamos en “desprogramar”. Siempre que seamos de izquierdas, claro... ¿lo dije ya?

Antes hablé de “injustificada” porque la queja justificada no existe en el plano político: una declaración certera a la que le sigue una acción consecuente merece otro nombre. Esa crítica hecha desde un cierto lugar ético y proyectada hacia la mejora social es, más que necesaria, imprescindible. Sospechemos mucho de quienes no la hacen.

Como los milaneses de los años 60s, que hoy mienten como bellacos. Como las y los que hoy ahorran valentía allá donde pueden tener influencia en el rumbo de los procesos, y derrochan demagogia por puro ego y por comodidad eurocéntrica y ecocida. Por ejemplo.

Finalizo ya, y disculpen la bilis. Atribuyan parte de ella a quienes le cambiaron el nombre al bueno de Barajas.

...

[Javier Sánchez es colaborador de AraInfo]

Notas:

[1] https://es.noticias.yahoo.com/pablo-milan%C3%A9s-califica-maquillaje-apertura-cubana-104558763.html
[2] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=137965
[3] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=13974

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