Dallas, Rosa Parks, Asimov y la musa Clío

El 9 de agosto de 2014, Michael Brown, un joven afroamericano de 18 años que acababa de terminar el instituto, fue asesinado por un policía, que le disparó seis veces, dos de ellas en la cabeza. Todo ocurrió en Ferguson, Missouri, una ciudad de unos 21.000 habitantes, donde las dos terceras partes de la población son afroamericanas, aunque los lideres políticos y las fuerzas de seguridad del estado son "blancos"

El 9 de agosto de 2014, Michael Brown, un joven afroamericano de 18 años que acababa de terminar el instituto, fue asesinado por un policía, que le disparó seis veces, dos de ellas en la cabeza. Todo ocurrió en Ferguson, Missouri, una ciudad de unos 21.000 habitantes, donde las dos terceras partes de la población son afroamericanas, aunque los lideres políticos y las fuerzas de seguridad del estado son "blancos".

Desde entonces, la policía de EEUU ha matado a 2.611 personas. La gran mayoría de las muertes ha sido causada por armas de fuego, pero también por choques entre vehículos, stun guns (parecidas a los taser, pero con electrodos), asfixia, arma blanca, emergencias médicas o los llamados "suicide by cop" (suicidios por la policía).

Pero ni mucho menos estas 2.611 personas asesinadas son todas las que han muerto a manos de la policía estadounidense en lo que llevamos de siglo, ni el asesinato de Ferguson fue el primero ni el detonante de lo que está ocurriendo ahora.

En la mayoría de los casos hay dos hechos que suelen repetirse: el primero, es que las personas asesinadas no eran una amenaza real, iban desarmadas y no tenían un comportamiento violento.

El segundo es que los policías responsables de esas muertes, suelen ser "blancos", actuaron de manera desproporcionada y son absueltos en el caso de presentarse cargos.

La discriminación racial es constante en Estados Unidos, como apunta desde hace tiempo el Comité de Derechos Humanos de la ONU y la propia Historia. El legado de la esclavitud y la discriminación racial en casi todas las instituciones proyecta una larga sombra que se adentra en pleno siglo XXI. El racismo todavía forma parte del ADN de Estados Unidos.

Desde el sometimiento a los indígenas en el siglo XVI, la esclavitud en el XVII, las leyes favorables a las "personas blancas libres" tras la independencia de 1776, a la discriminación legislativa de la "reconstrucción" tras la Guerra Civil o las Leyes de segregación racial de Jim Crow en 1876,...

Y entre tantos abusos, la lucha de personas como Martin Luther King, Rosa Parks, Malcom X, y muchos colectivos, organizaciones y personas anónimas alzan su voz como respuesta lógica a esta discriminación histórica.

A pesar de tener desde hace más de siete años un presidente afroamericano, Estados Unidos no ha sabido resolver este problema. Sólo en 2015, hubo 1.152 muertes a manos de la policía, el 30% eran negros, y en el 97% de los casos no se presentaron cargos contra agentes de la policía. Estas cifras llaman la atención si observamos que la población afroamericana representa sólo el 13% de la población, y, además, supone casi el 40% de la población carcelaria. Los asesinatos policiales con implicaciones raciales se están convirtiendo en una realidad cotidiana, y las protestas, la indignación y los disturbios evidencian un problema creciente.

Según un estudio elaborado por The Guardian, los jóvenes negros tienen nueve veces más probabilidades de ser asesinados a manos de la Policía que cualquier otro estadounidenses.

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El último suceso ocurre tras los asesinatos de Alton Sterling y Philando Castile a manos de la policía esta misma semana. En una manifestación pacífica contra la violencia policial celebrada el jueves por la tarde en Dallas, Texas, se produjo un ataque en el que han muerto cinco policías, y al menos siete personas han resultado heridas, una de ellas un civil.

Los hechos que venimos observando durante los últimos años nos devuelven a aquellos violentos disturbios raciales de los años 60, en los que la impotencia de la población afroamericana al buscar justicia en unas instituciones bloqueadas, estallaba en forma de protestas y manifestaciones que eran respondidas con represión y violencia, y como respuesta se originaban disturbios y actos violentos. La escalada de violencia se repite. Pero, ¿se podían predecir estos acontecimientos? ¿Durante cuánto tiempo ocurrirán? ¿Qué otros factores influyen? ¿Cómo se puede solucionar?

Isaac Asimov nos hablaba en la saga Fundación, sobre una ciencia a través de la cual el ser humano podía prever el futuro analizando el pasado. Una vez más, Isaac Asimov se adelantó a su tiempo.

Peter Turchin, profesor de la Universidad de Connecticut, biólogo estadounidense ruso especializado en Población Biológica, comenzó a desarrollar una disciplina científica basada en la cliometría (metodología de análisis que emplea la teoría económica, la estadística y la econometría para estudiar la Historia económica). La bautizó como "Cliodinámica" y se basa en una ciencia interdisciplinar relacionada con la modelación matemática de los procesos histórico-sociales a largo plazo, la historia teorética, la macrosociología histórica, la creación de bases de datos históricos, investigaciones sobre evolución social, demografía, ... y que ha sido posible y potenciada gracias a internet y la digitalización de millones de documentos históricos.

Haciendo uso de la cliodinámica podemos observar que en EEUU se han sucedido épocas de conflictos, desestabilización y oportunidades de cambio más o menos aprovechadas, provocados por la discriminación y la segregación racial acumulada. Podemos incluso prever futuros acontecimientos y adelantarnos para que no se vuelvan a repetir. En la historia del país se observan ciclos de agitación social que se repiten cada 50 años aproximadamente, observándose picos de mayor intensidad en torno a 1870, 1920, 1970,...

Turchin observa dos tipos de ciclos que interactúan entre sí. Por un lado, el ciclo secular (secular cycle) y por otro el ciclo generacional o ciclo "padres – hijos" (the fathers-and-sons cycle).

En cuanto a los ciclos de violencia generacional, de medio siglo, la cliodinámica presenta que significan un punto de ruptura frente al crecimiento de las desigualdades sociales. No obstante, Turchin matiza que los estallidos sociales pueden aplacarse mediante las acciones gubernamentales adecuadas, como ocurrió en Estados Unidos con las medidas progresistas de los años 20, que calmaron un estado pre-revolucionario latente, arrastrado desde la década anterior.

En ese sentido, las últimas predicciones y los hechos ocurridos los últimos años apuntan a que la escalada de violencia racial va a continuar, y bien podría llegar a alcanzarse un pico los próximos años, ya que el gobierno de EEUU no está afrontando esta crisis interna con la responsabilidad ni con la decisión que debería tener. De seguir así se está cocinando una crisis muy seria de disturbios masivos y agitación social, y un gran movimiento social por los derechos civiles y contra la segregación racial.

Pero hay muchos otros debates paralelos que no son ajenos a la cuestión de los asesinatos raciales y el aumento de los disturbios y la movilización social: la Segunda Enmienda a la Constitución estadounidense (que recoge el derecho a poseer armas), el creciente terrorismo yihadista, los efectos del Cambio Climático, la crisis socioeconómica del Capitalismo, la corrupción el aumento de población extranjera y las crisis migratorias, o el auge de la xenofobia y de la extrema derecha política,...

De hecho, en ese sentido, las últimas estimaciones de la cliodinámica apuntan al advenimiento de una ola de violencia en 2020, con un estallido global de graves disturbios y un aumento del terrorismo a gran escala. En palabras de Turchin: "Una crisis muy seria está a la vuelta de la esquina".

Los gobiernos conocen los estudios (o deberían) y es su responsabilidad actuar para evitar las consecuencias predichas... Si no lo hacen o bien hay un interés político, económico o de poder en que ocurra lo que se prevé, o no tienen conocimiento de estos informes y no actúan con la responsabilidad que deberían, evidenciando así la incompetencia de su gestión.

Pero no hace falta ser un estudioso de la cliodinámica para darse cuenta de los tiempos que vivimos. Nos enfrentamos a décadas vitales para los derechos humanos, civiles y políticos, económicos, sociales y culturales, pero también a décadas vitales para la propia supervivencia del ser humano y del mundo tal y como lo conocemos.

Y no depende de la estadística, ni de la Historia ya acontecida, ni siquiera únicamente de los políticos cambiar las cosas. La sociedad civil debe comprender que en ella radica el verdadero poder para luchar contra las injusticias, la discriminación, las guerras y toda violencia, la corrupción, el hambre o la destrucción del medio ambiente. La responsabilidad de lo que ocurra debe ser compartida entre todas y todos los que vivimos actualmente.

El futuro se construye en el presente.

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