Caso Plaza: Estafa con luz y taquígrafos

Luz y taquígrafos igual no eran ni necesarios, pues bastaba con leer los pliegos de contratación de las naves de Codesport para saber que se trataba de obras a precio cerrado, sin posibilidad de sobrecostes. Aún así, el sentimiento de impunidad que fue seña de identidad de una época, llevó a buen puerto manejos que añadieron cerca de 9 millones de euros al presupuesto inicial

Recurro a la frase hecha para dar idea hasta qué punto era evidente el caso de corruptela conocido como caso Naves, que ha concluido con la sentencia del 10 de febrero. Principio del fin de toda una retahíla de procesos judiciales y otro tipo de reclamaciones económicas en torno al que se vendió como modelo de desarrollo industrial, comercial y sobre todo logístico en Aragón, el polígono Plaza.

Al final, pendiente de recurso, cuatro años de cárcel para Salvador Escó, ex viceconsejero de Obras Públicas, el empresario Agapito Iglesias y Ricardo García Becerril, ex gerente de la plataforma logística, amén de devolver el dinero del desfalco.

Luz y taquígrafos igual no eran ni necesarios, pues bastaba con leer los pliegos de contratación de las naves de Codesport para saber que se trataba de obras a precio cerrado, sin posibilidad de sobrecostes. Aún así, el sentimiento de impunidad que fue seña de identidad de una época, llevó a buen puerto manejos que añadieron cerca de 9 millones de euros al presupuesto inicial.

Sigo sin creer que esto sea realmente justicia, pues se parte de una gestión nefasta de un problema y la cárcel no resuelve el agujero económico, cuyo volumen real se ignora.

Era de esperar. Aún así, el caso ahora sentenciado no es más que una mínima parte de la estafa a lo público, pues los desvíos de fondos brincan los 150 millones, aunque la cifra real sólo la conocen los directos beneficiarios de los chanchullos y otros se pueden hacer una idea aproximada. Los que vieron y callaron, por ejemplo, que pueden ser legión. Todo un grupo de responsables institucionales y empresariales que ejercieron de don Tancredo y cobraron por ello, o prefirieron callar por miedo a represalias laborales.

Dicho esto no se ve muy claro el asunto del banquillo de los acusados. Parece que son muchos de los que están, pero ni de lejos están todos los que son. Y el tema podría incluso haber quedado en nada.

Es justo en este punto acordarse de Chabier Mayayo, trabajador de Acciona que denunció y empezó a apuntar por dónde iban los tiros y al que se ha intentado arruinar la vida a base de amenazas y mobbing laboral.

Alguien tenía que llamar la atención y dar el paso de la denuncia de una tupida red de escamoteo de dinero público en la que ha ido apareciendo pasta hasta debajo de un colchón. Y esto es literal en el caso del gerente Ricardo García Becerril, que escondía 400.000 euros en lugar tan manido en su apartamento de Salou.

En Plaza los desvíos de dinero iban a todo gas, casi como las autovías que rodean el polígono. De hecho habría que hacerse un croquis para intentar entender lo amplio de la trama corrupta.

Dinero que fluía desde las UTE de Acciona y Mariano López Navarro a cargos públicos, de adjudicatarias que generaban desorbitados sobrecostes para sacar mayor tajada del asunto, o de empresarios como Agapito Iglesias que vendían a precios muy por encima de mercado, pactando con miembros de las instituciones que firmaban lo que hiciera falta a cambio de una generosa comisión. Otro ejemplo son las llamadas naves de Caladero, donde el desvío de dinero fue de tres millones de euros. Pecata minuta.

Todo era presentado por proyectistas que inflaban costes, aprobado por empresas como Intecsa-Inarsa que estaban encargadas del control técnico, encubierto por los responsables institucionales y posteriormente ejecutado por empresas que tenían absoluto conocimiento del chandrío. Al final de la cadena euros para todos menos para la bolsa pública, que era quien los ponía.

El método era el de tantos otros casos de corrupción: certificaciones falsas, obras no realizadas y sobreprecio por las que sí se hacían.

De camino dejaban un rastro, cual baba de caracol, que era muy fácil de seguir y que se ha sustanciado en varios procesos de los que queda pendiente de juicio el llamado caso saqueo. Un desfalco de decenas de millones que pone de mala leche a cualquiera que conozca lo burdo de la trama.

Pero hay que situarse en el contexto pre-crisis y la realidad aragonesa.

A finales de los 90 y principios del milenio el viento económico venía de cara y parecía ser el sino de los tiempos. La construcción de Plaza empieza en 2002, la época dorada de la Zaragoza a lo grande, aquella en que lo mismo aún no estaba terminada una Expo que ya se estaba proyectando otra: la Expo Floral que terminó descartada.

Fue cuando se hizo crecer la ciudad en extensión, pues en población lleva tiempo estancada, se edificaron los barrios de Valdespartera y Rosales del Canal y se empezó a pergeñar la promoción de vivienda más grande del estado: Arcosur.

Los delirios de grandeza no paraban y se estaba cociendo la inmensa olla de corrupción de la Muela. Varias localidades cercanas a Zaragoza (Cuarte, Villanueva de Gállego, Zuera) emprendían su desbocada urbanización de miles de viviendas.

Las otras provincias aragonesas no eran menos. Se gastaban grandes cantidades de dinero en polígonos como Walqa y Plhus en Uesca o Platea en Teruel. Como parecía que había perras para todo nos permitimos hasta nuestro propio aeropuerto sin aviones en Uesca.

Fueron los megalómanos tiempos de Belloch en Zaragoza, que vendía la idea de una ciudad de un millón de habitantes como algo positivo en sí mismo.

Asimismo fue la época del llamado Marcelinato. Con Marcelino Iglesias por el PSOE al frente de la DGA y con el PAR de la mano fue cuando se perpetró el estropicio de Plaza. A las elecciones del 2011, el propio PSOE presentaba como cabeza de lista a la DGA a Eva Almunia, a la sazón esposa del ahora condenado Carlos Escó.

Almunia se ha evaporado a tiempo, a Iglesias le han dado un retiro dorado en el cementerio de los elefantes que es el Senado y Lambán, presidente de Aragón por el PSOE, habla del pasado y de sus compañeros de partido como si fueran una suerte de seres de otro planeta o de una época lejanísima.

A estas alturas parece claro que los más altos responsables políticos nunca se sentarán frente a un tribunal ni rendirán cuentas más allá de alguna de esas ridículas comisiones de investigación que rara vez conducen a ninguna parte.

Respecto al futuro, dada la excelente situación de comunicaciones de la ciudad el polígono logístico va bien, aunque se ha seguido invirtiendo dinero público.

El centro comercial Plaza Imperial ha terminado en catástrofe y casi todos los espacios están cerrados a falta de un proyecto viable en una ciudad que bate records de grandes superficies. Tampoco debería sorprender tras la construcción de Puerto Venecia.

Termino porque se me antoja imposible hacer frente al aluvión de datos que dan idea del volumen del saqueo, la palabra que parece más apropiada para hablar de lo sucedido en Plaza.

He preferido no abrumar con referencias a los lectores, ya que los datos eran claros, insultantes por lo evidente. Ni tan siquiera se molestaron en hacer un gran esfuerzo en tapar las prebendas y el cachondeo generalizado.

Ahora se empieza a abrir una rendija de luz, pero era tan evidente el brillo de la pasta corrupta que parece ser cegó a unos cuantos.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies