Arcadi Oliveres: “Si nuestros estados tuviesen dos dedos de frente harían desaparecer los ejércitos”

Arcadi Oliveres es Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, con una tesis sobre el ciclo de la Economía de Defensa. Profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona, es también experto en relaciones Norte-Sur, comercio internacional y deuda externa.

Arcadi Oliveres.

Además, imparte numerosas clases a nivel de maestría y posgrado en temáticas relativas a la Cooperación y el Desarrollo. Cuando era estudiante ya destacó participando en movimientos en defensa de las libertades y la justicia, llegando incluso a ser procesado y juzgado durante el franquismo. Colabora habitualmente en diferentes movimientos sociales, así como en diversas publicaciones solidarias, y participa en multitud de mesas redondas y conferencias sobre el desarme. Desde 2001 preside la Asociación Justícia i Pau, organización en la que empezó a militar en 1981. Desde entonces, Oliveres es miembro activo de esta entidad y es aquí donde realiza buena parte de sus actividades en favor de los derechos humanos, la paz, la justicia social y el desarrollo. Su voz es imprescindible si hablamos de gasto militar, la posibilidad del desarme y el camino hacia la paz.

¿Cuánto gasta el Estado español en Defensa?

El concepto global de Defensa supone 18.000 millones de euros cada año. Pero si consultamos presupuestos vamos a encontrar números más bajos porque el Gobierno, al presentar las cifras, nos ofrece solo una parte y algunas partidas aparecen camufladas en otros ministerios, como puede ser el de Industria o el de Obras Públicas. Un ejemplo sería un avión militar que se está construyendo y que se presenta enmarcado en el presupuesto de Industria pero que, en definitiva, es parte del gasto militar. Según denuncia la propia Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), los presupuestos del Estado español en Defensa no son nada claros y no son coherentes. Se camuflan también en ese epígrafe tan curioso: ‘Otros Presupuestos’. Y aunque mucha gente discutirá lo que voy a decir, parte del gasto en Defensa es el que se va en pagar la Guardia Civil, que aparece reflejado en el Ministerio del Interior y que, sin embargo, es un cuerpo militar. También hay una partida que tiene que ver con la deuda pública. Me explico: si compro una casa de un millón y pago unos intereses, la casa me ha costado un millón más los intereses. El gasto en Defensa también nos cuesta los intereses de deuda pública.

¿De quién nos defendemos?

Por un lado, es la propia inercia de los países. Esta obsesión por la Defensa es algo que está escrito en las páginas de la historia desde tiempo inmemorial. Solo hay que pensar que hace siglos, cuando no existía el Ministerio de Obras Públicas ni el de Sanidad, sí existía el llamado Ministerio de la Guerra. Se deberían manejar presupuestos según amenazas, pero es que no hay amenazas de ningún tipo. Existen amenazas económicas, financieras, en los medios de comunicación… pero no militares.

¿Y si lo comparamos con el gasto en Defensa y el gasto en Educación?

De momento es mayor el gasto en Sanidad y Educación, el doble que el de Defensa. Hay países en África donde el gasto militar es mucho mayor. Pero hay que decir que el gasto militar ha subido mientras la tijera sí ha tocado otros presupuestos. El gasto en Defensa ha aumentado un 28 por ciento respecto a 2011 mientras bajan los de Educación y Sanidad. Defensa es de los pocos ministerios que reciben a lo largo del año suplementos, complementos de crédito. De los ministerios que más pide a lo largo del año es Defensa y esto es así desde hace 25 años. A ellos les preocupa la cifra que aparece cuando presentan los presupuestos, pero al final de año las cuentas cambian y no se dice. Eso a nadie le interesa.

¿Se gasta más de lo debido por cuestiones de negocio?

Sí. Hay negocios de armas que no le corresponde gestionar al Ministerio y, sin embargo, suele estar dentro. A veces hay investigación militar pagada por presupuestos públicos que beneficia a la industria armamentística. Hay empresas públicas y privadas de armamento y todas deben pasar por una comisión que controla las exportaciones y venta de armas. Pero esta comisión muchas veces promociona la exportación de armas más que controlarla. A veces emite algún consejo, pero siempre insuficiente y no de obligado cumplimiento. Esta Comisión Interministerial para el Control de la Venta de Armas y Explosivos tendría que velar para que se cumpliesen las normativas europeas a este respecto, no vender armas a países en conflicto, a dictaduras, a países que violen los derechos humanos, a países que opriman o aplasten a minorías. Pero esta Comisión no aprueba las exportaciones con acuerdo a estos criterios.

¿Existe transparencia en ese mercado de armas?

Hay una transparencia relativa porque no se dice qué tipo de armas o a qué país se venden las armas. El Estado español vende armas a países en conflicto y a dictaduras. Y no es la única, muchos otros países europeos lo hacen. Cuando Europa era la Europa de los 15, el 72 por ciento de las exportaciones de armas violaban la normativa europea. Es un mercado sucio por doquier.

¿Se alimenta esa necesidad de defendernos, la fobia que nos hace aprobar el gasto militar?

Sí, sin duda. Desde los estados y a través de los medios se hacen campañas descaradas y otras acciones subliminales y más sutiles. El caso más cercano es Mali. Se supone que en teoría van a defender Mali y a los ciudadanos franceses y malienses de las garras del fundamentalismo islámico, en definitiva, del fanatismo. Pero si arañamos un poquito y buscamos datos, lo único que pretende Francia es defender los recursos de uranio, tan importantes para la economía de algunas de sus empresas. Y esto con la excusa de proteger a la gente. A eso le ayuda el Estado español con el beneplácito de la Unión Europea. Todas estas maniobras son maneras de confundir a la opinión pública para generar una opinión determinada y que la intervención se entienda como algo inevitable. El caso más claro fue Afganistán. Lo que se quería con aquella intervención orquestada por Estados Unidos no era ni terminar con el tráfico de heroína, ni derrocar a Bin Laden ni mejorar la situación de las mujeres en el país, como se dijo. Esos eran los tres pretextos que ponía Estados Unidos. Ninguno se ha logrado y ninguno era cierto. El tráfico de heroína se ha multiplicado un 500 por cien; Bin Laden estaba en Pakistán, y la situación de la mujer ha empeorado en los últimos años en la región. La verdadera motivación era el control sobre el petróleo de la zona, la construcción de un oleoducto y el control geoestratégico del país.

¿Qué se puede hacer desde la sociedad civil para que bajen los presupuestos en Defensa?

Desde la organización que dirijo, Justícia i Pau, nuestra reivindicación es que deje de existir ese gasto militar y pedimos y proponemos la objeción fiscal al gasto militar. Desde hace años ponemos en marcha una campaña para que la gente se niegue a pagar el gasto militar. Es un acto de desobediencia civil que consiste en no pagar el gasto militar. Recibes multas, sí, pero ya se ha dado algún cambio. Hace no mucho un juzgado no ha obligado a pagar multas a uno de nuestros objetores; las multas no son legítimas porque no se ha demostrado mala fe, ya que había ingresado el dinero que no había pagado para el gasto militar en una entidad de utilidad social.

Por otro lado está la ‘Campaña contra la Banca Armada’. Compramos una acción de cada uno de estos bancos para ir a las juntas de accionistas y en las asambleas formulamos preguntas sobre la financiación de armamento. Algo de esto salta a los medios y se consigue hacer lobby.

Hay otros países que viven sin Ejército. ¿Se puede replicar un modelo sin ejército?

Evidentemente hay países con una estructura militar más débil, como Irlanda o Finlandia. Países que no se arman para defenderse porque saben que no tienen que defenderse de nadie. Hay otros países que directamente no tienen Ejército, como San Marino, Haití, Andorra, Barbados… Merece la pena recordar que países como Costa Rica e Islandia no tienen Ejército y no les pasa nada porque amenazas reales no hay.

¿Sería posible el desarme?

Este debería ser un concepto multidisciplinar. Un país se desarma y los demás también se desarman de forma paulatina y en la misma proporción. Alva Myrdal ganó el Premio Nobel de la Paz en 1982 por un estudio que aseguraba que cada país debería ir desarmándose de forma progresiva, un 10 por ciento cada uno. Así todos seguirían teniendo la misma “potencia” y poco a poco se dejaba a todos los países sin armas. Fue un Nobel de la Paz merecido, aunque este premio quedase desprestigiado en 1972 cuando lo recibió Kissinger, y ahora vemos como se entrega el galardón por motivos coyunturales y políticos.

¿Qué hacemos con los ejércitos?

Podemos hacer un cuerpo de 500.000 cascos azules y con eso bastaría. De hecho, así lo ha admitido la misma ONU. Con 500.000 hombres o mujeres bastaría. Actualmente hay en el mundo 26 millones de soldados profesionales de todas las graduaciones; y eso sin contar a los paramilitares o guerrilleros. Los ejércitos han sido utilizados como una forma de dar empleo pero se puede invertir ese dinero en un subsidio hasta que la gente se ocupe en otros sectores. Y mientras, les mandamos a casa con un subsidio. Hay muchos intereses escondidos detrás, pero sería viable hacerlo. Si nuestros gobiernos tuviesen dos dedos de frente harían desaparecer los ejércitos.

Fuente: Grup Antimilitarista Tortuga

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