Aporte para la discusión en el Encuentro por la Democracia Directa de Barquisimeto

Barquisimeto (Venezuela).- Aporte para la discusión en el Encuentro por la Democracia Directa, centro de formación ideológica, Barquisimeto (Venezuela), 26 y 27 de enero de 2013. El propósito de estas líneas es aportar una propuesta y una reflexión en alguna medida asociada. Tenemos muy próximas las elecciones municipales y urge afrontar el modo en que el pueblo va a participar en la designación de las y los candidatos. Estamos en un espacio liberado y podemos, debemos, hablar con franqueza. Somos conscientes de que en muchísimos puntos del país hay problemas con los supuestos representantes del pueblo, que se viran, saltan …

Democracia directa en Venezuela. Foto: VUR
Democracia directa en Venezuela. Foto: VUR

Barquisimeto (Venezuela).- Aporte para la discusión en el Encuentro por la Democracia Directa, centro de formación ideológica, Barquisimeto (Venezuela), 26 y 27 de enero de 2013. El propósito de estas líneas es aportar una propuesta y una reflexión en alguna medida asociada. Tenemos muy próximas las elecciones municipales y urge afrontar el modo en que el pueblo va a participar en la designación de las y los candidatos. Estamos en un espacio liberado y podemos, debemos, hablar con franqueza. Somos conscientes de que en muchísimos puntos del país hay problemas con los supuestos representantes del pueblo, que se viran, saltan la talanquera o, casi peor aún, permanecen en el cargo como supuestos bolivarianos pero comportándose como auténticos escuálidos. Algunos pensamos que en la mayoría de ocasiones en las que esto sucede el pueblo no ha sido protagonista en dicha designación. La idea propuesta, por ello, es caminar hacia otro modelo deseable y también posible, similar al que se implementa en las elecciones de la Isla Infinita; no por supuesto intentando copiar modelos, sino reconociendo la experiencia y el trabajo de años de revolución, recogiendo la idea y adaptando aquí en la medida adecuada lo que ésta tenga de validez.

En base a lo dicho, tomando como inicio los municipios pequeños, de menos de 10.000 habitantes, por decir una cifra referencial, las y los candidatos serían propuestos por la propia población, lógicamente de entre las personas con una mejor trayectoria en el trabajo comunitario, por su honestidad, por su valía profesional y/o por la firmeza en sus principios políticos. Podrían ser postuladas hasta 5 ó 10 candidatas, de los cuáles, podrían pasar a una segunda vuelta dos de ellas, para poder hacer operativo el procedimiento. De cada persona propuesta, para informar a la población sobre sus cualidades, se elaboraría un “currículum” que sería expuesto en los lugares públicos correspondientes. Esto iría en la línea también de trabajar en la supresión progresiva del modelo tradicional de campaña electoral. Por supuesto, las condiciones objetivas del país difieren mucho de las del Faro caribeño, por lo que, entre otras cosas, quizá debiera ser especificado en la descripción curricular si la persona sustenta al gobierno o es opositora. Evidentemente cabría la posibilidad de engaño y/o viraje, pero ésta existe también con el modelo vigente.

En el caso de los candidatos propuestos desde nuestra parte, éstos podrían pertenecer al PSUV, a otro de los partidos  que sustenta al gobierno o a ninguno de los anteriores, si se trata de, por ejemplo, una persona con larga trayectoria en la organización del lugar pero sin adscripción a ninguno de ellos. Al igual que sucede con el PCC, creo que especialmente el PSUV debe trabajar en la comunidad para concienciar, para organizar, para aplicar las políticas nacionales, etc.…; pero no necesariamente las y los candidatos debieran pertenecer a él según este modelo, como tampoco sucede en el caso cubano.

El cambio en la consideración de las campañas electorales provocaría también un considerable ahorro de recursos, además de disminuir una dinámica que coopta la política real y de algún modo la suplanta, llegando incluso a eliminar algunas posibilidades de crítica necesaria por la misma necesidad de defensa ante su posible instrumentalización por parte de la derecha. En cualquier caso, los cargos sujetos a elección forman parte de la antigua estructura, que inevitablemente debe tender a perder algo de peso específico frente a la comunidad organizada.

Se trata sólo de una propuesta a desarrollar, a madurar y, si se considera interesante, claro, a profundizar, por supuesto de forma colectiva. En cualquier caso, la pongo sobre la mesa consciente de que no es viable aplicarla con extensión nacional con éxito en tan corto plazo. La idea es más bien crear un contrapunto a ciertas formas de hacer política, o, mejor dicho, politiquería, que todavía perviven en nuestra sociedad en transformación. Visibilizar otra manera deseable que en un futuro pueda convertirse en norma y no en excepción, entendiendo que es posible que ya pudiera funcionar en algunos municipios pequeños del país que posean un elevado grado de organización comunal.

Creo que lo propuesto hasta ahora podría redundar en un cierto cambio en la cultura política, en su dinámica habitual y en la promoción  de una mayor participación y protagonismo de la población, tal como se enuncia en los principios rectores del país. Esto es clave, tanto por su importancia estratégica para la profundización del cambio estructural como por constituir algunos de los pilares de la nueva sociedad. En todo momento debemos fomentar la participación, por tanto, incluso siendo conscientes de que por mucho que se promueva, tal vez sólo se consiga que la ejerza con continuidad un porcentaje reducido de la población, como demuestra también la realidad cubana.[1]Creo que además debemos ser conscientes de que la contradicción central, (aunque sea bien importante no es la fundamental), no se da entre democracia representativa y democracia participativa, sino entre democracia y fraude, esa democracia contemplativa de mercado, que se da bajo condiciones capitalistas de producción.[2]

Es obvio que la democracia burguesa es el modo más acabado, más efectivo y evolucionado de dominación del capital. Las actoras de la politiquería correspondientes tienen poder de decisión sólo sobre cuestiones mínimas, y por eso es ficticia la ya limitada “elección”; no son, estructuralmente hablando, más que la correa de transmisión de los intereses del capital, aunque también son beneficiarios, claro, de abundantes privilegios por cumplir ese papel. Pero no pretendo descubrir el agua tibia; para eso están los textos “clásicos”, no hay más que releer lo ya escrito sobre la democracia burguesa y sobre la relación entre el mantenimiento de esa gran farsa y un ejercicio banal tetranual.

Sabemos perfectamente, además, que la lógica del capital, de este sistema genocida, etnocida y ecocida, es ajena a la humana en buena medida; desde luego, es funcional a la dominación, pero, al tiempo, es autorreferente: un mecanismo autista por el que se crece para poder seguir creciendo, como ya sabemos. Es cancerígena, o, más bien, cancerosa, como se puede observar si se piensa un momento en la analogía.

En las “sociedades”[3] virtuales capitalistas, el centro no es el ser humano sino el capital, aunque a veces nos empeñamos en pedirle que resuelva problemas que no corresponden a su lógica (o, lo más habitual, que han sido generados por ella). Por eso, en Cuba los errores son errores, y los que habitualmente consideramos bajo el capitalismo como errores o fracasos, en realidad son aciertos (por ejemplo, la elevada tasa de paro, para disponer del muy “útil” ejército de reserva) o, como mínimo, consecuencias “lógicas” (como por ejemplo la contaminación suicida de tierra, aire y agua…. ) de que el objetivo sea la maximización de beneficios y no una vida razonable, pacífica y sensata para la gente, y armónica con el resto de la naturaleza.

La cubana es una sociedad, todavía la única a nivel de estado (las hay muchas más pero no con ese nivel de extensión… todavía… con permiso de las que, como ésta, dignamente lo están construyendo…)[4] en la que el ser humano, la resolución de sus problemas y sus necesidades, es el centro de la política.[5] De hecho, en Cuba existe la política, no la suerte de simulacro que hay en la mayoría de los lugares. Sabemos que es el único país en el que, de modo ininterrumpido durante las últimas cinco décadas, ha habido debate político; más aún, el único donde ha podido haberlo. En el resto de los lugares, bajo condiciones capitalistas, la política ha estado y está secuestrada por la “economía” (por la crematística, en realidad)[6], de modo que no ha sido posible en absoluto que se de tal debate.

En Venezuela y en el resto de AbyaYala y del mundo continuaremos trabajando por lograr un cambio de cosmovisión que nos permitirá (re)construir sociedades dignas de ese nombre, esto es, por recuperar la “normalidad robada”,[7] como Santiago Alba Rico llama al socialismo.

Sólo así será posible construir algo que merezca denominarse democracia entendiendo, por supuesto, que ésta es sólo, la condición necesaria pero en absoluto suficiente, como ha demostrado la historia. Condición necesaria para que se pueda producir, asimismo, una evolución hacia modos de producción, de relación, hacia modelos de sociedad, en definitiva, centrados en la resolución de las necesidades humanasen armonía con el resto del planeta. Modelos que verdaderamente busquen el cumplimiento de los Derechos Humanos; o incluso, como dicen algunos “atrasados” indígenas colombianos, de los Derechos Cósmicos.

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[1] Estudios propios de la Isla la cifran en un 15%, como si se tratase de un techo. Una cifra significativa incluso teniendo en cuenta las limitaciones del estudio y las posibles fallas del modelo cubano. Evidentemente, esto se refiere a determinado tipo de sociedades y no a otros grupos, como los pobladores originarios americanos, por ejemplo, que tienen otra constitución social radicalmente diferente.

[2] Resulta bien interesante el debate sobre si la “auténtica democracia” es la que ha hurtado el capitalismo o si “la democracia” jamás ha hecho justicia a su nombre, ni ha ido acompañada sino de una estructura social excluyente y caracterizada por uno u otro tipo de explotación y que, por tanto,  “auténtica democracia” no es más que una entelequia filosófica no reivindicable. En la primera posición estarían, por ejemplo, Carlos Fernández Liria, Luis Alegre, recientes ganadores del Premio Libertador en Venezuela, y en la segunda autoras como Montserrat Galcerán. Lo mejor de esta polémica es que, en realidad, es casi puramente estratégica, puesto que en el fondo, en lo fundamental, estas posturas coinciden en lo que se debiera construir, más allá de denominaciones. Confieso que creo más ajustada a realidad la segunda visión, pero que me parece más factible y útil estratégicamente hablando la primera.  Dejando claro en todo momento, eso sí, que esa suerte de “democracia” deseable es imposible (y en eso también están de acuerdo todas las mencionadas), bajo condiciones capitalistas de producción.

[3] Entrecomillo el término porque el capitalismo es un sistema “asocial” por definición; no crea sociedades sino agregaciones de individuos; no lo denominaría “anti-social” porque sí necesita que las sociedades sigan existiendo en algunas de sus dimensiones para poder funcionar, para “mantener vivo al organismo”, pero, en cualquier caso, éstas existen a pesar del capital, y no gracias a él…

[4]  Hablo de extensión para dar cuenta de amplitud y de estructura sobre una demarcación territorial, porque, claro, el objetivo final deseable, no es el estado, en el sentido en que lo tenemos hoy. La digresión al respecto es larga, y resulta mucho más útil leer al muchacho ese, sobre el que dicen cosas insólitas quienes no han leído ni una sola línea suya, que escribió El estado y la revolución.

[5] Y no sólo las necesidades de las cubanas, por cierto. No cabe extenderse aquí en precisar las diferencias entre los conceptos de “nación” o “patria” aquí y allá y, en general, entre países colonizados y colonizadores. Sólo diré que en el Palacio de Convenciones de la Habana reza una enorme leyenda que preside el espacio: “Patria es Humanidad”. Así entendida, la cosa cambia.; tal es su visión de mundo.

[6] Hablamos normalmente, también por engaño, de “economía” sin serlo: sabemos que bajo dominio del capital el término se mantiene pero no la función. Éste “oiko nomos”, las normas de gestión de la casa y, por extensión, de la sociedad, se eliminan para convertirse en “crematística”, “el “arte” de acumular riquezas”…para algunas, claro.

[7] Es así como Santiago Alba Rico, editor de Rebelion.org entre otras muchas cosas, define al socialismo.

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[Javier Sánchez es corresponsal de AraInfo en América Latina]

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